Reflexiones y comentarios 2da. quincena Agosto 2020

31/08/2020
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Monseñor Enrique Díaz Díaz
Obispo de la Diócesis de Irapuato

Lunes 31 de Agosto

(escuchar audio)

  • I Corintios 2, 1-5: “Les he anunciado a Cristo crucificado”
  • Salmo 118: “¡Cuánto amor, Señor, hacer tu voluntad!”
  • San Lucas 4, 16-30: “Me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva – Nadie es profeta en su tierra”

A partir de hoy iniciamos en nuestra lectura continua diaria, el evangelio de San Lucas y hoy nos ofrece sus cartas de presentación.
Con un texto que resume la actividad de Jesús y nos lo dibuja de cuerpo entero, nos adentra en las líneas fundamentales de su mensaje: La Palabra, el Espíritu, la Buena Nueva, la pobreza, el camino y la liberación.

El texto que acabamos de escuchar es un programa no sólo para Jesús sino para sus discípulos, para su Iglesia.
Si queremos ser fieles al llamado tendremos que confrontarnos con estos criterios.
Frente a un mundo desgarrado, sumido en guerras y pleitos, en ambiente de desigualdad y desequilibrio, Dios no se queda mirando desde lejos.
Se acerca en su Hijo Jesús y le confía por medio de su Espíritu una misión de alegría, de esperanza y de liberación.
Es la misión que Jesús día a día realizará en los campos y montañas, en los caseríos y en la ciudad: “proclamar el año de gracia del Señor”.

Es texto base para que cada uno de nosotros también tomemos el camino.
Dios se ha hecho rostro, pobreza y caricia en Jesús que se nos presenta en la sinagoga.
Desde entonces el hombre no camina solo.
Tiene esperanza, tiene senderos por donde encaminarse y estos son muy claros: dejarse llenar del Espíritu, conformar toda la vida a sus inspiraciones; y hacer muy clara la opción por los desheredados, por los ciegos, por los encarcelados y los pobres.

El papa Francisco nos ha recordado en su Exhortación que una evangelización sin el compromiso serio con el hermano queda trunca y es falsa.
Que el criterio para saber si es auténtica nuestra evangelización serán las acciones concretas que realicemos frente al hermano.
Cristo tuvo sus opositores al proclamarse cercano al necesitado.
Hoy mismo, se nos recuerda que muchos no estuvieron de acuerdo con Él y trataron de despeñarlo.

¿Cuál será nuestra postura ante el Señor Jesús?
¡La misma que adoptemos frente al hermano desamparado!
Ojalá nosotros no tratemos de deshacernos de Él, no lo queramos arrojar a la barranca, no demos la espalda a quien es nuestro hermano, porque en el hermano se encuentra Jesús.






Domingo 30 de Agosto
Domingo XXII Ordinario

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¿Dios vs. el mundo?

  • Jeremías 20, 7-9: “Soy objeto de burla por anunciar la palabra del Señor”
  • Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti”.
  • Romanos 12, 1-12: “No se dejen transformar por los criterios de este mundo”
  • San Mateo 16, 21-27: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo”

Hay en las lecturas de este día una especie de contraposición entre los valores de Dios, los valores de Jesús, frente a los valores del mundo. La gran reprimenda que se lleva Pedro al recomendar a Jesús que no asuma la cruz, la muerte y la resurrección, se basa en tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres”. San Pablo también exhorta a los Romanos para que no se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. Y Jeremías exclama entre gritos de dolor y desesperación que se ha dejado seducir por el Señor y que proclama un mensaje que no aceptan los hombres. Se muestran sorprendidos, pues, los hombres de Dios, Pedro, Jeremías y Pablo, porque la forma de actuar de Dios se aleja del mundo de ilusiones y de ambiciones de los hombres. Una de las características de Jesús es este estilo de vida que trastoca los planes del mundo, que actúa desde lo pequeño y que construye desde lo despreciable.

Sin entender la cruz

Pedro había encontrado la alabanza al confesar que Jesús era el Mesías, y se muestra orgulloso y seguro al proclamarlo como Hijo de Dios vivo. Y tiene toda la verdad, pero nunca se imagina que el camino del Mesías será a través de un enfrentamiento a muerte con los poderes de este mundo hasta verse excluido, marginado y condenado. El camino de Jesús no es el camino de los éxitos y los triunfos, del poder y de la fama. El camino de Jesús es el camino de la verdad, del servicio, del encuentro. A muchos de nosotros nos encanta vitorear a Jesús, pero, al igual que a Pedro, nos cuesta entender que la tarea de Jesús y su proyecto de salvación se tengan que realizar mediante el sufrimiento, la exclusión, el fracaso y la muerte. Igual que a Jeremías, nos fascina y nos seduce la misión de Jesús, pero después, cuando encontramos las consecuencias, tenemos miedo, nos angustiamos y quisiéramos volver a los criterios del mundo pues anunciar la palabra del Señor nos convierte en objeto de burlas.

En el centro de la cruz

Algunos han querido dar un significado de “tomar la cruz”, como una aceptación masoquista del sufrimiento y la miseria, o una actitud conformista ante la pobreza y la injusticia. No es éste el sentido que le da Jesús. Jesús no ama ni busca arbitrariamente el sufrimiento ni para Él ni para los demás, como si éste encerrara algo especialmente grato a Dios. Una de las características de su misión fue precisamente aliviar el sufrimiento, buscar la verdadera justicia, saciar el hambre y sanar los dolores. Simbólicamente la cruz de Jesús manifiesta la plenitud de las relaciones del hombre: relación con Dios expresada en la parte superior; encarnada en la naturaleza y en el cosmos como lo manifiesta la parte inferior; y abierta y comprometida con todos los hombres como lo indican sus brazos. En el centro encontramos el cruce de los caminos de Dios y del hombre hecho carne en Jesús mismo. No es pues ninguna negación del universo, ni una vida de angelismo; no agrada a Dios el sufrimiento y la pobreza, sino el verdadero equilibrio en las relaciones interiores y exteriores de cada persona. Cuando se asumen los criterios que el mundo nos propone como la ambición, el egoísmo, la fuerza, el placer, acaba destruyéndose el hombre a sí mismo, a la naturaleza y a sus hermanos. En el centro de la cruz encuentra el hombre su propia realización.

¿De qué le sirve al hombre?

Cristo viene a darnos la verdadera dimensión de cada persona que no está limitada ni encuadrada en las barreras que le ponen los intereses mundanos del utilitarismo, del comercio y triunfalismo. La propuesta de Jesús es construir un mundo de hermanos, un mundo de dignidad, un mundo que se reconozca amado por Dios Padre. Y por querer construir este mundo, Jesús se encontró con el sufrimiento y el rechazo. Sus discípulos asumirán también esas cruces que nacen del seguimiento fiel a Cristo. Es posible ese otro mundo, pero para lograrlo hay sufrimientos, rechazos, conflictos y cruces que el cristiano ha de asumir siempre, pero sólo así será posible una vida plena. Parecerían contradictorias las palabras de Jesús: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?”  Pero es la realidad, cuando rechazamos vivir la dinámica de la cruz todo se vuelve en nuestra contra. Al haber roto con Dios, la vida pierde el sentido y vagamos sin rumbo; al haber destrozado la naturaleza, nos sentimos agredidos y como extraños en nuestro propio mundo; y al haber roto con los hermanos nos perdemos en nuestra soledad y egoísmo. Perdemos el centro y el equilibrio de nosotros mismos. ¿De qué ha servido nuestro esfuerzo si nos encontramos en la peor de las infelicidades? El hombre sólo puede ser feliz cuando se encuentra en armonía con Dios, con la naturaleza y con los hermanos. Parecería una pesada cruz, pero es una cruz que da vida y más si lo hacemos al estilo de Jesús: por amor, con amor y en el amor. ¿Cómo cargamos nuestra cruz? También para nosotros son las palabras de Jesús: “Toma tu cruz y sígueme”, entonces encontraremos la verdadera felicidad. Sólo la cruz de Jesús da vida.

Padre lleno de ternura, de quien procede todo lo bueno, inflámanos con tu amor y acércanos más a ti, a fin de que descubriendo la vida que nos trae la cruz de Jesús, la llevemos con alegría y fidelidad para construir su Reino de Amor.
Amén






Sábado 29 de Agosto

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El Martirio de San Juan Bautista

  • 1Corintios 1, 26-31. “Dios ha elegido a los débiles del mundo”
  • Salmo 32: “En el Señor está nuestra esperanza”
  • San Marcos 6,17-29: “Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista”

Entre los recuerdos de infancia, vienen a mi memoria las representaciones que en torno a la Semana Santa se hacían en mi pueblo y se han quedado en mi mente algunos episodios que en la imaginación infantil causaban mayor asombro.
Uno de ellos es el martirio de San Juan Bautista, que hoy recordamos.
Se me hacía imposible que alguien pudiera llegar a los extremos de mandar cortar  la cabeza a otra persona tan sólo porque le reprochaba su forma de vivir y menos como fruto de un atractivo baile.

Ciertamente es uno de los episodios más trágicos del Nuevo Testamento, pero no queda lejos de los acontecimientos actuales, ni del actuar del hombre que se ve sometido a los ídolos que atan su voluntad.
No podemos desconocer que la ambición y el dinero corrompen y descomponen a la persona, que el poder aleja del pueblo, oscurece la mente y endure el corazón, que la pasión y el placer hacen perder la razón y la objetividad.

El Papa Francisco nos previene diciéndonos que el demonio es astuto y que se cuela en donde menos lo pensamos.
Los tres ídolos de los que él se vale y que atan el corazón del hombre aparecen en este relato.
Los tres ídolos que en la actualidad someten voluntades y tienen al país al borde el precipicio.
Los crímenes que vemos actualmente han superado lo que nos presenta el evangelio: degollados, quemados, entambados, desaparecidos, la injusticia y la corrupción; y todo en aras de los mismos ídolos que sometían a Herodes y a su familia.

Entonces aparece con mayor nitidez y valor la actitud de Juan el Bautista.
Frente a las injusticias muchas veces nosotros preferimos callar o hacernos los disimulados.
Hoy como ayer la palabra verdadera y la denuncia honesta provocan malestar y tienen consecuencias para quien las hace.
La reacción de quien se siente desenmascarado es siempre la misma: destruir, maltratar, difamar… Pero la valentía y honestidad de Juan son un ejemplo para cada uno de nosotros.

Tenemos que cuidar no atar nuestros corazones a estos ídolos y además necesitamos alzar nuestra voz sin miedo para denunciar toda injusticia y mentira.
¿Qué nos dice hoy Juan Bautista?






Viernes 28 de Agosto

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San Agustín de Hipona.

  • 1Corintios 1, 17-25: “Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero sabiduría de Dios para los llamados”
  • Salmo 32: “El amor del Señor llena la tierra”
  • San Mateo 25,1-13: “Ya viene el esposo, salgan a su encuentro”

Tarde te conocí, tarde te amé”, dice San Agustín no muy en consonancia con el Evangelio de este día.

Aunque para él no fue demasiado tarde, se lamenta de su vacío y despreocupación anteriores. ¿Y nosotros?...
Me tocó participar en la profesión perpetua de una hermana clarisa.
Frente al altar se colocó una lámpara encendida, recordando la parábola de este día y queriendo significar que la vida de esta joven estaba toda en manos del Señor.
Me explicaron que era un símbolo de la entrega y la señal de que esta joven siempre estaría en la presencia del Señor. 

¿Será una parábola solamente para los consagrados?
Todo lo contrario, es para todo discípulo de Jesús que siempre y a todas horas debe estar en vigilancia.
No tiene el sentido apocalíptico de la espera del último día, sino que se centra en la actitud del cristiano que siempre y a todas horas debe estar atento a la venida del Señor y esperándolo.
Hay rasgos que nos cuesta entender como la actitud de las compañeras previsoras que se niegan a dar de su aceite a quienes se les apagan sus lámparas, o también no se entiende en la dinámica del amor generoso del Padre, que le cierre con la puerta en la nariz a quien estuvo toda la noche en vigilia.

Estos detalles sólo adquieren su verdadero significado si pensamos en la exigencia de Jesús de estar alerta siempre, a toda hora, sin ningún pretexto, previniendo todos los contratiempos.
Sólo así se puede construir el Reino de los cielos.

El Reino no se puede lograr si somos cristianos adormilados y conformistas ante situaciones imprevistas o dolorosas.
El mundo con sus atractivos nos ha adormilado y nos ha llenado de actividades secundarias que hacen que nos olvidemos de lo más importante.

Esta parábola viene a despertarnos y hacernos sensibles a la construcción del Reino.
No nos podremos adormilar, no podremos dejar que se apague nuestra lámpara, siempre debemos estar atentos.

Ya San Pablo les insiste a los Tesalonicenses que “vivan como conviene, para agradar a Dios, a fin de que ustedes sigan progresando”.
Una lámpara representa la actitud diaria del discípulo que busca en todo y de todas formas ser fiel a Jesús.






Jueves 27 de Agosto

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Santa Mónica

  • 1 Corintios 1, 1-9: “Por Cristo, Dios los ha enriquecido en todo”
  • Salmo 144: “Siempre, Señor, bendeciré tu nombre”
  • San Mateo 24, 42-51: “¡Estén preparados!”

Cierto día un hombre me comentaba que había sufrido un grave accidente automovilístico.
Su auto quedó destrozado, aun no se explica cómo él salió casi ileso, unos pocos rasguños, algún golpe leve, pero nada importante.
Pero los días siguientes, estuvo inquieto y nervioso pensando que por poco y muere. “Es estremecedor saberse tan cercano a la muerte. Me siento como si se me hubiera dado una nueva oportunidad, como si hubiera vuelto a nacer”.

La muerte y el final, es algo que casi nunca pensamos, pero es una realidad muy cercana y que a cada momento la estamos encontrando.

Lo que Jesús nos propone en este pasaje es tener muy presente esta realidad, no para asustarnos, sino para estar vigilantes y siempre dispuestos al servicio.
Velar y estar preparados, es una actitud positiva frente a la vida.
Implica vivir en la presencia del Señor, en oración y buscando cumplir su voluntad.

Con el ejemplo del mayordomo, Jesús además nos muestra el verdadero camino de la vigilancia: el servicio. Lo que tenemos, lo que somos, todo es regalo que Dios ha puesto en nuestras manos, pero nos ha sido otorgado para poder compartirlo, distribuirlo y “dar el alimento oportuno” a los demás.

Que diferente es cuando se asume que somos limitados en el tiempo y que lo que tenemos es solamente un tesoro que se nos ha dado para administrarlo.
Cuando comprendemos la dinámica de la generosidad de Dios que nos coloca como servidores suyos para hacer el bien, cambian todas las perspectivas de nuestra vida.
No tiene sentido el acaparamiento ni los orgullos desmedidos, no tiene sentido el engaño para obtener más, no tiene sentido dejar sin comer a los demás.
Nadie puede darse a la buena vida, “comamos y bebamos que mañana moriremos”, pues tenemos responsabilidades serias frente a los hermanos.

Es una falsedad cuando se esgrime que con mi sudor lo he ganado y yo puedo hacer lo que me dé la gana.
Siempre estará sobre nuestra conciencia el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos.
Ojalá que ,sin atemorizarnos, sí tomemos muy en cuenta estas palabras de Jesús que nos invitan a la vigilancia, a estar alertas y a sentirnos responsables del servicio a nuestros hermanos.






Miércoles 26 de Agosto

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San Junípero Serra

  • 2 Tesalonicenses 3, 6-10. 16-18: “El que no quiera trabajar, que no coma”
  • Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor”
  • San Mateo 23, 27-32: “Ustedes son los hijos de los asesinos de los profetas”

Hay muchas formas de enseñar.
Jesús lo hace con su ejemplo, pero también contraponiendo la conducta de los escribas y fariseos a su forma de actuar.
Son muy duras sus palabras al compararlos con los sepulcros.

En nuestros tiempos evitamos abrir los sepulcros por el peligro de contaminación, entre los israelitas se añadía el sentido de la impureza.
Así que cuando acusa a los escribas y fariseos de ser sepulcros blanqueados es más fuerte su sentido.
No sólo el horror y el natural disgusto que causa el mirar los huesos descompuestos, sino se le añade el sentido moral de la impureza.

San Pablo por su parte en la carta a los Tesalonicenses también arremete contra quienes no actúan, viven en la ociosidad.
Son célebres sus palabras: “El que no quiera trabajar, que no coma
Y no lo dice en el sentido mercantilista y comercial que ahora se le quiere dar, donde si la persona no produce se le deshecha y se le desprecia, sino como una acusación contra la ociosidad y la pereza.

Así, juntos Jesús y Pablo, con sus fuertes críticas nos enseñan lo que no deberá hacer un verdadero discípulo: ni vivir en la pereza, ni aparentar lo que no es.

Pablo se pone de ejemplo que para sobrevivir supo ganarse la vida con sus propias manos…

Jesús también con sus manos supo ganarse el pan.

Hoy hay muchos que no encuentran trabajo, pero también encontramos personas que viven a expensas de los otros, como zánganos que se aprovechan del esfuerzo de los otros.
Aprendamos hoy el valor del trabajo y el valor de la honestidad y la sinceridad.
No esperemos que alguien venga a descubrirnos.
Igual que a los fariseos, Cristo nos dice que, si no hacemos caso a sus palabras, tampoco hubiéramos hecho caso a un profeta que nos viniera a hablar directamente.

Los tiempos, las circunstancias, la Palabra del Señor, deben ser nuestros guías para ponernos a construir activamente el Reino de Dios.
Son dos pilares que nos propone Jesús: el trabajo que dignifica y la sinceridad que acerca, que da confianza y que construye comunidad.






Martes 25 de Agosto

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San Luis, rey de Francia
San José de Calasanz

  • II Tesalonicenses  2,1-3. 14-17: “Conserven la doctrina que les hemos enseñado”
  • Salmo 95: “Alégrense los cielos y la tierra”
  • San Mateo 23,23-26: “Esto es lo que debían practicar, sin descuidar aquello”

En días pasados una adolescente estaba muy triste y lloraba porque algunas de sus compañeras la habían borrado de sus redes del internet.
Se preguntaba qué tendría que hacer para ser aceptaba nuevamente y no sentirse “extraña” entre sus condiscípulos.
Tenía gran preocupación porque se sentía diferente.
Sin embargo, al preguntarle si consideraba amigas suyas a quienes la “borraron”, decía que solamente tenía dos verdaderas amigas, pero que se sentía mal tener una imagen negativa ante el grupo.

Y es que tanto en el tiempo de Jesús como en nuestra época se tiende a darle más importancia a lo accesorio que a lo fundamental.
Ya dice el refrán “lo malo no es robar, lo malo es que te descubran robando”. 
Es decir, tener buena fama, dar la imagen y no importa lo que hay en el corazón.

Jesús nos enseña todo lo contrario y lo hace lanzando improperios contra los escribas y fariseos que se especializan en aparentar pero que no miran al interior ni cuidan lo profundo del corazón.
Cumplir con normas, aparecer como bueno, son sus preocupaciones, pero descuidan lo más importante: la justicia, la misericordia y la fidelidad.

¡Cuántas cosas tenemos que cambiar para entender estos criterios de Jesús!

Ya aparecen en estos días los posibles nuevos candidatos a puestos públicos, cuidando muy bien su imagen, bien maquillados, con sonrisa complaciente y con promesas atrayentes, pero todo parece “fachada”, “exterior” y no permiten ver sus verdaderas intenciones.

¿Por qué será que nos atrae tanto la publicidad, la fama y el nombre que nos vamos haciendo frente a los demás?
No solamente los candidatos, sino toda persona, y en especial los jóvenes, luchan por conservar esa imagen que se ha ganado a base de esfuerzo.

Jesús rechaza fuertemente que lo importante sea lo exterior y condena a quienes prefieren las apariencias sobre la justicia y la verdad.
Tendremos que luchar nosotros mucho para no caer en esa tentación y para sobrevivir a este mundo de apariencias y falsedades.

También nosotros estamos tentados a limpiar solamente el exterior, de pagar los diezmos de la apariencia, pero no en convertirnos en una fuente interior o buscar los caminos de la verdad.
Contemplemos a Jesús, escuchemos con atención sus condenas y miremos nuestras vidas… ¿qué nos hace pensar?
Pidamos que nos conceda la sinceridad y la transparencia necesarias para ser sus discípulos verdaderos.






Lunes 24 de Agosto

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San Bartolomé, apóstol

  • Apocalipsis 21,9b-14: “Sobre los doce cimientos estaban escritos los nombres de los apóstoles”
  • Salmo 144: “Señor, que todos tus fieles te bendigan”
  • San Juan 1, 45-51: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”

Acercarse a cada uno de los discípulos con la finalidad de encontrar a Jesús es una tarea hermosa al leer los evangelios.
¿Qué pensaría cada uno de los seguidores de Jesús y cómo tendría que cambiar toda su forma de pensar al encontrarse con Él?

Hoy tenemos la oportunidad de encontrarnos con Bartolomé o Natanael que siendo un israelita sincero aparece con todas las cualidades, pero también con todos los defectos del pueblo israelita.
Al recibir la noticia por parte de Felipe de que ha encontrado al Mesías y enterarse de que es originario de Nazaret, no puede disimular todo el desprecio que se tiene por aquellas regiones de frontera, más propicias para los sincretismos y los fanatismos, que para una verdadera propuesta religiosa.
Y sin embargo,  Jesús ha escogido estos espacios para desde ahí y con estas personas iniciar su gran aventura.

La actitud de Bartolomé también refleja la actitud de muchos de nosotros, aun diciéndonos cristianos, que nos llenamos de prejuicios y que descalificamos propuestas y experiencias que pueden ser muy valiosas, pero que provienen de quienes consideramos pequeños, diferentes o incapaces.
A pesar de esta primera expresión, Bartolomé se arriesga a seguir el consejo de Felipe de acercarse y contemplar.
¿No es cierto que cuando nos acercamos a las personas y permitimos el contacto con ellas cambian nuestras opiniones?

Lo mismo le sucede a Bartolomé.
Si él había juzgado con prejuicios a Jesús, Jesús en cambio al mirarlo puede descubrir su interior y lejos de alejarse por las actitudes discriminatorias proferidas por quien aún no lo conoce, hace un elogio de su persona.
Hablar de Bartolomé como de un israelita en el que no hay doblez, es una alabanza grande.
No asume actitudes hipócritas, no se vale de la religión para su provecho, no tiene un doble corazón.

Al escuchar a Jesús, al mirarse descubierto por él no para acusarlo sino para aceptarlo, Bartolomé hace una confesión de fe, que aun en este primer encuentro ya marca el camino que deberá seguir en todo su acompañamiento: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”.

Todo es verdad, pero todo será también descubrimiento y tendrá que aprender de Jesús esta nueva forma de ser rey, esta nueva forma de acercarse Dios a los hombres.
Que en este día de la fiesta de San Bartolomé también nosotros descubramos la forma que nos mira Jesús, su camino desde Nazaret y su cercanía con nosotros.






Domingo 23 de Agosto
XXI Domingo Ordinario

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Una pregunta fundamental

  • Isaías 22, 19-23: “Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro”
  • Salmo 137: “Señor, tu amor perdura eternamente”
  • Romanos 11, 33-36: “Todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él”
  • San Mateo 16, 13-20: “Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos”

Jesús ha llegado a la mitad de su camino hacia Jerusalén. Después de haber dado de comer a miles de personas, después de haber sanado a la hija de la mujer cananea, después de haber vencido a las tempestades, pregunta a sus discípulos la opinión de la gente sobre su persona. No es que Jesús esté muy interesado en las encuestas de imagen y mucho menos que busque métodos para mover las masas hacia sus intereses, sino todo lo contrario: quiere hacer entender a sus discípulos que más allá de las imágenes y apariencias lo que verdaderamente importa es el encuentro que con Él hayan tenido y asumir los valores del Reino. Hace evidente el fuerte contraste entre las pretensiones desmedidas de quienes esperan un profeta o Mesías poderoso y los caminos sencillos de servicio, entrega y humildad que escoge Jesús. La gente dice que es un profeta, pero lo espera a su modo y a su estilo que confirme sus ambiciones y que sostenga sus intereses. La confesión de Pedro va mucho más allá y refleja la influencia que el Resucitado ha tenido en la elaboración del evangelio. Pero no nos hagamos demasiadas ilusiones: Pedro afirma categórica y correctamente lo que es Jesús, pero todavía está muy lejos de asumir sus valores y su forma de vivir. Ya se irá dando tropezones y tendrá que cambiar profundamente su corazón para amoldarlo al de Jesús.

La pregunta de Jesús de ningún modo queda sólo en el pasado. Hoy, más que nunca, se hace presente y hoy, más que nunca, debemos responderla con nuestra propia vida. “¿Y quién dicen ustedes que soy yo?” Desde luego es una pregunta comprometedora, para algunos casi ofensiva. Para otros, es una pregunta brotada del amor sincero que Jesús tiene por nosotros.

¿Y quién es Jesús para mí?
Contestaciones de catecismo y de teología barata, todos tenemos alguna. No es una pregunta de un examen de historia antigua o contemporánea. No son pocos los ateos que lo saben todo de Jesús. También los fariseos que le espiaban se sabían todo de Él, su padre, su madre, sus parientes, su edad, sus correrías por Palestina. Hay muchos que aducen palabras de Jesús para reforzar sus propias ideologías o para justificar las discriminaciones, las condenas y los juicios a los demás. Por otra parte es triste constatar que muchos de los que se dicen católicos o cristianos, no se tientan el corazón a la hora de cometer injusticias, de romper la fraternidad y de asumir criterios contra la vida. Se da la paradoja de que hombres y mujeres que por una parte afirman ser “católicos”, por otra parte no se suman a la construcción del reino, a la lucha por la justicia o a velar por los derechos del más débil. Quisiéramos ser cristianos sin cruz. A Jesús no le interesa una imagen o una respuesta de encuesta, a Jesús le interesa una respuesta con la vida.

Me impresiona la condena que lanza Isaías en la primera lectura contra el que se supone sería un servidor del Señor. Ha abusado del poder y siendo solamente un mayordomo del palacio se ostenta como rey con manifiesta arrogancia, cometiendo arbitrariedades y despreciando al Señor. Quien tenía que ser el servidor y cuidar del pueblo, se convierte en su tirano y opresor. El Señor lo condena y presenta un nuevo servidor a quien entregará las llaves del palacio y lo hace firme como un “clavo en el muro”. Palabras tajantes de Dios. Palabras que denotan el límite de su divina paciencia. Palabras que han de resonar en nuestros propios oídos como la justa amenaza de este Dios nuestro, Padre de bondad, que, precisamente por serlo, utiliza con sus hijos cuantos medios existen para reducirlos al buen camino. También la amenaza seria y el duro castigo.  No bastan pues confesiones, por más completas y bellas que sean. Los caminos de Dios no siguen el rumbo de las personas engreídas y falsas que asumen el poder para conseguir sus propios caprichos. Pedro, al hacer la confesión de fe, tendrá que iniciar un largo camino de aprendizaje junto a Jesús. Tendrá que descubrir todo lo que significa esta confesión hasta entregar su propia sangre en la cruz como lo ha hecho el mismo Jesús.

Por otra parte la pregunta de Jesús encierra una gran dosis de confianza y de cariño a quien se la hace. Es la pregunta del enamorado queriendo mirar el corazón de la persona amada, es un reclamo de amor. Creo que cada uno de nosotros tendremos que hacer ese espacio de intimidad para dejarnos cuestionar por Jesús: “, ¿quién dices que soy?”
Acerquémonos hasta Él y dialoguemos en confianza haciendo una confesión sincera de fe pero poniendo delante de  Jesús cuáles son nuestros criterios, cuáles son nuestras prioridades, en qué ocupamos nuestro tiempo y confrontémoslos con las exigencias del Reino. El amigo sincero nos ayudará a descubrir, con valentía y amor, nuestras heridas y nuestras contradicciones. Nos hará ver si nuestro corazón está respondiendo a la revelación que hace nuestro Padre Dios, o si más bien seguimos los criterios del mundo y nos movemos entre el vaivén de los modernos ídolos que nos someten con sus dulces cantos y nos envuelven en sus mentiras y falsedades. Hagamos un alto en el camino y atrevámonos a responder sinceramente quién es Jesús para nosotros,  y después confrontémoslo con la vida para ver si son realidad nuestras palabras.
¿Realmente vivimos lo que decimos creer?
¿Se puede ver en nuestro actuar la relación personal que tenemos con Él?
¿Tenemos diálogo con Él, le damos tiempo, lo tomamos en serio?
No tengamos miedo: quien deja entrar a Cristo en su corazón no pierde nada; al contrario, con su amistad se abren las puertas de la vida.

Dios Padre, que te has hecho presente de un modo inefable en el amor extremo que nuestro hermano Jesús ha vivido; haz que, como Él mismo quiso, viviendo su palabra, su ejemplo y su amistad, encontremos el camino hacia la realización de tu voluntad y la construcción del Reino de la Vida y del Amor. Amén.

Sábado 22 de Agosto

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Nuestra Señora María Reina

  • Ezequiel 43, 1-7: “La gloria del Señor penetró en el templo”
  • Salmo 84: “El Señor habitará en la tierra”
  • San Mateo 23, 1-12: “Los fariseos dicen una cosa y hacen otra”

Cuando el Papa Francisco ha denunciado la hipocresía y los chismes como graves obstáculos para la convivencia tanto en la sociedad como en la misma Iglesia, muchos se han sentido ofendidos y escandalizados.
Pero Cristo lo ha hecho primero.
Son duras sus palabras contra los escribas y los fariseos.
Nos hemos acostumbrado a escucharlas, pero a los ojos del pueblo de Israel parecería un insulto insoportable aquellas acusaciones que descalificaban a sus principales dirigentes.
Pero no son sólo palabras para aquel tiempo, son palabras muy actuales para todo el discípulo que quiere seguir a Jesús.
No cabe en el corazón la hipocresía, no se puede seguir a Jesús con la ambición de los primeros puestos, no se es discípulo cuando se esperan los honores y los reconocimientos.

¿Difícil el seguimiento?
Con frecuencia pretendemos acomodar estos reclamos a otras personas y nos escudamos en nuestra supuesta fidelidad para hacernos a un lado.
Sin embargo, también para nosotros son estas palabras.
No es extraño que a las personas que nos acercamos a Iglesia se nos tache de intransigentes frente a los errores de los demás cuando nosotros mismos hemos cometido peores faltas.
No es raro que quien se ostenta como predicador de la palabra quiera obtener provecho, reconocimientos y honores por su actividad profética.

También entre nosotros habemos quienes buscan que las cargas las lleven los demás, que los servicios los hagan los otros y que nosotros nos saltemos las leyes valientemente con excusas y justificaciones.
Ya la gravedad de la situación no es que nos dejemos llamar guías, sino que le quitemos el lugar a Jesús.

Lo intolerable es que nos creamos “padres”, dueños de la vida y de las decisiones, quitando el puesto a nuestro Padre Dios.

Las últimas palabras de este pasaje son las prescripciones en positivo de lo que se espera que haga el verdadero discípulo: “Que el mayor entre ustedes sea el servidor”, es todo el sentido de la vida de Jesús y el sentido que podemos dar a nuestra vida.

¿Cómo escuchamos estas palabras de Jesús?
¿Sólo las aplicamos a los demás?






Viernes 21 de Agosto

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San Pio X

  • Ezequiel 37, 1-14: “El Señor infundirá su espíritu a los huesos secos y revivirán”
  • Salmo 106: “Demos gracias a Dios, porque nos ama”
  • San Mateo 22, 34-40: “Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”

Cuando se ha intentado y no se encuentra respuesta, cuando se lucha y se fracasa, empiezan las dudas, el desaliento y por fin, la apatía y el desencanto.
Parecería que esto sucede con nuestra sociedad: frente al mal, la violencia y la corrupción, está tomando el camino de una frustrada resignación y aceptación de su impotencia.

Le pasa lo mismo que nos narra Ezequiel en la primera lectura cuando el pueblo de Israel exclamaba: “Nuestros huesos están secos; pereció nuestra esperanza y estamos destrozados”.

Sin embargo, el Señor le hace contemplar al profeta cómo al conjuro de su palabra los huesos se juntan y después reciben el Espíritu que les da nueva vida.
Así reconoce el pueblo que Dios es su Señor y que en Él tendrá su fuerza.
Quizás es lo que nos hace falta hoy en nuestra lucha contra el mal: obrar conforme a los mandamientos y deseos del Señor, sentir su presencia en medio de nosotros, sabernos pequeños y débiles para ponernos en su mano y confiar en el Espíritu que obra en medio de nosotros.

Este es un día para despertar la esperanza basados en las mismas palabras del Señor y en el ejemplo que nos ha dado cuando actúa a favor de su pueblo.
Claro que debemos cumplir sus mandamientos como nos lo recuerda el pasaje de San Mateo y buscar lo más importante y medular que es el amor a Dios y el amor al prójimo.
Quizás nuestros fracasos se basan en esta falta de amor en todas las esferas de nuestra sociedad, en sus estructuras, en la educación, en la familia.
Quizás muchas de nuestras frustraciones y soledades en estos días de pandemia es que confiábamos mucho en nuestras fuerzas.
Se pretende construir una sociedad más en las leyes que en el amor y nos olvidamos de lo fundamental.
Cuando olvidamos a Dios, cuando dejamos a un lado al prójimo, no podemos alcanzar el éxito en la construcción de una nueva sociedad ni de una nueva familia.

Miremos hoy cómo estamos haciendo nuestra lucha, si ponemos a Dios en el centro y el amor al prójimo como su fundamento.
Así podremos despertar nuevamente la esperanza basados en la palabra y la fuerza del Señor.






Jueves 20 de Agosto

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San Bernardo

  • Ezequiel  36, 23-28: “Les daré un corazón nuevo y les infundiré mi espíritu nuevo”
  • Salmo 50: “Crea en mí, Señor, un corazón puro”
  • San Mateo 22, 1-14: “Conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”

¿Te puedes imaginar una mesa donde todos puedan participar?
¿Te imaginas un mundo donde todos puedan tener lo necesario para vivir, para educarse, para sostener su salud?

Nuevamente una parábola y nuevamente una mesa de fiesta.
Son los temas preferidos por Jesús para darnos a conocer la naturaleza de la salvación.
Una invitación abierta que puede aceptarse o rechazarse, pero que trae consecuencias de muerte y autoexclusión.

La fiesta es para todos, ahí están llamados en primer lugar los amigos del novio… pero hay quienes con diferentes pretextos prefieren sus intereses personales a una mesa común.
Nada extraño en tiempos de Jesús, muchos menos extraño en nuestros tiempos.
Es difícil compartir la mesa con los demás.
La discriminación, la ambición, los intereses de grupo, la búsqueda de beneficios propios, no permiten abrir los ojos ni las puertas a los demás y se prefiere comer el pan en soledad.

Los invitados se niegan a participar del banquete de la vida y hasta se atreven a agredir a quienes los están invitando.
Es cerrarse ante la posibilidad de compartir y sentirse ofendido por una invitación a tener una mesa común.
No es raro en estos tiempos, donde la ambición ha creado guetos de poder que excluyen a los demás y los sienten como sus enemigos.
No son raros los espacios exclusivos para gente importante, las barreras que delimitan las clases sociales, los eventos solamente para unos cuantos.

El Señor abre la invitación a todas las gentes, especialmente a los más necesitados.
Y todos se sienten con derecho a participar.
Quizás nos llame la atención el reclamo a quien no lleva el vestido de fiesta ¿por qué rechazarlo si la invitación ha sido tan abierta?
Quizás la interpretación se refiera no tanto un vestido, sino una disposición.

Quien no está dispuesto a participar en común, quien está mirando egoístamente, quien busca su propio beneficio, no está preparado para la mesa común.

Cada uno de nosotros hoy estamos llamados, escuchemos la voz del que prepara el banquete, pongámonos el vestido de la fraternidad y participemos con todos los hermanos del banquete de la vida.






Miércoles 19 de Agosto

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San Juan Eudes
Beatos Pedro Zúñiga y Luis Flores, mártires.

  • Ezequiel 34, 1-11: “Les arrancaré mis ovejas de la boca y no se las volverán a comer”
  • Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”
  • San Mateo 20, 1-16: “¿Vas tenerme rencor porque yo soy bueno?”

¿No es desconcertante esta parábola para nuestra mentalidad?
Claro que sí.
Cuando se mira a la persona simplemente como factor de producción y no se tiene en cuenta sus sentimientos, sus necesidades, sus circunstancias, esta parábola no tiene ningún sentido.
Productivamente no es aceptable recompensar con un salario completo a quien ha trabajado solamente unas cuantas horas.
Y resulta peor si nosotros somos los que hemos trabajado todo el día y nos comparamos con quienes han estado unos momentos nada más en el centro de trabajo.
Cuando la producción y el negocio son prioridad, cuando las estructuras económicas dictan las leyes tenemos migrantes que mueren de hambre, personas mayores que no encuentran trabajo ni pensión, ancianos abandonados a su suerte y millones de pobres que son mirados como carga y como excedentes en este mundo materializado.

Todo se subordinada al dios dinero, se le ofrecen en sacrificio personas, naturaleza y corazones.
Pero en el Reino de los Cielos es muy diferente: no importa tanto la producción cuanto las personas; no se mide conforme a las máquinas, sino conforme al corazón.
Y entonces todo cambia, y entonces los mismos que han trabajado todo el día tienen el entusiasmo y la alegría de hacer partícipes a los demás de lo que han logrado y entienden que compartir da alegría.

Si no nos estamos comparando con los demás, si aceptamos los dones que el Señor les ha dado, si nos alegramos con los éxitos de los hermanos, encontraremos verdadera armonía interior.

El resentimiento por la bondad de otros, la comparación con los demás, o trae frustración y complejos, o trae orgullos y vanidades.
El regalo de la vida que el Señor nos ha dado, lo podemos disfrutar a plenitud y si lo compartimos, crece más.

Así es nuestro Dios: siempre da, siempre va en busca de todos, llama a todos hasta la última hora.
¿No estamos participando en la construcción del Reino y de la mesa común? ¡El Señor te llama, puedes responder ahora!
¿Ya estamos participando?
¡No cierres las puertas a los hermanos!
La alegría es plena cuando se comparte.






Martes 18 de Agosto

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  • Ezequiel 28, 1-10: “Eres hombre y no Dios, y te crees tan sabio como Dios”
  • Deuteronomio 32: “El Señor da la muerte y la vida”
  • San Mateo 19, 23-30: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”

Hay palabras de Jesús que de tanto oírlas y citarlas les hemos quitado su sentido y toda la fuerza que tenían.
Una de ellas es la declaración que hace sobre la riqueza.

Si pensamos en la ideología que privaba en tiempos de Jesús donde la riqueza se miraba como bendición y la prosperidad como signo de la rectitud de una persona, todavía se hace más fuerte su declaración.
De ahí la sorpresa de Pedro y los demás discípulos.
Pero Jesús no quita el dedo del renglón: la riqueza corrompe el corazón de los hombres.

Ya en sus tiempos las desigualdades eran insultantes, pero ahora en nuestros tiempos existe esta gravísima desproporción entre los que nada tienen y a los que todo les sobra.
Sí, unos cuantos poseen la mayor parte de los bienes y muchísimos padecen necesidad.

El Papa ha denunciado esta inequidad y nos asegura que mientras exista no podrá haber verdadera paz.
Que el corazón del hombre se endurece con la ambición y la tentación del poder puede seducirnos a todos.
A algunos esto les parece natural y se escandalizan cuando se insiste en la necesidad de una mejor distribución y en la hipoteca social que tienen los bienes terrenales.

Nadie tiene derecho a tener de más, mientras su hermano sufre necesidad.
Pero los bienes producen endurecimiento del corazón y nos hacen insensibles ante las necesidades.
Nos excusamos arguyendo la negligencia o el descuido de los demás que provocan sus propias carencias. Sin embargo,
Cristo sigue insistiendo: la riqueza corrompe el corazón.
Y necesitamos estar atentos ante este grave peligro para quienes se deciden a seguir a Jesús.

Los mismos apóstoles parecería que están buscando su provecho, como puede sucedernos ahora también a nosotros: buscar a Cristo con la finalidad de beneficiarnos personalmente, económicamente.

Jesús supo hacer vida esta consigna que propone a los apóstoles y a todo discípulo: vivió pobre, entre los pobres y supo ser feliz.
¿Qué nos dice hoy Jesús sobre nuestra forma de vivir, nuestros anhelos y nuestras ambiciones?
¿Dónde ponemos nuestro corazón?






Lunes 17 de Agosto

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  • Ezequiel 24, 15-24: “Ezequiel servirá de señal: harán lo mismo que él ha hecho”
  • Deuteronomio 32: “Abandonaron a Dios que les dio la vida”
  • San Mateo 19, 16-22: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y tendrás un tesoro en el cielo”

La dura experiencia del profeta Ezequiel que pierde a su esposa y que no puede hacerle duelo, sirve de señal para que el pueblo de Israel comprenda su infidelidad y el gran amor que el Señor le tiene.
El amor de Dios debía ser lo más importante.
Pero ellos olvidan esta preponderancia de su Dios.

Quizás a nosotros nos pase lo mismo: hay en nuestra vida muchos anhelos e ilusiones.
Decimos que tenemos ideales que queremos alcanzar y hasta hacemos ciertos propósitos, pero después descubrimos que tenemos el corazón atado a pequeñeces, a miserias, a pasiones y a la ambición.
Desde propósitos sencillamente buenos: como la ecología, el bienestar corporal, la relación con las personas, hasta propósitos que nos llevarían a un compromiso mayor: vivir plenamente el evangelio, comprometernos en serio con los hermanos, seguir a Jesús.

El ejemplo del joven del evangelio es muy real y muy actual.
También nosotros preguntamos qué es necesario para tener una plenitud de vida, pero también nosotros quisiéramos alcanzarlo con simples cumplimientos, con mediocridades, con irla pasando.
La respuesta de Jesús nos descubre una entrega completa.
No es simplemente ir cumpliendo mandamientos, que ya esto sería muy importante para nosotros, sino se trata de mirar el espíritu de esos mandamientos.

No se trata simplemente de no robar, sino de compartir con los demás; no se trata de no matar, sino de dar vida; no se trata sencillamente de no cometer adulterio, sino de aprender el verdadero amor.
Cristo siempre nos pide una entrega completa, así como Él la vivió.
Se ilusiona con invitarnos a cada uno a compartir la construcción del Reino… pero para esto tenemos que tener el corazón libre.
Y nuestro corazón se deja amarrar fácilmente por cuatro naderías: una pasión, el dinero, la ambición, el placer… y nos retiramos con la cabeza baja cuando no somos capaces de responder efectiva y comprometidamente a Jesús.

Hoy Jesús nos hace nuevamente esa invitación: dejar todo, mirar en cada pobre un hermano, escuchar su palabra y seguirlo.
Ofrece la verdadera felicidad, la que no depende cosas externas, la que se asienta en lo profundo del corazón.
¿Qué le respondemos hoy a Jesús?






Domingo 16 de Agosto
XX Domingo Ordinario

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  • Isaías 56, 1.6-7: “Conduciré a los extranjeros a mi monte santo”
  • Salmo 66: “Que te alaben, Señor, todos los pueblos”
  • Romanos 11, 13-15.29-32: “Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección”
  • San Mateo 15, 21-28: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”

Polvo, tristeza, abandono y extrema pobreza es lo que se aprecia al acercarse a aquella pobre casa. Bueno, casa es un decir. Unas cuantas tablas derruidas, mal colocadas, cubiertas con unas láminas que dan más la apariencia de una cueva que de casa, y por dentro un estrecho espacio lleno de suciedad. Su “propietaria”, una anciana indígena en el extremo de los abandonos. Sostenida por dos palos en lugar de bastones, casi se arrastra para salir a nuestro encuentro. No tiene a nadie, hace años que abandonó su comunidad y se vino a la ciudad esperando hallar refugio. El idioma, la ancianidad y la enfermedad no le permiten moverse y sólo está a expensas de la compasión de alguno de sus vecinos. Mujer, anciana, indígena, como extranjera en su propia tierra ¿Tendrá también derechos? Hay un mundo de marginación y pobreza, apenas disfrazado, en las colonias de las ciudades.

Las palabras de Isaías suenan como una utopía muy lejana aun para los israelitas. No quieren casi ni tomarla en cuenta. Ya tienen bastante con sus propios problemas como para imaginar que su templo se llena de extranjeros y que se hace santuario de todos los pueblos. Está bien que Isaías diga: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse”. Sí, pero ellos entienden la justicia sólo para ellos mismos y la salvación sólo para su pueblo. Como si la justicia y la salvación tuvieran fronteras que no pudieran traspasar. El Señor proclama a través de Isaías que su salvación y su justicia deben llegar a todos los pueblos. Es el grito de miles de migrantes que buscan justicia y que quieren salvación integral y que sólo encuentran abandono y hostilidad, pero hemos puesto barreras y cortinas para ocultar la pobreza y no ver el dolor. Exigimos justicia sólo para nosotros y esperamos salvación sólo a nuestro gusto. Somos capaces de exigir nuestros derechos, pero nos olvidamos de los derechos de los demás. Tenemos miedo al que viene de lejos, al que es diferente y pensamos que sólo son hermanos los que viven junto a nosotros. El Señor es Padre de todos y nos hermana a todos, es quien ha hecho los cielos y la tierra para casa común de todos los pueblos. ¿Por qué nosotros ponemos fronteras y discriminamos a los que vienen de lejos?  

Al igual que algunos pueblos en la actualidad, el pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento consideraba a los extranjeros como paganos y les negaba el trato y los derechos de hermano. Sin embargo, hay textos muy bellos que cuestionan profundamente estas actitudes. Así nos lo muestra el texto de Isaías y muchos otros que abren la justicia y la salvación a todos los pueblos porque nuestro Dios es Dios de todos. Últimamente se han hecho muchas marchas y muchas manifestaciones a favor de los migrantes, sin embargo, la actitud discriminatoria sigue siendo la misma y la situación que deploramos para nuestros connacionales, la vemos como normal y justificada de parte nuestra hacia los centroamericanos. De igual forma, los campesinos emigran a las ciudades y llegan con toda clase de desventajas: la cultura, la ignorancia de la ciudad y sus retos, la necesidad del trabajo, el hambre… En la ciudad, lejos de mirarlos como hermanos, los vemos como adversarios o abusamos de ellos pagando sueldos miserables, cometiendo injusticias y despreciándolos abiertamente. Las palabras de Isaías son también para nosotros. Tendremos que cambiar de actitudes y buscar caminos para hacer menos difícil e inhumana esta situación. Si miramos al que viene de lejos y con necesidad como hermano, seguramente nuestra actitud cambiará radicalmente. Luchemos por tener leyes más justas y equitativas también para estos hermanos.  Ayudemos y demos apoyo con verdadero amor a quienes hoy se encuentran en tierras extrañas para ellos y requieren de nuestra ayuda.

Atreverse es una de las características del hombre y de la mujer de fe. Nada de pasividades, nada de indiferencias, nada de conformismos. San Mateo nos presenta una mujer con todas las circunstancias en su contra: mujer, extranjera y con una hija poseída de la enfermedad (situación que la condena como a gente impura). Todo en contra y sin embargo se atreve a buscar la salvación de su hija. Los primeros resultados son desalentadores, las dificultades grandes y recibe del mismo Jesús el silencio y después una respuesta dura muy acorde con el pensamiento judío que se expresaba con desprecio de los extranjeros. Pero para ella no existen fronteras y acepta el reto. Transforma la imagen que Jesús le opone, y la presenta como la misma razón para ser atendida: “También los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Es búsqueda, es atrevimiento, es fe. Y así también, recibe la más grande alabanza de Jesús y obtiene la salud para su hija. Hoy necesitamos atrevernos, buscar soluciones a los problemas, buscar nuevos caminos para esta nueva realidad, con la seguridad de que Jesús camina con nosotros. El éxito de la mujer cananea es atreverse e imaginar a un Dios que va más allá de las fronteras de los hombres y cuyo amor y misericordia superan todas las barreras. Cuando la fe y el amor se unen no tienen fronteras. Quizás el pecado más grave de nuestros días sea la pasividad y el conformismo con el cual nos cobijamos y nos escudamos para no actuar y no atrevernos a construir el Reino. Es cierto son grandes empresas, pero para eso nos ha llamado el Señor y para eso está presente en medio de nosotros. ¿Podremos atrevernos en la búsqueda o seguiremos quejándonos de todos nuestros problemas con los brazos cruzados y con la fe y la esperanza tibias? 

¿Qué hay de fondo tras esta narración? Está toda la ideología del tiempo de Jesús donde Israel se autonombraba como el único portador de las esperanzas de salvación y llamaba infieles a los otros pueblos. Adoptaba una postura intransigente ante los pueblos paganos llamándolos incluso “perros” como sinónimo de incrédulo y en contraposición de la “oveja”, el arquetipo de la docilidad y pertenencia del pueblo. Por otro lado, está toda la discriminación y desprecio que la mujer israelita sufría considerada con frecuencia impura y ocasión de pecado. Xenofobia y discriminación a la mujer, dos lacras presentes también en nuestros ambientes. Jesús, a instancias de la mujer, rompe este muro discriminatorio y termina ofreciendo salvación y alabando la fe de aquella mujer extranjera. Precisamente de aquello de lo que más se enorgullecía Israel, su credo, ahora escucha una alabanza de fe, pero dicha en favor de una mujer, una mujer pagana, cananea. ¿Qué estamos haciendo nosotros frente a estos dos graves problemas?

Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo difundamos tu amor entre todos los hombres, respetemos la dignidad de cada uno, en especial de la mujer y los extranjeros, y hagamos vida el Evangelio de tu Hijo, Jesús.
Amén.






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