Reflexiones y comentarios 1era. quincena Julio 2020

15/07/2020
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Monseñor Enrique Díaz Díaz
Obispo de la Diócesis de Irapuato

Miércoles 15 de Julio

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San Buenaventura

  • Isaías 10, 5-7. 13-16: “¿Acaso presume el hacha frente al que corta con ella”
  • Salmo 93: “Escucha, Señor, a tu pueblo”
  • San Mateo 11, 25-27: “Escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las revelaste a la gente sencilla”

Muchas veces me ha inquietado esta oración de Jesús y la forma en que nos llama la atención sobre este conocimiento sabio y discreto de los sencillos frente a las cosas importantes.

Un día de camino por la intrincada selva, el guía que me acompañaba, de repente empezó a llamar mi atención primeramente sobre pájaros y animales que salían a nuestro paso, ¡Yo no los alcanzaba a ver hasta después de varias veces que me insistía sobre el lugar donde se encontraban! Después me empezó a mostrar una gran variedad de plantas, de árboles y de flores… que para mí era casi imposible descubrir.

Más delante me hacía escuchar cantos de aves, sonidos, ruidos que yo en un primer momento ni cuenta me daba que ahí estaban. Mis sentidos han perdido sensibilidad y capacidad de atención a esas bellezas, a esos colores, y a esos sonidos. Y sin embargo fueron hechos para eso, pero acostumbrados a los ruidos y a los colores de la ciudad, se tornan duros y poco atentos para estos acontecimientos.

Hoy al escuchar este pasaje me hace recordar ese día y me pongo a meditar cómo los de corazón sencillo son capaces de escuchar el sonido de Dios, son capaces de percibir los colores de su amor, se sienten atraídos por la belleza del sonido de su predilección. Y a nosotros, se nos han embotado los sentidos por la ambición de una belleza vana, de una felicidad que se acaba y de un poder que no da vida. Y entonces también yo me pongo a dar gracias al Señor porque aun en este mundo tan materialista, están presentes sus muestras de amor y hay personas sencillas y sensibles a estos signos.

Gracias por los jóvenes que se atreven a seguir tu llamado,
gracias por los padres que saben infundir los verdaderos valores,
gracias por los ciudadanos que creen en la justicia,
gracias por quien ama tu verdad,
gracias por quien vive de tu amor. Y una súplica,
Señor, dame un corazón y una mente sensible a tu amor y al sufrimiento de los hermanos, cambia mi corazón de piedra por un corazón de carne.






Martes 14 de Julio

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San Camilo de Lelis

  • Isaías 7, 1-9: “Si ustedes no creen en mí, irán a la ruina”
  • Salmo 47: “Dios es nuestro defensor”
  • San Mateo 11, 20-24: “El día del juicio será menos riguroso para Tiro, Sidón y Sodoma que para otras ciudades”

Con frecuencia nos sorprendemos por la dureza del corazón de los contemporáneos de Jesús y hasta nos atrevemos a decir: “Si yo hubiera visto a Jesús seguramente habría sido su fiel seguidor”. 

Pero no hay tanta diferencia entre aquellas ciudades y quienes hoy no nos atrevemos a seguir con radicalidad a Jesús. La crítica y los reclamos de Jesús a quienes habían visto sus milagros y no quieren creer, también podrían ser para los que hoy escuchamos su palabra, conocemos su vida y no nos atrevemos a seguirlo o solamente lo hacemos cuando nos conviene.

Las palabras con que concluye el pasaje de Isaías que anuncia graves peligros de las naciones vecinas pero que Dios sostiene con fidelidad nos pueden dar una pauta para nuestra propia vida: “Y si ustedes no creen en mí, también irán a la ruina”.

No podemos quedarnos sorprendidos de que las multitudes que habían visto los milagros de Jesús, no tuvieran fe.
No podemos admirarnos de que Jesús proponga como mejores a las ciudades que los judíos tradicionalmente consideraban pecadoras, como menos culpables que quienes no oían sus palabras.

A nosotros nos puede pasar lo mismo.
Hemos escuchado la palabra de Jesús, pero no nos atrevemos a creer con absoluta entrega.
Hemos oído sus milagros, pero siempre queda la duda en nuestro corazón.

Conocemos su predilección por el Reino, y sin embargo nos jalan los reinos de este mundo con sus atracciones y mentiras.

¿Creemos realmente en Jesús?

A veces damos la impresión de tener sólo una fe superficial que cuando es tocada por la duda, por los problemas y por la adversidad, tiembla y está a punto de perderse.

Otras muchas parecemos avocarnos más a los sacrificios y rituales, a ciertas prácticas religiosas, que a una verdadera conversión que implique toda nuestra vida.

Hoy escuchemos las palabras adoloridas de Jesús ante sus conciudadanos que no han querido creer y solamente esperan más milagros y más palabras bonitas, pero no están dispuestos a seguirlo
¿Nos pasará a nosotros igual?
¿A qué nos llama Jesús en nuestros días?






Lunes 13 de Julio

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San Enrique

  • Isaías 1, 10-17: “Purifíquense y aparten de mi vista sus malas acciones”
  • Salmo 49: “Dios salva al que cumple su voluntad”
  • San Mateo 10, 34-11, 1: “No he venido a traer la paz, sino la guerra”

¿A quién no le parecen sorprendentes las palabras que hoy nos ofrece San Mateo?

Siempre hemos afirmado e insistido en buscar una verdadera paz, siempre luchamos contra las divisiones, procuramos y aseguramos que el respeto en la familia es la base de una sociedad sana. Sin embargo, hoy encontramos sentencias en los labios de Jesús que podrían desconcertarnos si no atendemos al espíritu con que son dichas y recogidas.

Jesús es el signo más grande de paz, es Él el príncipe de la paz.

En su nacimiento se proclamó “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad

¿Entonces por qué nos dice que no ha venido a traer la paz sino la guerra?
¿Se justifican con estas palabras las guerras religiosas que siempre han dividido a los pueblos y han causado tantas desgracias?

De ninguna manera. Estas sentencias que recoge San Mateo nos vienen a expresar la radicalidad que Jesús exige a todos sus discípulos.

No pide una guerra de intereses y egoísmos como las que nos inventamos nosotros. No favorece una división por intereses mezquinos como sucede en nuestros grupos y aun en nuestras familias. Pero sí deja muy en claro que su seguimiento no es un “juego”, no es una postura exterior, que pueda compaginarse con actitudes injustas, provengan de quien provengan.

Nadie más exigente que Jesús en el cuidado de la familia y en el respeto a los padres, pero no pueden los lazos familiares excusarnos de vivir plenamente el evangelio.

Es triste comprobar que hay grandes líderes que traicionan y engañan por lazos familiares. No podemos decir y exigir verdades al exterior y vivir en la injusticia y en la mentira al interior de los hogares.

Las palabras de Jesús, lejos de apartarnos del hogar y de la familia, establecen una exigencia mayor de coherencia y amor al interior de nuestras familias.

La paz que necesitamos construir con Cristo no es una paz de indiferencia o de acomodos políticos en detrimento de la verdad y de la justicia. La paz que Jesús exige es un fuego que arde en contra de la mentira y la discriminación; que ilumina la oscuridad de la corrupción y del engaño; que descubre el interior del corazón.

¿Qué nos hace pensar esta radicalidad de Jesús?






Domingo 12 de Julio

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  • Isaías 55, 10-11: “La lluvia hará germinar la tierra”
  • Salmo 64: “Señor, danos siempre de tu agua”
  • Romanos 8, 18-23: “La creación entera gime y sufre dolores de parto”
  • San Mateo 13, 1-23: Una vez salió un sembrador a sembrar”

Con frecuencia me pregunto si los textos tan sencillos, rurales y naturales que nos presenta Jesús dicen algo al mundo de hoy. Hemos pasado en pocos años de ser un pueblo netamente rural a ser pueblo citadino. Y qué bueno si esto redundara solamente en beneficios, en cierta comodidad, en seguridad y estabilidad. Pero con frecuencia no es así, perdemos los valores de la familia rural y no hemos encontrado los valores de la ciudad. ¿Tiene valor hoy esta parábola contada por Jesús? ¿Somos capaces de entenderla y de vivirla? Me sorprende el gran cariño de algunos campesinos arraigados y prendidos a la tierra, mientras muchos mexicanos la abandonan y la pierden, y se arriesgan en la inseguridad de la migración.

Si todo sembrador siembra con esperanza e ilusión, el sembrador que nos presenta Jesús tiene muchas más razones para estar alegre y optimista, siembra la Palabra. Pero es un sembrador muy especial. “Debe estar un poco loco este sembrador para sembrar en los caminos o entre piedras y espinas” me comentaba un día un campesino. Y es verdad: está loco este sembrador, loco de amor, loco de ilusión. No quiere que nadie escape a su amor, no le importa si son los de cerca o los de lejos, si son los oportunistas o los arriesgados. Un poco como nos dice el Papa Francisco que el Evangelio es derecho de todos, justos y pecadores. A todos quiere dar la oportunidad que se siembre la Palabra en su corazón. Para él no hay tierras estériles ni corazones cerrados, a todos da la oportunidad. Pero la Palabra para que dé fruto debe tener la oportunidad de germinar, necesita un espacio de acogida y calor para romper la vida que lleva dentro y hacerla crecer. ¿Damos esta oportunidad a la Palabra? ¿La guardamos en nuestro corazón acogiéndola y meditándola? Cristo mismo explica el sentido de su parábola. Hay varias clases de “tierra”.

Tierra dura del camino, tierra de paso, tierra estéril. Nada mejor para describir nuestro mundo de la superficialidad, la inconstancia y las conveniencias. El hombre moderno nace de prisa, camina de prisa y muere de prisa, casi sin darse cuenta. No hay tiempo para nada. No hay tiempo para crecer y se adelanta en sus experiencias, no hay tiempo para la familia porque está muy ocupado, no hay tiempo para los hijos, para los amigos… Siempre está de prisa, de aquí para allá, llevando su superficialidad. Es cierto, gusta de los valores, del amor y de la Palabra, pero no los deja entrar en su corazón. Siempre está dejando para después las cosas importantes. Y también dejamos para después la Palabra de Dios, nos acercamos pero no la recibimos. ¿Seremos camino donde todo pasa y nada se queda?

El dolor y las agresiones,  la inseguridad y la vida moderna nos han hecho duros e insensibles, con corazón de piedra. Pasamos junto a las personas como desconocidos, no sonreímos, no nos detenemos, no saludamos. Nos escabullimos rapidito para no dar la oportunidad a que “el otro” entre  en el corazón y más si está en un problema o situación difícil. Cada quien su mundo y cada quien sus problemas. El respeto al derecho ajeno es la paz es un principio que con frecuencia se convierte en indiferencia y egoísmo. No me meto con nadie y nadie se mete conmigo. Y con Cristo y su Palabra nos pasa igual, lo saludamos pero no le permitimos que entre a nuestro corazón; lo escuchamos con agrado pero no queremos comprometernos ¿Tendremos el corazón tan endurecido que no permitimos entrar en él la Palabra de Dios?

Otro tipo de tierra son las espinas. La vida fácil es el ideal de muchos de nosotros: no al dolor, no al sufrimiento, no al esfuerzo, no a cualquier tipo de espina. Y los comerciantes bien que se aprovechan de esta sed de comodidad y nos ofrecen una felicidad basada en los bienes, en el placer y en el poder. Estas espinas ahogan el Evangelio, que es ante todo servicio, fraternidad y amor. Frente a las riquezas mueren muchos ideales, ante el placer se sofocan nuestros propósitos y ante el egoísmo fracasan los proyectos del Reino. ¿Cuáles son las espinas que no me permiten dar el fruto que Cristo espera de mí?

Dice el papa Francisco que nadie emprende una batalla si de antemano se siente derrotado. El sembrador tiene esperanza y sus sueños alcanzan recompensa. Para quien creyera que la semilla no da fruto, Cristo nos recuerda que hay muchas personas generosas, que dan fruto. Es muy realista y habla de diferentes proporciones de fruto: treinta, sesenta, cien. Cada quien es diferente en su respuesta, cada quien es diferente en su amor. Solamente recordemos que los frutos en la Biblia casi siempre se expresan en relación con la justicia, con la atención al hermano y con el acompañamiento al que sufre. La Palabra de Dios debe fecundar nuestras vidas, darles sentido, hacerlas fértiles y producir mucho fruto. La parábola del sembrador es una parábola de esperanza, de confianza y de compromiso. ¿A qué me compromete? ¿Cómo y cuando escucho la Palabra? ¿Qué frutos estoy dando?

Señor, semilla del Padre, que te has sembrado en nuestra carne para darnos vida y amor, haz de nuestro corazón la tierra buena y fecunda que dé frutos de justicia y de paz. Amén.






Sábado 11 de Julio

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San Benito Abad

  • Isaías 6, 1-8: “Yo soy un hombre de labios impuros, y he visto con mis ojos al Señor de los ejércitos”
  • Salmo 92: “Señor, tú eres nuestro rey”
  • San Mateo 10, 24-33: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”

Hay pasajes que nos invitan a tener una gran confianza en el Señor y las dos lecturas de este día son una muestra de ello.

Primeramente, Isaías habiendo contemplado la gloria del Señor se siente indigno no ya de llevar un mensaje, sino aún de vivir.
¿Cómo contemplar al Señor y continuar viviendo?
¿Cómo experimentar su gloria y seguir en medio de los mortales?

Isaías se siente pequeño, pequeñísimo. Impuro e indigno para estar frente al Señor. Pero el ángel del Señor toca sus labios y purifica todo su ser. Por eso es invitado, y yo diría hasta exigido, a aceptar una misión. Y así lo encontramos exclamando humildemente: “Aquí estoy, Señor, envíame”.

Nadie es digno de hablar en nombre del Señor, nadie es lo suficientemente bueno para proclamar palabras en su nombre; nadie es lo suficientemente sabio para asumir situaciones en las que lo representa. Sin embargo, todo hombre y toda mujer tienen esa misión: ser rostro de Dios y continuar su misma tarea.

Papá, mamá, tienen esa grandísima misión de ser rostro del Padre creador, educadores en el amor, formadores de conciencia ¿quién se siente preparado?

Así cada misión y cada vocación es una verdadera responsabilidad frente a la que nos sentimos impotentes y superados. Pero si miramos más lejos, nos daremos cuenta que la tarea no es nuestra, que solamente somos servidores y que el Dueño y Señor está a nuestro lado y es quien realiza la misión.

Estas son las palabras que Jesús transmite a sus discípulos y que les anima para que no se atemoricen frente a los problemas y dificultades que enfrentarán en nombre del evangelio y a causa de la justicia. No promete aplausos y reconocimientos; anuncia agresiones y condenas… porque así le ha sucedido al Señor de la casa. Sin embargo, invita a la confianza y a un entusiasmo grande para anunciar el evangelio a los cuatro vientos. Que nada quede oculto, que todos vean la luz.

Las imágenes de un cabello que no cae sin la voluntad de Dios, o de los pajarillos que gozan de su cuidado, no tienen la finalidad de hacernos caer en un falso providencialismo, sino más bien en una seguridad y confianza grandes en quien sabemos que nos ama.

El verdadero cristiano no puede vivir en la angustia y en el temor, sus sentimientos serán siempre la esperanza, la alegría y el sano optimismo. Dios está con nosotros, nos cuida con cariño y estamos en sus manos.
¿Habrá algo más poderoso que el amor de Dios?
Entonces a nada debemos temer.






Viernes 10 de Julio

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  • Oseas 14, 2-10: “Nunca llamaremos ya ‘dios nuestro’ a las obras de nuestras manos”
  • Salmo 50: “Abre, Señor, mis labios y te alabaré”
  • San Mateo 10, 16-23: “No serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre”

Muchos cristianos del día de hoy se horrorizan al escuchar que Jesús es perseguido y que la Iglesia es cuestionada. Ya las primeras comunidades sufrían persecución y tenían que mantenerse muy firmes en la fe frente a los terribles ataques que recibían tanto del poder romano, como de la cultura griega o de la religión judía. Para todos era inconcebible la forma en que Cristo había proclamado su buena nueva y la manera como los discípulos ahora la intentaban vivir.

Mateo recuerda las palabras de Jesús y nos las ofrece como una preparación para todas estas situaciones.
No teman la persecución, no teman el juicio, el Espíritu hablará por ustedes.

Pero lo que sí debemos temer y reconsiderar es si la persecución es porque estamos siendo fieles al evangelio de Jesús y mirar si lo que pretendemos construir es el reino.
Si la persecución es a causa del Evangelio o, porque habiendo desvirtuado el evangelio, nos hacemos reos de delitos que se deben perseguir.

Otra vez es Oseas en la primera lectura el que pone el dedo en la llaga: “Conviértete, Israel, pues tu maldad te ha hecho sucumbir. Arrepiéntanse y acérquense al Señor diciendo: ‘perdona nuestras maldades’”.

Israel ha caído en la destrucción y ha sufrido persecuciones, pero no es a causa de su fidelidad al Señor, sino todo lo contrario: es a causa de sus injusticias y de poner su confianza en “otros dioses”.

El Señor promete salvación, liberación y perdón, con una única condición: el verdadero arrepentimiento. Todas estas imágenes nos ayudarán, por una parte, a cuestionarnos seriamente si somos fieles al Señor; y por la otra, a tener una confianza ilimitada en que, si somos fieles al Evangelio, el Espíritu hablará por nosotros. Pero la clave estará siempre en la fidelidad, no sea que la persecución y el reclamo sean con justa razón por haber contaminado el evangelio.

Hoy más que nunca tendremos que ser precavidos como serpientes para no caer en las redes del mal y sencillos como palomas para seguir depositando nuestra confianza en Jesús, nuestro único salvador.






Jueves 09 de Julio

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Santos Agustín Zhao Rong y compañeros mártires.

  • Oseas 11, 1-4. 8c-9: “Mi corazón se conmueve”
  • Salmo 79:“Ven, Señor, a salvarnos”
  • San Mateo 10, 7-15: “Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”

Jesús establece para sus discípulos las bases de su misión: les dice a quiénes deben llevar primeramente el mensaje, sin ser exclusivos, les manifiesta el mensaje, sus condiciones y lo que es necesario llevar. Los instruye perfectamente para esa primera misión.

Sorprendente por una parte la sencillez y la precariedad de lo que pueden portar, prácticamente nada, solamente su confianza en Dios. Me quedaba pensando cómo miraría Jesús hoy a nuestra Iglesia y qué recomendaciones nos daría.
¿Estará contento con los resultados de su gran sueño del Reino?
¿Es ésta la Iglesia que Jesús siempre se quiso construir?

Indudablemente que tendremos que estar siempre atentos y en revisión sobre si esta Iglesia es fiel al evangelio de Jesús o si tendremos muchas cosas que se nos han ido adhiriendo en el camino y que han terminado por pesarnos y ser demasiado importantes a tal grado que a veces ¡oscurecen el mensaje!

Nuevamente la primera lectura tomada del tajante Oseas parece ayudarnos a entender mejor el mensaje. A Israel en el camino se le ha olivado lo más importante que es el amor que le ha tenido Dios y por medio de Oseas le recuerda con palabras tiernas: “yo lo amé… le enseñé a andar, lo atraía hacía mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor… yo fui para él como un padre que se inclina hacia su creatura y la estrecha para darle de comer”.

Palabras de un amor que no puede acabar… es la voz del profeta y es la misma misión que tiene Jesús y que confía a todos sus discípulos. Por eso Jesús insiste tanto en lo que es más importante: para hablar de un amor así de grande no se necesitan grandes propagandas ni tampoco muchos presupuestos, se necesita ser testigo de amor.

Muchas veces criticamos a los llamados jerarcas de la Iglesia, pero sin disculpar que también ellos tengan que ponerse en revisión, a todos nos toca examinar cómo estamos siendo fieles a la misión que Jesús nos encomienda.

Es drástico en sus exigencias pero también es magnánimo en su amor.

Nos invita a que en cada hogar podamos llevar la verdadera paz y que sembremos la palabra del Reino.
¿Estaremos cumpliendo con esta misión o nos hemos desviado?
¡Revisemos cada cual nuestra forma de evangelizar!






Miércoles 08 de Julio

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  • Oseas 10, 1-3. 7-8. 12: “Ya es tiempo de buscar al Señor”
  • Salmo 104: “Recurramos al Señor y a su poder”
  • San Mateo 10, 1-7: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel”

Oseas, el profeta que en estos días estamos leyendo como primera lectura, nos sorprende con sus imágenes tan vivas para hablar del amor de Dios por su pueblo. En capítulos anteriores lo había comparado al fiel amor de un enamorado que va en busca de la esposa que se ha prostituido.

Hoy encontramos la imagen de la vid frondosa que navega entre dos amores: su amor al dinero y su adoración a los ídolos paganos.

La insistencia de Oseas se manifiesta en las urgentes llamadas a la conversión y al cambio. “Siembren justicia y cosecharán misericordia”. Este mismo amor y predilección por el pueblo de Israel se manifiestan también en las primeras recomendaciones a los discípulos que son enviados: “Vayan primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Y no es que Jesús no quiera que su mensaje se abra a los horizontes universales de toda la humanidad. Al contrario, eso espera y desea.

Pero siempre habrá esas ovejas que el Señor ama y a las que es fiel. Al escuchar hoy los nombres de los discípulos y contemplarlos recibiendo su misión, me quedaba pensando si también ahora no nos hace falta ir primero a los de casa. Sí a esos que han sido bautizados pero que se han quedado atorados entre el dinero y la superstición; esos que fácilmente pueden vivir entre la injusticia y el rosario; esos que con un ritual reciben el sacramento solamente para desacreditarlo después con sus acciones. Se necesita evangelizar a los de casa.

Cada uno de nosotros tendremos que ponernos en estado de alerta y mirar si en nuestro corazón no se han instalado esos demonios a los que Jesús pide expulsar; tendremos que reconsiderar si nuestro amor a Dios es fiel, o se ha mezclado con tintes idólatras y convenencieros.

Tendremos que revisar si para nosotros tienen significado las palabras de Jesús que urgen a publicar que el Reino de los cielos está cerca. Sí, somos cristianos, pero no damos los verdaderos frutos que se esperarían de un discípulo.

Revisemos y corrijamos nuestras conductas.
Que la expulsión de demonios impuros, la curación de enfermos y la sanación del corazón, junto con el mensaje evangélico, sea tarea para cada uno de nosotros.






Martes 07 de Julio

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  • Oseas 8, 4-7.11-13: “Siembran vientos y cosecharán tempestades”
  • Salmo 113: “Nosotros confiamos en el Señor”
  • San Mateo 9, 32-38: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos”

Hay proverbios que vienen desde muy lejos y que vuelven a hacerse presentes en cada momento.

La primera lectura tomada del profeta Oseas contiene uno de esos dichos, que parecen calcarse en nuestra realidad: “El que siembra vientos, cosecha tempestades”. Y reclama el profeta al pueblo de Israel su infidelidad, su idolatría, su confianza en sus propias fuerzas y sus sacrificios hipócritas que no están respaldados por obras buenas.

¿Y nosotros?
¿Qué estamos sembrando?
Nos quejamos amargamente de todas las expresiones de violencia y de maldad que estamos sufriendo y contemplando cada día…
¿De dónde brotan?
¿Acaso no es eso lo que hemos sembrado?
Si quitamos a Dios del corazón de los niños, si les enseñamos a vivir su existencia en el libertinaje, si nos ufanamos de haber superado “los principios morales”, no podemos extrañarnos de que ocurran en medio de nosotros los más horrendos crímenes.

Tenemos que sembrar el amor y la armonía en el corazón de los hombres, si no, nunca podremos superar toda la violencia y la maldad que estamos sufriendo. Cristo hace y propone un camino que nos parece  todo lo contrario a lo que propone el mundo. Expulsa un demonio mudo que le impide a un hombre hablar, recorre las ciudades y los pueblos anunciando el Evangelio del Reino de Dios, cura toda enfermedad y dolencia… mientras nosotros cerramos la boca a quienes pretenden anunciar el Evangelio, nos interesamos solamente por nuestros propios problemas, no queremos molestarnos en buscar caminos del bien para nuestros niños y nuestros jóvenes.

Los sentimientos de Jesús al contemplar las multitudes de hoy son los mismos de los que tenía en aquel tiempo, pues ahora también andamos “como ovejas sin pastor”. 
Que retomemos hoy el camino, que nos unamos en oración y que busquemos sembrar el bien en el corazón de todo hombre y mujer que esté a nuestro lado.
Que no dejemos que nadie se pierda, que nadie ande solitario en el camino.
Que todos puedan sentir la mano amiga de un hermano que los acompaña.
Tantos se pierden por soledad y abandono, tantos ansían una mano amiga, o un hombro donde llorar las penas.






Lunes 06 de Julio

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Santa María Goretti

  • Oseas 2, 16.17-18.21-22: “Yo te desposaré conmigo para siempre”
  • Salmo 144: “El Señor es compasivo y misericordioso”
  • San Mateo 9, 18-26:“Mi hija acaba de morir; pero ven tú y volverá a vivir”

Dos mujeres que han quedado a mitad del camino. La una porque la muerte la ha alcanzado, la otra porque la infertilidad y la hemorragia la condenan delante del pueblo.

¿Qué hará Jesús?

La mujer en Israel era considera poca cosa, casi como una de las pertenencias del hombre y si por alguna razón quedaba impura o estéril, su situación se tornaba peor porque eran consideradas, además, fuentes de contaminación para quienes las tocaran.

Jesús no teme a las leyes que matan, Jesús supera todos los atavismos. Se deja tocar por la hemorroisa, y toca a la niña que estaba muerta. Dos acciones que conllevaban la impureza, pero Jesús no solamente las toca sino que les devuelve la salud y la vida.

En nuestros ambientes aún se siente un grave desprecio a la mujer, aunque de palabra se diga lo contrario, y tendremos que aprender mucho de la forma de actuar de Jesús. Su relación con la mujer es siempre de acogida, de ternura y de dignidad. Cuando por alguna razón quien a Él se acerca tiene mayores problemas y descalificaciones, siempre encuentra en Jesús una nueva  perspectiva en su vida.

En el hogar, en el trabajo, en toda la vida social, se encuentra la mujer. Tendremos que tener en cuenta unos y otras, esta forma de tratar Jesús a la mujer: ni sirvienta, ni fuente de placer, ni menos, ni más, ni enemigo o contrincante. Una persona de igual dignidad y con igualdad de derechos.

En nuestra sociedad machista tendremos que mirar muy de cerca a Jesús. Por cierto que la primera lectura tomada del profeta Oseas, nos ofrece una de las imágenes más bellas del amor de Dios por su pueblo: el novio enamorado que lleva a su amada al desierto para hablarle “cosas de amor”, para renovar su cariño. Se busca consolidar los desposorios en justicia y en rectitud.

Bella imagen del matrimonio entre Dios y su pueblo y gran ejemplo para el matrimonio cristiano.

La búsqueda de renovación y de entrega plena, el encuentro en los lugares para el diálogo y la intimidad, la aceptación del otro para superar los errores, deberán ser ejemplos vivos para los matrimonios actuales.

Pidamos por los matrimonios y que cada pareja busque ser espejo fiel del amor de Dios por su pueblo. Y que cada mujer sea tratada y respetada como Hija y templo de Dios.






XIV Domingo Ordinario
Domingo 05 de Julio

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Un corazón libre y valiente

  • Zacarías 9, 9-10: “Mira a tu rey que viene humilde hacia ti”
  • Salmo 144: “Acuérdate, Señor, de tu misericordia”
  • Romanos 8, 9. 11-13: “Si con la ayuda del Espíritu dan muerte a los bajos deseos del cuerpo, vivirán”
  • San Mateo 11, 25-30: “Soy manso y humilde de corazón”

Nuestro mundo parece caerse a pedazos. Se siembra la desconfianza y se viven situaciones de angustia e inconformidad. Crisis económicas, crisis sociales, crisis de poder, crisis de la familia, crisis de los valores y encima una pandemia que ha venido a evidenciarnos y desnudarnos. Cada día más pobres, más desempleados, migrantes en medio de rechazos y discriminaciones, cada día más hambre, cada día más inseguridad… ¿No habrá otro camino para nuestro mundo?

Frente a este mundo incierto y confuso resuenan como fuera de contexto los gritos jubilosos del profeta Zacarías: “Alégrate sobremanera, hija de Sión; da gritos de júbilo, hija de Jerusalén” y no es que el pueblo israelita estuviera gozando periodos de paz y prosperidad  sino, a lo que podemos entender, vivía periodos de una gran inseguridad y desconfianza. Pero es el mismo Dios quien le dice a su pueblo que se alegre, que cante, porque Él se acerca justo y victorioso. No viene hasta ellos montado en caballos de guerra, ni en un carro armado, sino que viene modesto y cabalgando en un asno, en un burrito. Dejando a un lado las expresiones de un Dios poderoso que con brazo fuerte destruye a los enemigos, hoy se nos anuncia al Mesías rompiendo las estructuras del poder y de la guerra, para construir una paz que se extenderá a los rincones de la tierra,  la construcción de un nuevo mundo y de unas nuevas estructuras. Los carros de guerra no tienen sentido en un mundo de hermanos, los caballos de combate no tienen que hacer cuando se busca la armonía, y los arcos del guerrero no deben amenazar la vida de los que llevan nuestra misma sangre. La alegría que anuncia Zacarías está basada en un nuevo pensamiento y en unas nuevas relaciones.

San Pablo también se pone optimista afirmando que se puede superar el desorden egoísta del hombre y que se puede vivir conforme al Espíritu. Reconoce que el pecado ha asumido una especie de personalidad propia y que ha puesto bajo su yugo a la humanidad, haciéndonos vivir cautivos y esclavos, sujetándonos a su ley y a su paga. Pero la Resurrección de Jesús nos da nueva vida y nos libera de esta esclavitud, por eso ya “no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta”. Estas proféticas palabras hoy se hacen muy presentes: si vivimos de acuerdo a ese “desorden”, ciertamente seremos destruidos. Es la amenaza que se cierne sobre la humanidad actual: necesitamos transformar radicalmente los fundamentos y estructuras de la sociedad para no perecer. No podemos seguir guiándonos por criterios del mundo, del poder, del dinero. Los valores que sembramos en el corazón de la niñez, van dando sus frutos. Nos hemos dejado deslumbrar por falsos valores que no proporcionan verdadera felicidad a la persona y que han ocasionado rivalidades, sangre, ambición y egoísmo. Es hora de cambiar profundamente personalmente y  en sociedad, tanto en la comunidad internacional como en la familia. San Pablo nos asegura que si nos dejamos guiar por el Espíritu ciertamente viviremos.

Jesús en el evangelio nos trasmite una nueva paz y seguridad con su oración y con sus invitaciones. No es el rey todopoderoso que esperaban los israelitas, ni  el sacerdote que viene a restituir la grandeza del templo, ni tampoco el gobernante extraordinario que soluciona todos los problemas del pueblo. Entiende y vive el poder como servicio y donación; el sacerdocio como santificación de la persona; y el reinado como la vida digna para todos por igual. Y su forma de construirlo es desde los pequeños, desde los humildes y desde los pacíficos. Sólo con humildad y con paz se puede romper el círculo de la violencia. Pero pacíficos y humildes no son, como alguien quisiera confundir, personas pasivas, sin nervio, sin ánimo, sin pasiones, indiferentes y sin emociones. Basta contemplar a Jesús: cuando es proclamado rey en su entrada a Jerusalén, va en un burrito, pero no duda en bajarse del burro, empuñar el látigo y descargarlo contra quienes se han atrevido a profanar el templo. Reprocha fuertemente a quienes lucran con la fe y el culto. Arde en su corazón el celo por la casa del Señor, “el templo y el sagrado recinto que es cada persona”. Así Cristo nos dice que el manso no es un resignado incapaz de afrontar los problemas, sino quien toma decisiones audaces frente a la injusticia. Si uno no está dispuesto a afrontar los retos y luchar con pasión por la justicia, no puede llamarse manso ni humilde: será irresponsable e indiferente.

La oración de agradecimiento de Jesús tiene este profundo sentido: los más sencillos, los más humildes son los que se comprometen con la verdad. Los sabios y entendidos, según el mundo, juegan con los sentimientos, buscan ventajas y abusan de su fortaleza. Precisamente Cristo ha elegido siempre a los pobres y sencillos; no es difícil descubrirlo en su evangelio. Hoy invita a los fatigados y agobiados a que coloquen su corazón junto al suyo para encontrar alivio. Su oración y su invitación son un camino para romper el círculo de violencia y para hacer crecer la esperanza de que es posible construir un mundo con otras formas, con otros ideales y con la base del amor y del servicio. Nos ofrece no sólo su ejemplo, sino que nos invita a poner nuestro corazón adolorido y confundido en sintonía con su corazón para recobrar la calma y la paz. Si nos acercamos a Él y seguimos sus ideales podremos encontrar paz y armonía a pesar de los graves retos y dificultades que debemos afrontar.

¿Cuáles son los valores que quiere imponerme el mundo y que no son acordes con el ideal de Jesús? ¿Creo que con Jesús es posible romper el círculo de la violencia? ¿Cómo me estoy comprometiendo en la vida diaria, en las circunstancias concretas, a construir este mundo nuevo?

Padre Bueno, Señor del cielo y de la tierra, juntamente con Jesús tu hijo amado, te alabamos y te bendecimos porque has manifestado un amor y una predilección especial por los pequeños y sencillos. Te suplicamos nos des un corazón libre y valiente para construir la nueva humanidad con tu hijo Jesús. Amén.

Sábado 04 de Julio

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Nuestra Señora del Refugio

  • Amós 9, 11-15: “Haré volver a los cautivos de Israel y los plantaré en su suelo”
  • Salmo 84: “Escucharé las palabras del Señor”
  • San Mateo 9, 14-17: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras está con ellos?”

¡Cuántas frases del Papa Francisco exigiendo renovación!
¡Cómo lucha por no tener una iglesia acartonada y anquilosada en estructuras que no den vida!

Sin duda nos lanza por el camino de la renovación, una renovación a fondo, no sólo de estructuras, sino renovación de nuestro interior.

Cada quien debe comenzar por su propio corazón.

Cuando hacemos consistir la verdad en las cosas externas corremos el riesgo de quedarnos vacíos. La tradición judía tomaba el ayuno y algunas otras prácticas religiosas con tal fervor e importancia, que muchas veces se olvida su objetivo principal que era unirse a Dios, reconocerlo y darle gracias. 

Pero cuando estas acciones pierden su objetivo principal y olvidan las raíces de donde brotaron, se convierten en cargas difíciles de soportar, sin lograr su objetivo.

Al responder Jesús a los discípulos de Juan sobre las causas de no ayunar, nos hace recapacitar también a nosotros sobre la importancia de la presencia del Esposo en medio de nosotros. Y también para nosotros es cuestionante si estamos viviendo lo esencial del Reino o si nos hemos enredado solamente en cosas superfluas y ritos vacíos.

En un mundo cambiante, casi a diario se nos cuestiona sobre la esencia del Evangelio y corremos el riesgo de, en nuestro afán de novedades, ofrecer parches nuevos y posturas atrayentes, pero olvidándonos de lo esencial.

Pero el otro peligro es querer anquilosarnos en ritos y ceremonias que no son esenciales al Evangelio y que solamente producen falsas seguridades.

El Evangelio es siempre novedad y hoy tiene también esa fuente de vida que ofrece a la humanidad, pero debemos ser fieles. No se trata solamente de reglas, el evangelio es vida y es la misma vida de Jesús ofrecida al mundo de hoy, para sus necesidades, para sus dificultades y sus propuestas.

Cristo también tiene una respuesta para el hombre de hoy
¿Cómo la estamos viviendo?
¿Cómo hemos respondido a las fuertes exigencias del Papa que quiere una Iglesia renovada, joven y vigorosa?






Viernes 03 de Julio

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Santo Tomás, Apóstol

  • Efesios 2, 19-22: “Ustedes han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles”
  • Salmo 116: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”
  • San Juan 20, 24-29:“¡Señor mío y Dios mío!”

Cuando imaginamos el grupo de los apóstoles y los contemplamos a cada uno de ellos en su personalidad y en su muy diferente carácter, podemos imaginar lo humano que es Jesús para aceptar a cada uno como es y para hacerlo sentir especial y amado por él.

Hay algunos que destacan más a través de las narraciones de los Evangelios por muy diferentes aspectos. Tomás es uno de los más citados y conocidos sobre todo por San Juan que se empeña en presentarnos diferentes facetas de este discípulo tan especial pero que se hace más cercano a cada uno de nosotros. 

Ya en el anuncio de la subida de Jesús a Jerusalén expresaba sus temores, pero a pesar de ello está dispuesto a seguirlo y dice con cierta ironía: “Vayamos pues y muramos con él” (Jn 11,16).

Cuando Jesús en la última cena abre el corazón a sus discípulos y les anuncia su partida, es Tomás quien reclama que no entiende ni a dónde va, mucho menos va a saber el camino (Jn 14, 1-6). Éste es Tomás, un poco sarcástico y siempre muy humano.

El pasaje que hoy hemos leído y que con frecuencia citamos cuando dudamos de algo: “Yo como Santo Tomás, hasta no ver no creer”, nos ayuda a captar de un modo más cercano todo lo que debió ser para aquellos asustados discípulos, la resurrección del Señor.

El camino de Tomás es el largo itinerario que va desde la humana desconfianza, hasta la plena confesión del arrodillado que humildemente exclama: “¡Señor mío y Dios mío!”.  Ese es nuestro mismo camino, desde la humanidad, desde lo cotidiano, desde lo muy concreto, descubrir la presencia de Jesús en medio de nosotros.

Ese Jesús capaz de recordarnos que Él es el camino, la verdad y la vida. Ese Jesús que es cierto que habla de la cruz pero como un camino de salvación.

Ese Jesús que es capaz de invitarnos a tocar sus llagas, a mirar sus heridas, para descubrir la verdad de su misión. También hoy Jesús nos invita a tocar sus llagas en el dolor de cada hermano que sufre, a meter la mano en la herida y a descubrir que ese hermano es el mismo Señor.

Hoy junto con Tomás también nosotros tengamos un encuentro con Jesús. Mostrémonos tan humanos como somos, pero dejémonos conducir por su camino para que también nosotros lo descubramos como nuestro Dios y nuestro Señor.






Jueves 02 de Julio

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  • Amós 7, 10-17: “Ve y profetiza a mi pueblo”
  • Salmo 18: “La voluntad de Dios es santa”
  • San Mateo 9, 1-8: “La gente glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres”

Señor Jesús, hoy hemos escuchado tu admirable poder y nos quedamos sorprendidos de tu forma de actuar. Eres maravilloso y te diriges a lo profundo del corazón. Nosotros también hoy estamos paralíticos y no podemos actuar. Nos han paralizado el miedo, la comodidad y el egoísmo.

Las situaciones cada día son más graves y nuestra forma de responder es cada día más inoperante. Estamos paralíticos, pero buscamos las soluciones solamente en el exterior. Como si el cuerpo entero de la sociedad se pudiera sostener por las apariencias y las normas externas. Queremos la salud de nuestra patria y estamos dispuestos a pequeños sacrificios, pero no estamos dispuestos a cambiar realmente de opciones, de actitud y de valores.

Quisiéramos que nos sanaras con tan sólo presentarte una oración y una súplica por este enfermo que yace paralítico. Y hoy, igual que en aquel tiempo, tu palabra va dirigida primero a lo más importante: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados”.  Sí, despertar nuevamente la confianza y la  esperanza de que no hay peor pecado que el pesimismo y la derrota.

Tus palabras son para alentar nuevas esperanzas y para tener confianza en que tú caminas a nuestro lado.

Dulce palabra la que diriges al paralítico de hoy: “Hijo”. Y después nos haces ver que estás dispuesto a reconstruir desde la raíz al hombre. Hay que quitar el pecado del corazón.

El pecado paraliza al hombre.
El verdadero pecado lo vuelve ambicioso, egoísta, cruel y sanguinario.
El pecado pudre las sociedades y desbarata la fraternidad.

Por eso antes que nada tenemos que reconstruir al hombre desde el interior y sólo tú puedes hacerlo. Pero tú siempre nos amas y siempre estás dispuesto a iniciar el proceso de reconstrucción.

Mira el corazón de cada uno de nosotros. Limpia nuestros pecados, purifica nuestras intenciones, fortalece nuestra voluntad e ilumina nuestra inteligencia. Sólo entonces podremos ponernos de pie y sostenernos en la lucha. Sólo entonces podremos volver a la casa paterna y compartir el amor de nuestro Padre con los hermanos.

No nos dejes caer en la falsedad de creer que se puede construir desde el exterior. Sólo tú puedes perdonar los pecados.

Señor, Jesús, sana a este pueblo que se encuentra paralítico y sin esperanza. Renueva el ánimo y el deseo de levantarse y de volver a casa, a la casa del Padre.






Miércoles 01 de Julio

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  • Amós 5, 14-15. 21-24: “Aleja de mí el ruido de tus canciones y que tu justicia fluya como un torrente”
  • Salmo 49: “Dios salva al que cumple su voluntad”
  • San Mateo 8, 28-34: “¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

Me cuestiona e impresiona mucho el final de esta narración.

Toda la gente salió de la ciudad y le suplicaron a Jesús que se fuera de su territorio. Todo lo contrario, a lo que normalmente hacen los necesitados. Solamente los escribas y fariseos, o las autoridades, le negaban a Jesús la oportunidad de escucharlo y cuestionaban su palabra. Pero que un pueblo no quiera escucharlo es realmente sorprendente.

Ya llama la atención que en el inicio de este pasaje los dos endemoniados, pidan a Jesús que no se les acerque. Así tenemos uno de esos raros pasajes que la presencia de Jesús es incómoda y causa malestar entre los mismos necesitados.

Se ha hablado muchas veces que la razón para que los gadarenos le negaran el acceso a Jesús es a causa de haber perdido sus cerdos y estarían mirando más por sus intereses económicos que por el bienestar de la persona. Y entonces es muy comprensible su reacción.

Cuando se trata de dinero se pierde la amistad.
Cuando se trata de dinero se olvidan hasta los parentescos o los derechos humanos.

La ambición ha corroído el corazón humano y caemos fácilmente en sus garras.

El Papa Francisco constantemente esté previniéndonos de esta tentación de confiar más en los bienes materiales y en el dinero que en Jesús. La riqueza ocupa el lugar de Dios.

Ya en la primera lectura del profeta Amós, el Señor detesta los sacrificios y las fiestas porque no hay justicia. Si los tribunales se venden, si se oprime al pobre, no puede haber verdadero sacrificio.

Por desgracia entre nosotros, a todos los niveles, es muy común que el dinero corrompa las conciencias. El verdadero problema del narcotráfico es que proporciona mucho dinero a los traficantes y entonces se olvidan del mal que están causando.

Igual que a los gadarenos les importa más su negocio que pervertir criaturas pequeñas, que socavar bienestar de las familias, que destruir vidas. Pero también a nivel de cualquier persona, tendremos que cuidar si no queremos encontrarnos con Jesús porque preferimos mirar nuestros negocios.




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