Ramón García Reynoso
Sacerdote de Torreón
y académico de la Universidad Pontificia de México
RECUPERAR LA ESPIRITUALIDAD DE JESÚS
1) Espiritualidad enraizada en la pasión profética
• Presencia alternativa
• Indignación profética
• Apertura a la esperanza
2) Espiritualidad centrada en el reino de Dios
• Buscar el reino de Dios y su justicia
• Los caminos del reino de Dios
• La oración del buscador del reino de Dios
3) Espiritualidad al servicio de una vida más humana
• La pasión por el Dios, amigo de la vida
• En dirección a los pobres
• Luchando contra los ídolos que dan muerte
4) Espiritualidad alentada por la compasión
• La compasión como principio de actuación
• La mirada compasiva
• Gestos de bondad
5) Espiritualidad sanadora
• Curar la vida
• Ofrecimiento de salud integral
• Impulsar un proceso de curación social
6) Espiritualidad creativa de responsabilidad ecológica
• Una mirada nueva sobre la Tierra
• Una nueva cultura de la solidaridad
• Una nueva ética de renuncia
7) A modo de conclusión
RECUPERAR LA ESPIRITUALIDAD DE JESÚS
Este es el tema que me propongo abordar en este Foro que trata de
buscar «Nuevos caminos para una nueva espiritualidad».
Lo hago desde la convicción de que nada hay más urgente en la Iglesia de hoy que volver a Jesús para centrar con más verdad y más fidelidad nuestra
espiritualidad en su persona y en su proyecto del reino de Dios.
Lo hago también desde la conciencia de que no es posible hoy hacer una oferta de caminos nuevos de espiritualidad sino desde una actitud de
«humildad, desnudez y amor» [1]
En el libro de Isaías se dice que en el exilio, los israelitas, viviendo en un pueblo extraño, lejos de su tierra, preguntan al profeta:
«Centinela, ¿qué ves en la noche?».
Y él replica de manera enigmática:
«Se hizo de mañana y también de noche. Si quieren preguntar, pregunten…»[2]
¿Qué podemos preguntar en este tiempo de luces y sombras?
¿Hacia qué noche se encamina el nihilismo moderno, olvidado de la
interioridad y sin un horizonte capaz de orientar y alentar la existencia?
¿Empieza a clarear alguna luz desde esa constelación de espiritualidades
que nacen, crecen y se entrecruzan dentro de ese fenómeno complejo de
la «Nueva Era» (New Age)?[3]
¿Es posible atisbar algún amanecer en esa noche cerrada de una
Humanidad inhumana que hunde en el hambre y la miseria a millones de
hombres y mujeres, mientras sigue destruyendo de modo imparable la
casa de todos, y poniendo en peligro la trama misma de la vida?
¿Está amaneciendo realmente un día nuevo con el nacimiento de esa
espiritualidad laica dispuesta a reemplazar en un futuro no muy lejano
las religiones y creencias del pasado?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
¡¡¡ Resurrexit !!!
[1] Marià Corbí, Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones, sin dioses. Herder,
Barcelona, 2007, p.191-294.
[2] Isaías 21, 12.
[3] Jean Vernette, Jésus dans la Nouvelle Religiosité, Desclée, 1987.
Secuencia
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria.
Amén.
¡¡¡ Resurrexit !
Padre, en ti confiamos
Los hombres son responsables del pecado que hay en el mundo, pero son
también víctimas.
El mal no está solo en tu corazón. Está también en las estructuras y las instituciones, en la cultura que moldea a las personas y en el ambiente que respiran.
Pide a Dios que nos libre del mal: Socórrenos contra el enemigo porque de nada sirve la ayuda de los hombres (59).
Que descienda sobre nosotros la bondad del Señor nuestro Dios (89).
Termina el Padrenuestro abandonando confiadamente tu vida en Dios, tu Padre.
Con él junto a ti, estás seguro. Puedes enfrentarte a tus miedos:
En tus manos pongo mi vida… Tú velas por mí en el peligro (30).
Mi destino está en tus manos (30).
Termina tu oración al Padre muy unido a Él, envuelto por su amor.
Dile desde muy dentro: Soy tuyo, sálvame (118);
que tu amor me ponga a salvo (6);
Líbrame, rescátame… sálvame (70);
sálvame, por tu amor (30).
Oremos con los salmos
Socórrenos contra el enemigo,
porque de nada sirve la ayuda del hombre.
Salmo 59
Que descienda sobre nosotros
la bondad del Señor, nuestro Dios.
Salmo 89
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu salvación.
Salmo 84
No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.
Salmo 37
En tus manos pongo mi vida,
tú, Señor, el Dios fiel, me librarás…
Yo confío en el Señor;
tu misericordia será mi gozo y mi alegría…
Velas por mi vida en peligro.
Salmo 30
Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes.
Salmo 39
Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre,
líbrame con la ternura de tu bondad;
que soy un pobre desvalido…
Socórreme, Señor, Dios mío, sálvame, por tu bondad.
Salmo 108
Me consumo ansiando tu salvación,
y espero en tu palabra;
mis ojos se consumen ansiando tus promesas…
Por tu bondad, dame vida.
Salmo 118
Mis ojos se consumen aguardando tu salvación
y tu promesa de justicia;
trata con misericordia a tu siervo.
Salmo 118
Soy tuyo, sálvame.
Salmo 118
Yo invoco a Dios
y el Señor me salva…
Dios escucha mi voz,
Dios me redime y me da paz.
Salmo 54
Respóndeme, Señor, pues tu amor es bondadoso;
por tu inmensa ternura, vuélvete hacia mí,
no ocultes tu rostro a tu siervo.
Estoy angustiado, respóndeme enseguida;
acércate a mí, rescátame, líbrame de mis enemigos.
Salmo 68
Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, y líbrame, que tu amor me ponga a salvo.
Salmo 6
Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame.
Salmo 7
A ti, Señor, me acojo…
Líbrame, rescátame tú, que eres fiel;
inclina tu oído hacia mí y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio,
una fortaleza donde me salve,
pues tú eres mi roca y mi fortaleza.
Salmo 70
Yo confío en ti, Señor,
yo te digo: «Tú eres mi Dios».
Mi destino está en tus manos,
líbrame de los enemigos que me persiguen.
Que tu rostro resplandezca sobre tu siervo,
sálvame, por tu amor.
Salmo 30
¡¡¡ Resurrexit !!!
Perdonar 490 veces ¿y después?
El caminar con Jesús le ha llevado a Pedro a comprender que hay que perdonar.
Él se muestra muy generoso y propone perdonar siete veces. Sin embargo Jesús es radical:
“setenta veces siete”.
Pedro, que tonto no era, habrá calculado rápidamente y habrá concluido que setenta multiplicado por siete son cuatrocientos noventa; ¿esto quiere
decir que después puede permanecer tranquilo sin perdonar?
Parece que Jesús intuyó el pensamiento de Pedro y por eso propone la parábola de los dos deudores.
La historia está muy bien construida en tres escenas:
1a escena.
Se presentan dos protagonistas en la corte: un rey y un deudor.
Lo primero que resalta es la enorme deuda: diez mil talentos que equivaldrían a sesenta millones de denarios; si un denario era el salario diario de un jornalero entonces estamos hablando de sesenta millones de días de trabajo para poder reunir esa cantidad.
El segundo elemento que sobresale es la dura consecuencia para el deudor: tendrá que ser puesto a la venta tanto él como toda su familia y posesiones.
El tercer elemento es la angustia y búsqueda de una solución: “ten paciencia”. Finalmente, maravilla la generosidad del monarca quien, en vez de esperar con paciencia, le perdona toda la deuda.
2a escena.
Esta escena está construida en fuerte contraste con la anterior.
Ya no se trata de un monarca con un súbdito sino de dos personas de la misma condición.
También contrasta la deuda de cien denarios que es una cantidad ridícula en comparación con los sesenta millones. Además sorprende la actitud: mientras el rey simplemente exigía que se le pagara, el otro agarra por la fuerza a su compañero y casi lo estrangula.
Finalmente, cuando escucha la petición de paciencia, que es la misma que él había hecho al rey, en vez de perdonar mete en la cárcel a su compañero.
3a escena.
En esta escena regresamos a la corte. Aquí debemos poner especial atención a la frase: “¿no debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?”.
Con esta sentencia Jesús ofrece la justificación más profunda del perdón.
No hay que darle muchas vueltas al asunto: si estimamos la ofensa ajena como algo sucedido exclusivamente entre otro y yo, siempre encontraremos motivos para no perdonar.
Pero si comparamos esa ofensa teniendo como referencia nuestra relación con Dios considerando todo lo que le debemos y todo lo que nos ha perdonado, entonces el perdón del prójimo brota como algo natural y espontáneo.
Las palabras finales de la parábola, aunque son bastante severas, encierran la clave de lectura para comprender lo que pide Jesús: perdonar de corazón al hermano.
Estas palabras indican en qué consiste perdonar setenta veces siete: no se
trata de perdonar hasta cuatrocientas noventa veces como habíamos supuesto, se trata de perdonar de corazón.
Tampoco se trata de olvidar porque muchas veces es imposible; lo que sí podemos hacer es perdonar.
Quedaría algo como una cicatriz: cada que la veo recuerdo lo que pasó, pero lo importante es que la herida ya no sangra ni duele.
Hacia allá nos lleva el perdón. ¿En qué proceso de sanación van las heridas
de tu corazón: siguen sangrando o ya cerraron?
Si aún no cicatrizan ¿qué te toca hacer para que vayan sanando?
P. Tony Escobedo, c.m.
¡¡¡ Resurrexit !!!
no nos dejes caer
En cualquier momento puedes caer.
Te ha sucedido más de una vez: te olvidas de Dios y sigues tus propios caminos.
Pero Dios es tu Padre, te acompaña y está vigilante.
No te dejará caer, tu guardián no duerme…
El Señor te guarda de todo mal (120).
Confía en él: Fuerza mía, ven corriendo a ayudarme (21).
Es muy fácil olvidarlo todo y seguir la inclinación de nuestro corazón egoísta.
Es fácil dejarnos seducir por el bienestar, el prestigio o el propio interés.
Ahora que lo estás invocando, pídele a él su ayuda:
No dejes que mi corazón se incline a la maldad (140);
que la maldad no se apodere de mí (118).
A lo largo de los días te vas a encontrar en situaciones que son una verdadera trampa.
Un peligro en el que puedes echar a perder tu vida.
Estáte atento y vigilante.
Acude confiado a Dios, tu Padre:
En mi camino me han tendido una trampa…
Atiende mi clamor (141);
estoy en peligro… acércate a mí (68);
guárdame como a la niña de tus ojos (21).
Oremos con los salmos
Vuélvete a mí y ten misericordia…
asegura mis pasos conforme a tu promesa,
que la maldad no se apodere de mí.
Salmo 118
Tienden una red bajo mis pies y en mi sendero colocan lazos.
Yo digo al Señor:
«Tú eres mi Dios; atiende, Señor, mis gritos de súplica».
Salmo 139
Hacia ti, Señor, se vuelven mis ojos,
en ti me refugio,
no me dejes indefenso.
Guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Salmo 140
Tú conoces mis senderos y sabes que en mi camino me han tendido una trampa.
Atiende a mi clamor, que ya no puedo más.
Salmo 141
Señor, te estoy llamando,
date prisa, escucha mi voz cuando te llamo…
No dejes que mi corazón se incline a la maldad.
Salmo 140
Tú, Señor, el Dios fiel, me librarás…
Yo confío en el Señor…
Velas por mi vida en peligro.
Salmo 30
No escondas tu rostro a tu siervo,
estoy en peligro,
respóndeme enseguida.
Acércate a mí,
rescátame, líbrame de mis enemigos.
Salmo 68
Yo te invoco porque tú me respondes,
Dios mío, inclina el oído y escucha mis palabras…
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Salmo 21
Señor,
guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
Salmo 5
Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
a mi grito de socorro me proteges.
Salmo 31
Mira si en mi camino hay maldad,
y guíame por el camino eterno.
Salmo 139
No te dejará caer,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa el guardián de Israel…
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu vida.
Salmo 120
A mí el Señor me recoge y me rescata de las garras del abismo.
Salmo 48
Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene.
Salmo 93
¡¡¡ Resurrexit !!!
Padre, perdónanos
Dios no es como nosotros.
No sabe odiar ni vengarse.
De su corazón de Padre solo brota amor, perdón y ternura.
Medita en su bondad: No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas… porque el sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro (102).
Cuando reces el Padrenuestro, piensa a quién estás invocando.
Dile desde lo más íntimo: Tú eres bueno y perdonas… eres misericordioso con los que te invocan (85).
Repítelo despacio: Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas… (24).
El perdón de Dios es total.
Quita nuestro pecado.
Lo destruye.
Nos renueva por dentro.
Nos devuelve la inocencia.
Déjate purificar por Dios: Señor, limpia mi pecado. Borra de mí toda culpa. Crea en mí un corazón puro.
Renuévame por dentro (50).
El perdón de Dios te llenará de alegría.
Pídele a él conocer esa alegría: Da alegría a tu siervo… porque tú eres bueno y perdonas (85).
Devuélveme la alegría de tu salvación (50).
Piensa en todos los hombres y mujeres.
Ojalá que puedan conocer esa alegría: Dichoso el que ve olvidada su culpa y perdonado su pecado (31).
Oremos con los salmos
El Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados,
ni nos paga según nuestras culpas;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
corno un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él sabe de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.
Salmo 102
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra…
porque del Señor viene la misericordia,
la redención generosa.
Salmo 129
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que te estoy llamando todo el día;
da alegría a tu siervo,
que se dirige a ti, Señor,
porque tú eres bueno y perdonas,
eres misericordioso con los que te invocan.
Salmo 85
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia.
Por tu nombre, Señor,
perdona mis culpas, que son muchas.
Salmo 24
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado…
Purifícame… quedaré limpio.
Lávame, quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría…
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación.
Salmo 50
Tú, Señor, no me cierres tus entrañas,
que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre…
Se me echan encima mis culpas y no puedo huir…
Dios mío, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Salmo 39
¿Quién conoce sus fallos?
Absuélveme de lo que se me oculta…
así quedaré libre e inocente de grave pecado.
Salmo 18
No recuerdes contra nosotros las culpas de antaño;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos agotados.
Ayúdanos, oh Dios, salvador nuestro,
por la gloria de tu nombre líbranos y perdona nuestros pecados.
Salmo 78
Dichoso sea el que ve olvidada su culpa y perdonado su pecado.
Dichoso el hombre a quien el Señor no le imputa la falta…
Te manifesté mi pecado, no te encubrí mi falta;
me dije: «Confesaré al Señor mis culpas».
Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Salmo 31
Señor, has sido bueno con tu tierra…
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has enterrado todos sus pecados.
Salmo 84
¡¡¡ Resurrexit !!!
Padre, hemos pecado contra ti
Todos somos pecadores.
También tú.
Ante Dios no necesitas defenderte ni disculparte.
Reza siempre el padrenuestro con humildad.
Acude a Dios confesando tu pecado:
Yo reconozco mi culpa…
contra ti, contra ti sólo pequé (50).
Dios te escuchará:
Un corazón contrito y humillado,
tú, oh Dios, no lo desprecias (50).
En el mundo hay maldad e injusticia.
A veces, tú mismo te sientes abrumado por la fuerza del mal.
Confía en Dios, nuestro Padre.
Dile en nombre de todos: Si llevas cuentas de las culpas, Señor,
¿quién podrá resistir (129).
Confía en su amor de Padre:
Nuestros pecados nos abruman, pero tú los perdonas (64).
Que el pecado nunca te aleje de Dios.
Que nunca te impida invocarlo como Padre.
Eres pecador, pero Dios te sigue amando.
Es el momento de confiarte a él:
No me abandones, Dios mío,
no te quedes lejos, ven aprisa a socorrerme (37).
Podrás sentir su perdón:
Dios escucha mi voz… me redime y me da paz (54).
Oremos con los salmos
Hemos pecado, igual que nuestros antepasados
hemos cometido maldades e iniquidades.
Salmo 84
Un corazón contrito y humillado tú,
oh Dios, no lo desprecias.
Salmo 50
A ti acude todo mortal a causa de sus culpas;
nuestros pecados nos abruman,
pero tú los perdonas.
Salmo 64
Si llevas cuentas de las culpas, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto.
Salmo 129
Yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
Salmo 50
Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.
Salmo 40
Me siento abrumado por mis culpas,
son un peso superior a mis fuerzas…
Yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado…
no me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos,
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.
Salmo 37
Yo invoco a Dios y el Señor me salva…
Dios escucha mi voz…
Dios me redime y me da paz.
Salmo 54
¡¡¡ Resurrexit !!!
que Dios nos dé vida
Si te levantas cada mañana es porque Dios alienta tu vida.
Si ves la luz de cada amanecer es porque Dios te despierta.
Alaba a Dios, que es fuente de toda vida.
Reconoce con gozo que todos vivimos sostenidos por su amor:
En ti está la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz (35).
Hay días en que te sientes muy mal.
Hundido y sin fuerzas para vivir.
Necesitas a Dios más que nunca.
Necesitas que te llene de vida.
Siéntete unido a todos los que viven al límite de sus fuerzas.
Acude a Dios con fe:
¡Estoy tan afligido, Señor, dame vida según tu promesa! (118).
Danos vida.
Te agarras con fuerza a esta vida.
Es la única que conoces.
Pero la Vida es más que esta vida.
Tú anhelas vida eterna.
Despierta tu esperanza.
Confía en Dios:
«Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida» (26).
Oremos con los salmos
Los humanos se sacian de la abundancia de tu casa,
les das a beber en el río de tus delicias;
porque en ti está la fuente de la vida,
y tu luz nos hace ver la luz.
Salmo 35
Alabaré al Señor mientras viva.
No pongáis vuestra confianza en los poderosos,
seres humanos que no pueden salvar;
exhalan su aliento y retornan al polvo,
y ese día perecen sus proyectos.
Salmo 145
Me envolvían redes de muerte…
caí en tristeza y angustia.
Invoqué al Señor:
«Señor, salva mi vida».
Salmo 114
Mi vida se gasta en el dolor,
mis años, en gemidos,
mi vigor decae con las penas…
Todo me da miedo…
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: Tú eres mi Dios…
Sálvame, por tu misericordia.
Salmo 30
Me consumo ansiando tu salvación,
y espero en tu palabra;
mis ojos se consumen ansiando tus promesas.
Por tu bondad, dame vida.
Salmo 118
¡Estoy tan afligido, Señor!
Dame vida según tu promesa.
Salmo 118
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Salmo 114
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor.
Salmo 26
¡¡¡ Resurrexit !!!
el Padre alimenta nuestra vida
Al rezar el Padrenuestro,
no pides a Dios riquezas ni bienestar,
sino lo que necesitas para vivir.
Tú no puedes darte a ti mismo la vida.
Es Dios, tu Padre, quien te hace vivir.
Él te da el pan de la vida.
Él alimenta a todo viviente,
porque es eterna su misericordia (135).
Tú te afanas por muchas cosas.
Haces proyectos, trabajas, organizas tu futuro…
Es normal.
Pero la vida que hay en ti es regalo de Dios.
No lo olvides nunca.
Vive dando gracias por todo lo que recibes de él.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se afanan los albañiles…
Es inútil que os fatiguéis para ganar el pan.
¡Dios se lo da a sus amigos mientras duermen! (126).
Oremos con los salmos
Dios mío, qué grande eres…
Haces brotar la hierba para el ganado,
y las plantas que el hombre cultiva,
para sacar el pan de la tierra y el vino que alegra a los hombres,
el aceite que da brillo a su rostro y el alimento que les da fuerzas.
Todos, Señor, están pendientes de ti
y esperan que les des la comida a su tiempo.
Tú se la das y ellos la toman,
abres tu mano y quedan saciados.
Salmo 103
Si el Señor no construye la casa,
en vano se afanan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigila el centinela.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
y que os fatiguéis para ganar el pan:
¡Dios se lo da a sus amigos mientras duermen!
Salmo 126
El Señor es compasivo y misericordioso.
Él da alimento a sus fieles recordando siempre su alianza.
Salmo 110
El es nuestro Dios, y nosotros su pueblo,
ovejas que él apacienta.
Salmo 94
Él da alimento a todo viviente,
porque es eterna su misericordia.
Salmo 135
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librarles de la muerte
y reanimarlos en tiempos de hambre.
Salmo 32
¡¡¡ Resurrexit !!!
enséñame a cumplir tu voluntad
No puedes rezar el Padrenuestro sin sentir un deseo grande de cumplir la voluntad de Dios.
Pero tienes miedo a que Dios te pida demasiado.
Te sientes débil, sin fuerzas para seguir sus caminos.
Escucha a Dios en el fondo del alma. Confía en él:
Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón;
guíame por las sendas de tus mandatos (118).
No te desanimes nunca por tus errores y pecados.
Dios conoce tu fragilidad.
Te quiere tal como eres.
Que no se apague nunca tu deseo de cumplir su voluntad:
Dios mío, amo tu voluntad… la llevo en mis entrañas (39).
Dile con sinceridad:
Te busco de todo corazón, no permitas que me desvíe de tus mandamientos (118).
A veces tienes miedo a equivocarte.
No sabes cuál puede ser la voluntad de Dios.
Quieres acertar y no sabes qué hacer.
Cuenta con Dios, tu Padre:
Indícame el camino que he de seguir (142).
No te engañes a ti mismo:
Enséñame, Señor, tu camino para que siga tu verdad (85).
Pídele a Dios ser fiel:
«Haz que camine con fidelidad» (24).
Oremos con los salmos
Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón;
guíame por las sendas de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.
Salmo 118
Señor, enséñame tus caminos,
instruyeme en tus sendas:
haz que camine con fidelidad, enséñame,
porque tú eres mi Dios y mi Salvador,
en ti espero siempre.
Salmo 24
Enséñame, Señor, tu camino para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.
Salmo 85
Amo tu voluntad, Dios mío,
llevo tu ley en mis entrañas.
Salmo 39
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos…
Tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras.
Salmo 118
Ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
Salmo 118
Apártame del camino falso y dame la gracia que es tu voluntad.
Salmo 118
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma hacia ti…
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tú espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Salmo 142
¡¡¡ Resurrexit !!!
Corrigiendo al que se ha desviado
Este pasaje nos hace sentir incómodos porque describe un proceso de confrontación para lidiar con personas con quien hemos tenido algún conflicto.
Para entender el pasaje será fundamental recordar que este evangelio fue escrito al final del primer siglo, cuando la iglesia estaba sufriendo persecución desde el exterior y, al interior, padecía de crecientes tensiones y disputas entre los miembros de las nuevas comunidades.
En este contexto, san Mateo recuerda que la base de la Iglesia es el encuentro en comunidad con Jesús y no un discipulado centrado en una relación individualista con Cristo.
Bajo esta perspectiva nos corresponde aprender lo que conocemos como “corrección fraterna” que tiene como objetivo fundamental buscar reconciliarnos con nuestros hermanos.
Para ello nos propone tres momentos:
1) Encuentro personal.
Habla a solas con tu hermano.
La reconciliación que se hace en este caso es sublime porque no intenta olvidar lo que paso sino que, desde la ruptura, busca tender puentes creando una relación más fuerte.
2) Encuentro acompañado de testigos.
El requisito de tener a dos o tres testigos viene de Deuteronomio 19,15. Tener testigos tenía la intención de proteger a la gente en contra de acusaciones injustas.
No se trata de encontrar al culpable sino remover el pecado y restaurar al pecador.
Con el consejo de dos o tres será más fácil entender el problema y determinar el remedio que se necesita.
3) Encuentro en comunidad.
En este momento se pide la intervención de toda la comunidad.
Se trata de brindar el apoyo a quien lo necesita.
Recordemos que, a veces, quien ofende es quien más ayuda requiere.
Después de haber agotado todos los recursos, si la persona no reacciona, no quiere cambiar o su presencia es dañina; entonces y sólo entonces será necesario separarla de la comunidad.
El evangelio dice que consideres a esa persona como un pagano o un publicano.
Las palabras de Jesús pueden sorprender, pero parece que se dio cuenta que en ocasiones es necesario apartarse de quien nos hace daño. Incluso es sano terminar una relación con alguien que amamos pero que nos está alejando de Dios.
¿Tienes el valor de hacerlo?
Jesús propone esos pasos antes de terminar una relación para ayudarnos a perdonar.
Tal vez se dio cuenta que necesitamos perdonar porque muchas veces vamos caminando cargados de envidias y rencores.
Llegamos a estar tan enojados que hasta deseamos el mal.
Incluso podemos disfrazar la irritación diciendo “perdono pero no olvido”.
Fijémonos en que Jesús no está pidiendo que olvidemos sino que perdonemos porque sabe que al hacerlo dejaremos de lastimarnos a nosotros mismos.
No podemos negar que hay ocasiones donde perdonar parece una tarea titánica.
Es cierto, la tarea es titánica cuando no tenemos a Jesús en nuestro corazón, pero si Él está ahí, entonces la tarea se hace más fácil.
Con Jesús es posible aquello que a primera vista parece imposible.
La corrección fraterna no es sinónimo de regañar al que se equivocó, al contrario, es la posibilidad para crecer en el verdadero amor.
Hoy es urgente darnos cuenta de nuestras equivocaciones, saber acercarnos y pedir perdón.
Hoy te invitamos a preguntarte
¿existe una pequeña oportunidad para salvar una relación que parece perdida?
Si es así
¿te animas a dar el primer paso?
P. Tony Escobedo, c.m. y seminarista José A. Delgadillo c.m.
¡¡¡ Resurrexit !!!
que Dios cumpla sus planes de salvación
Tú no le pides a Dios que se olvide de sus planes y haga tu voluntad.
Le pides exactamente lo contrario: que se olvide de tus intereses y pequeños caprichos, y que se cumpla ese deseo ardiente que guarda en su corazón de Padre.
Es lo más grande que le puedes pedir a Dios:
Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu salvación (84).
Los pueblos no escuchan la voluntad de Dios.
No siguen sus caminos.
Habla con Dios.
El puede cambiar el corazón de los hombres y mujeres que habitan la tierra.
El Señor ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación (66).
No tengas miedo a pedirle a Dios que se haga su voluntad.
Es lo mejor para ti y para todos, pues Dios quiere solo nuestro bien y nuestra felicidad.
Que se alegren contigo todos los que te buscan; que los que anhelan tu salvación repitan: «Grande es el Señor» (39).
Oremos con los salmos
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Salmo 66
Despierta tu poder y ven a salvarnos,
oh Dios, restaúranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Salmo 79
Que se alegren y gocen contigo todos los que te buscan;
que los que anhelan tu salvación repitan:
«Grande es el Señor».
Salmo 39
De ti, Señor, viene la salvación.
Descienda tu bendición sobre tu pueblo.
Salmo 33
Restaúranos, Dios Salvador nuestro…
¿no vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu amor, y danos tu salvación.
Salmo 84
Proclamaré las hazañas del Señor,
recordaré que solo tú puedes salvar.
Salmo 70
Del Señor viene la salvación de los justos:
él es su refugio en tiempos de angustia;
el Señor los ayuda y los libera,
los libera de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.
Salmo 36
Dime: «Yo soy tu salvación».
Salmo 34
¡¡¡ Resurrexit !!!
Video:
El atractivo de Jesús por el discípulo
¡¡¡ Resurrexit !!!
que Dios haga justicia a los pobres
continuación...
¡¡¡ Resurrexit !!!
que Dios haga justicia a los pobres
Qué fácilmente olvidas a los pobres.
Incluso cuando rezas el padrenuestro.
¿No sabes que Dios quiere reinar en el mundo precisamente para defender a los que nadie defiende?
El escuchará al afligido que no tiene protector, se apiadará del pobre y del indigente, salvará la vida de los pobres, vengará sus vidas de la violencia (71).
¿Cómo puedes pedir el Reino de Dios olvidándote de ellos?
Al rezar a Dios Padre, no pidas solo por ti.
No pidas solo por tus amigos y seres queridos.
Aprende a invocar a Dios en nombre de los más desgraciados.
Dile de corazón: Dios mío, aunque yo me olvide, tú no olvides la vida de tus pobres (73).
Que no queden defraudados.
Que los pobres y afligidos alaben tu nombre (73).
Al hablar con Dios, no lo imagines volcado solo en tus problemas y preocupaciones.
Entra en su corazón de Padre.
Mira hacia quiénes se inclina: Tú ves las penas y trabajos de los humildes, tú los miras y los tomas en tus manos (9)
¿Te pareces en algo a ese Dios Padre?
¿Te acercas a los pobres?
¡¡¡ Resurrexit !!!
Oremos con los salmos
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad o la cólera cierra sus entrañas? Salmo 76
Mis ojos se consumen aguardando tu salvación
y tu promesa de justicia.
Salmo 118
Yo confío en tu amor,
mi corazón se alegrará con tu salvación.
Salmo 12
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
¡Oh Dios, restáuranos,
ilumina tu rostro y nos salvaremos!
Salmo 80
Oh Dios, despliega tu poder,
el poder que actúa en favor nuestro.
Salmo 67
Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos mostrará la felicidad?»
Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro.
Salmo 4
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos,
aclamen los montes al Señor,
que llega para regir la tierra.
Regirá el mundo con justicia y a los pueblos con rectitud.
Salmo 97
Solo el Señor reina,
él gobierna a las naciones.
Ante él se postrarán los grandes de la tierra,
ante él se inclinarán todos los mortales.
Salmo 21
El Señor desbarata los planes de las naciones,
deshace los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor se mantiene siempre,
sus proyectos, por todos los siglos.
Salmo 32
¡¡¡ Resurrexit !!!
venga a nosotros tu reino
Venga a nosotros tu Reino.
Tú sabes que ese era el deseo más grande de Jesús.
Su petición más ardiente al Padre: quería ver a Dios reinando en el mundo, poniendo entre los hombres justicia, amor y ternura.
Cada vez que rezas el Padrenuestro, ha de crecer también en ti ese deseo: El Señor llega a regir la tierra.
Regirá el mundo con justicia y a los pueblos con rectitud (97).
Sin embargo, tú ves que en el mundo reina la injusticia, los abusos y la mentira.
Los hombres nos odiamos, nos hacemos daño, nos matamos unos a otros.
No aceptamos a Dios como Padre.
No nos tratamos como hermanos.
¿Cómo te sientes tú ante todo esto?
Descúbrele a Dios tu corazón: Mis ojos se consumen aguardando tu salvación y tu promesa de justicia (118).
No dejes de invocar a Dios nuestro Padre.
Cuando veas la fuerza del mal, dile tu pena:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre?…
¿Se ha agotado ya su misericordia?
¿Se ha terminado para siempre su promesa?
Cuando veas a hombres y mujeres luchando por un mundo más justo, despierta tu esperanza:
Yo confío en tu amor,
mi corazón se alegrará con tu salvación (12).
¡¡¡ Resurrexit !!!
¿Qué ganas siguiendo a Jesús?
El domingo pasado meditábamos el momento donde Pedro reveló que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios vivo.
En el evangelio del día de hoy se presenta la continuación de ese pasaje.
Jesús indica que tiene que ir a Jerusalén.
Lo necesita para completar la misión que Dios le ha encomendado.
Lo que sorprende a los discípulos es que Jesús vaya a “padecer mucho”.
La declaración parece no tener sentido:
¿cómo puede un hombre muerto salvar a alguien?
¿Por qué Dios enviaría a alguien a hacer algo así?
¿Cómo puede un Mesías morir en la humillante cruz en vez de en una gloriosa muerte en el campo de batalla?
¡Qué confusión habrán experimentado!
Pedro entra en escena.
No puede entender las palabras tan dramáticas de Jesús.
Inquieto como solemos conocerlo, no lo piensa mucho y, tomando a Jesús, lo lleva a un lugar privado.
Seguramente habrá pensado que Jesús estaba teniendo un mal día y habrá sentido la responsabilidad de prevenirlo de hacer algo que pudiera lastimarlo.
Pedro tiene buenas intenciones, incluso se dirige a Jesús como Señor.
El problema es que lo trata como un Señor caído que debe ser ayudado a ponerse de pie.
Pedro no ha entendido el papel que le corresponde porque está tratando de salvar al Salvador.
En ese momento Jesús encara a Pedro y le dice palabras que aturden los oídos: “¡quítate de delante de mí, Satanás!”.
Es una reacción que no estamos acostumbrados a ver en Jesús.
¡Vaya enojo!
A pesar del enojo Jesús ayuda a Pedro indicándole cuál es su lugar.
Observemos que las palabras de Jesús nos remiten al final de las tentaciones en el desierto donde dijo: “vete, Satanás” (Mt 4,10).
La diferencia es que Jesús mandó a Satanás que se retirara mientras que el mandato a Pedro es que se ponga detrás.
Jesús le indica la posición que debe ocupar.
Jesús no rechaza a Pedro, simplemente lo corrige.
Cuando Pedro tomó a Jesús se puso en frente pretendiendo llevar la batuta.
Al ponerse ahí la Roca se convierte en Piedra de Tropiezo; todavía peor, se convierte en Satanás.
Al igual que Satanás trató de persuadir a Jesús de tomar el camino fácil (convierte estas piedras en pan, realiza algo espectacular, póstrate ante mi y te daré el mundo), también Pedro intentó que Jesús abandonara el camino angosto y difícil.
Por eso Jesús también se dirige a sus discípulos y les advierte la necesidad de tomar la cruz.
El camino de la cruz no es fácil de entender porque, a fin de cuentas, una cruz es donde la persona muere.
La cruz lleva a pensar en el final de la historia, pero Jesús dice lo contrario: no es el final sino el principio porque cualquiera que quiera salvar su vida la perderá y cualquiera que pierda su vida la encontrará.
Recuerdo que cuando era seminarista una persona muy amiga me hizo varias preguntas para confrontarme:
¿qué ganas con eso?
¿Qué ganas invirtiendo tu tiempo en la oración, experimentando el silencio y la soledad?
Le respondí que buscaba algo diferente a lo que nos ofrecía la sociedad moderna porque una vida superflua solo me llenaba de vacío.
Hoy, después de varios años como misionero, puedo decir que siguiendo a Jesús he ganado la vida.
En mi ser misionero he descubierto que la cruz de Jesús me permite experimentar lo más profundo de la existencia.
Ser misionero implica muchos riesgos y sacrificios pero son secundarios al ir detrás del Señor.
Jesús no nos quita la cruz pero sí nos da la vida.
Y tú, ¿qué ganas siguiendo a Jesús?
P. Tony Escobedo, c.m. y seminarista Víctor Guerra
¡¡¡ Resurrexit !!!
que Dios cuide su buen nombre
Al rezar el Padrenuestro, no pienses en tus pequeños intereses.
Busca la gloria de Dios: que él mismo llene la tierra de su amor.
Así se verá lo grande que es.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, solo a tu nombre da gloria, por tu amor y tu fidelidad (114).
Dios nos quiere como nadie.
No hay otro igual.
Contempla el mundo envuelto secretamente por su bondad.
Pídele a Dios que todos lo puedan notar.
Muestra que tu amor llega hasta el cielo y que tu fidelidad alcanza las nubes (56).
Hoy vivimos envueltos en problemas y sufrimientos.
No sabemos lo que es vivir en plenitud.
Pero un día conoceremos el poder salvador de Dios.
No es una ilusión tuya.
Grítale con fe: Dios nuestro, sálvanos, para que podamos celebrar tu santo nombre (106).
Oremos con los salmos
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
solo a tu nombre da gloria, por tu amor, por tu fidelidad.
Salmo 114
Tu amor llega hasta el cielo,
tu fidelidad alcanza las nubes.
Muestra, oh Dios, tu grandeza en los cielos
y tu gloria sobre la tierra.
Salmo 56
Muestra, oh Dios, tu grandeza en los cielos
y tu gloria sobre toda la tierra.
Sálvanos con tu poder, respóndenos.
Salmo 107
Manifestarás así tu gloria,
atenderás la súplica del desvalido
y no rechazarás su oración.
Salmo 101
Señor, Dios nuestro, sálvanos…
para que podamos celebrar tu santo nombre
y cantar tu alabanza.
Salmo 105
Envió la redención a su pueblo,
confirmó su alianza por siempre;
su nombre es sagrado y digno de respeto.
Salmo 110
¡¡¡ Resurrexit !!!
que todos experimenten lo bueno que es Dios
Cuántas veces has experimentado el cariño y la ternura de Dios.
Tú sabes que es bueno contigo.
Lo mejor que has encontrado en tu vida.
Solo oír el nombre de Dios, te recuerda su bondad.
Confiésalo con gozo:
Alabad el nombre del Señor… porque es bueno (134).
Cómo desearías que todos conocieran la bondad de Dios.
Que experimentaran a Dios como el mejor Amigo, el único que nos puede salvar.
Que al oír su nombre, lo sintieran como Padre.
Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su salvación (95).
Oremos con los Salmos
Alabad el nombre del Señor…
Alabad al Señor, porque es bueno.
Salmo 134
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Salmo 32
Cantad al Señor un cantar nuevo,
que toda la tierra cante al Señor.
Cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su salvación.
Salmo 95
Confío en el amor de Dios para siempre jamás.
Te daré gracias siempre, porque has actuado,
y proclamaré ante tus fieles que tu nombre es magnífico.
Salmo 51
Te daré gracias de todo corazón.
Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran misericordia…
Salmo 85
Cantad al Señor, fieles suyos,
dad gracias a su santo nombre.
Porque su ira dura un instante
y su favor toda la vida.
Salmo 29
Señor, Dios nuestro, sálvanos…
para que podamos celebrar tu santo nombre
y cantar tu alabanza.
Salmo 105
¡¡¡ Resurrexit !!!
que todos reconozcan la grandeza de Dios
¿Qué nombre le podemos poner a Dios?
Todos se quedan pequeños.
Tú llámalo sencillamente "Padre", como hacia Jesús.
No digas nada más.
Adora su grandeza insondable.
Dile despacio: Padre nuestro, tú eres grande… tú sólo eres Dios (85).
No todos reconocen a Dios.
Muchos lo olvidan, bastantes dudan, algunos lo rechazan, pero no pocos lo buscan, a veces sin saberlo.
Dile a Dios el deseo de tu alma: Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: Grande es el Señor.
Deja que la alegría inunde tu corazón.
Tú sí conoces la grandeza inmensa de Dios.
Proclama con gozo:
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre (112).
Toda tu vida puede ser alabanza incansable a Dios nuestro Padre:
Todos los días te bendeciré, alabaré tu nombre sin cesar (144).
Oremos con algunos salmos
Proclamen conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Salmo 33
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre:
desde la salida del sol hasta su ocaso sea alabado el nombre del Señor.
Salmo 112
Todos los pueblos vendrán a postrarse ante ti,
y a dar gloria a tu nombre,
Señor mío, pues tú eres grande y haces maravillas;
tú sólo eres Dios.
Salmo 85
Todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre sin cesar.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza,
es inmensa tu grandeza.
Salmo 144
Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.
Tu majestad se alza por encima de los cielos.
Salmo 8
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos…
sentios orgullosos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad su rostro sin descanso.
Saltno 104
Te damos gracias, oh Dios,
te damos gracias invocando tu nombre,
contando tus maravillas…
Desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Salmo 89
Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan;
digan siempre: Grande es el Señor, los que desean tu salvación.
Salmo 39
Alabad al Señor, porque es bueno…
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño, más que todos los dioses.
Salmo 134
¡¡¡ Resurrexit !!!
todos somos hermanos
No reces el Padrenuestro encerrado en tu pequeño mundo de intereses.
Ensancha tu corazón.
Invoca al Padre del cielo sintiéndote muy unido a toda la familia humana.
Todos somos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre.
No pidas solo por ti.
Pide a Dios por todos: Que el Señor nos bendiga a todos… pequeños y grandes (113).
Mira el mundo con los ojos de Dios.
Desde los cielos, el Señor mira a todos los habitantes de la tierra (32).
Él los conoce y los quiere.
El modeló cada corazón y comprende sus acciones (32).
Despierta tu amor a todos.
Son de tu familia.
Piensa, sobre todo, en los que sufren o viven solos, los que no tienen a nadie que los defienda, en los que mueren de hambre y de miseria, los que no conocen el pan ni la amistad.
Sintoniza con el corazón de Dios: Tú ves las penas y trabajos de los humildes, tú los miras y los tomas en tus manos (9).
Oremos con los salmos
Desde los cielos mira el Señor, y ve a todos los hombres; desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra. Él modeló cada corazón y comprende sus acciones.
Salmo 32
Tú ves las penas y trabajos de los humildes, tú los miras y los tomas en tus manos; a ti se encomienda el pobre, tú eres el socorro del huérfano… Tú escuchas los deseos de los humildes. Les prestas oído y los animas.
Salmo 9
Miradlo los humildes, y alegraos… Que el Señor escucha a su pobres. no desprecia a sus cautivos. Alábenlo el cielo y la tierra.
Salmo 68
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, en el cielo o en la tierra, el que encumbra su trono, y se abaja para mirar?… Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre.
Salmo 112
Dichoso el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra… que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que se doblan, el Señor ama a los honrados, el Señor guarda a los emigrantes, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
Salmo 145
Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde, del explotador?
Salmo 34
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga… bendiga a los fieles del Señor, pequeños y grandes
Salmo 113
Que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados.
Salmo 78
Sálvanos, Señor, que se acaba la lealtad, que desaparece la sinceridad entre los hombres: no hacen más que mentirse unos a otros, hablan con labios embusteros y con doblez del corazón.
Salmo 11
¡¡¡ Resurrexit !!!
en Él ponemos nuestra confianza
¿Le tienes miedo a Dios?
¿Dónde podrías estar más seguro?
¿Quién puede quererte más?
Despierta tu confianza.
Comienza siempre tu oración al Padre del cielo con un grito confiado: A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío (24).
No le sientas nunca lejano o distante.
Dios no está encerrado en un templo.
No es propiedad de nadie.
Está en el cielo.
Dios es de todos.
Desde cualquier lugar y en cualquier momento le puedes invocar con fe: Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida (22).
Vive con confianza.
¿Qué te puede suceder?
¿Que te pueden hacer?
Dios te sostiene (53).
Es tu Padre.
También en los momentos difíciles le puedes gritar: No me escondas tu rostro… Hazme escuchar tu gracia, que confío en ti (142).
Orar con los salmos
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia nos acompañe.
Salmo 32
A ti, Señor, levanto mi alma;
Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado.
Salmo 24
Si grito invocando al Señor, él me escucha…
Salmo 3
Yo confío en el Señor; tu misericordia será mi gozo y mi alegría.
Salmo 30
Extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti, como tierra reseca.
Escúchame enseguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro…
Hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti.
Salmo 142
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo…
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida.
Salmo 22
Dios es mi auxilio, el Señor me sostiene.
Salmo 53
¡¡¡ Resurrexit !!!
SALMOS PARA ORAR EL PADRENUESTRO
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO
tenemos un Padre en el cielo
A veces te sientes solo.
Te parece que nadie te comprende ni te quiere de verdad.
Sin embargo, no es así.
Dios te acompaña de cerca.
No te olvida ni por un instante.
Dile con fe: ¿No te tengo a ti en el cielo?…
Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio (72). Tú eres mi dueño, mi único bien (15).
Ese Dios del cielo te quiere con corazón entrañable.
Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por ti (102).
Dios es tu Padre. Siéntelo siempre así. Disfruta de su amor. Reza despacio: Tu amor vale más que la vida (62).
Pero Dios no es solo Padre tuyo.
Es Padre de todos los hombres y mujeres.
El nos hizo y somos suyos (99).
Háblale siempre en plural, como nos enseñó Jesús:
«Padre nuestro».
El es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas (144).
Reaviva tu fe y dile lo que sientes: Cuánto te amo, Señor (17).
Orar con los salmos
¿No te tengo a ti en el cielo?, y contigo, ¿qué me importa la tierra?…
Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.
Salmo 72
Protégeme, oh Dios, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: Tú eres mi dueño, mi único bien;
nada hay comparable a ti.
Salmo 15
Tu amor vale más que la vida, te alabarán mis labios; te bendeciré mientras viva, te invocaré alzando mis manos
Salmo 62
Como un padre siente ternura por sus hijos,
así siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.
Salmo 102
Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
Salmo 26
Oh Dios, iqué inapreciable es tu amor! En ti está la fuente de la vida.
Salmo 35
Aclama al Señor, tierra entera…
Sepan que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos.
Salmo 99
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y la concedes a los que a ti se acogen.
Salmo 30
Antes de que naciesen los montes, o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Salmo 89
Cuánto te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador,
Dios mío, peña mía, refugio mío, mi fuerza salvadora…
Salmo 17
El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Salmo 144
Dios es mi auxilio, el Señor me sostiene.
Salmo 53
¡¡¡ Resurrexit !!!
¿QUIÉN DICES QUE SOY YO?
Cesarea de Filipo está ubicada a unos 40 km al norte del mar de Galilea, justo a los pies del monte Hermón.
En ese lugar nace un manantial que alimenta de aguas cristalinas al río Jordán y por cuyas causes se encuentran tierras fértiles.
El lugar cobra relevancia porque, de acuerdo con el evangelio de Mateo, cerca de ahí ocurrieron tanto la transfiguración como la confesión de Pedro sobre la que reflexionaremos el día de hoy.
Jesús fue a los límites de Galilea y Judea, a un lugar llamado Banias, a interrogar a sus discípulos sobre lo que los demás opinaban sobre Él.
Suponemos que quería ayudarles a conocerlo con mayor profundidad y evitar que su identidad fuera confundida con las ideas sobre el mesianismo de su tiempo.
Tal vez por eso optó por llevarlos a ese lugar que era destinado al culto de los páganos para confrontarlos delante de todas las deidades que eran veneradas ahí.
Jesús ya conocía a cada uno de sus discípulos, sin embargo, les cuestiona acerca de lo que otros dicen o han dicho de Él.
Da la impresión que Jesús no estaba conforme con las respuestas recibidas y sigue preguntando; deja de interesarse por lo que dicen los otros para interesarse por lo que hay en el corazón de sus discípulos y amigos quienes son los más cercanos a Él.
Por eso les pregunta directamente “¿ustedes quién dicen que soy yo?”
La respuesta de Pedro es contundente.
El Papa Francisco nos dice que Pedro encontró las palabras más grandes para decir quién es Jesús.
Estamos frente a unas palabras que no vienen de sus capacidades naturales ni dotes intelectuales.
Pedro sin estudiar, ni ser erudito sobre teorías divinas, recibió la inspiración del Padre quien es la Persona que mejor conoce a su Hijo para profesar una de las identidades y dignidades más profundas de Jesús:
es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Ante las palabras de Pedro, Jesús no se queda atrás y da un paso para poner de relieve la figura de Simón: Jesús le otorga una nueva identidad diciéndole que a partir de ese momento se llamará Pedro.
Recordemos que en la antigüedad el nombre de la persona conllevaba una misión. Jesús le dice a Simón “Piedra” y con ello le invita a reconocer y asumir que tendrá la dicha de continuar la tarea iniciada por Jesús.
La nueva misión no excluye a los demás apóstoles y discípulos, al contrario, los une en un pilar fuerte en el que Jesús observó la fe y la valentía.
Es de sorprender que Jesús no se fija en Pedro sólo por sus grandes dotes; lo llama conociendo sus debilidades sus limitaciones.
Al final, quien llevará la batuta es Jesús, no Pedro.
Este domingo es crucial preguntarse: ¿Quién es Jesús para mí?
Y después de responder es trascendental preguntarle al Señor:
¿Qué quieres que haga por ti, cuál es la misión que me tienes reservada?
¿Qué nombre quieres darme?
P. Tony Escobedo, c.m. y José León Pastrano
¡¡¡ Resurrexit !!!
SANTA MARÍA REINA
Pío XII:
Instituyó la fiesta en 1954 (se celebraba el 31 de mayo)
Pablo VI:
En 1969 la traslada al 22 de agosto, coincidiendo así con la Octava de la Asunción.
Concilio Vaticano II
Lumen Gentium 59
La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte.
Así como el reino de Cristo «no es de este mundo» (Jn 18,36), la potestad regia de la Virgen no pertenece al orden de la naturaleza, sino al de la gracia.
En este orden de la gracia, se destacan cuatro elementos:
Entonces María es:
Reina gloriosa
María es Reina gloriosa en el cielo porque en la tierra fue humilde sierva (cf. Lc 1,38.48), ya que, según la sentencia del Señor, «el que se humilla será enaltecido» (Lc 4,11).
Desde esta idea central está elaborado el prefacio de hoy:
Dios Padre, que a cristo, humillado hasta la muerte lo coronó de gloria y lo sentó a su derecha; exaltó igualmente a la Virgen, su humilde sierva, «sobre los coro de los ángeles».
Reina Madre
María Reina es Madre porque dio a luz al Rey mesiánico, que se sienta sobre el trono de David y sobre su reino.
Y por beneplácito de Dios es también madre nuestra, como confiesa la Iglesia.
Reina suplicante
La Virgen María es Reina suplicante porque exaltada «sobre los coros de los ángeles», reina gloriosa con su Hijo, «intercediendo por todos los hombres, como abogada de la gracia y reina del universo».
Reina tipo de la gloria futura de la Iglesia
Lo que se ha realizado en María, miembro supereminente de la Iglesia, se realizará también en todos los demás miembros del Cuerpo místico.
¡¡¡ Resurrexit !!!
AMÉN
Tradicionalmente se hace terminar el Padrenuestro con la palabra "amén", que no aparece en el texto original de los evangelios.
Esta palabra, utilizada en el culto de la sinagoga, viene de una raíz hebrea que sugiere la idea de verdad, seguridad, firmeza, confianza.
Aunque nosotros la entendemos a veces como la simple expresión de un deseo: "Así sea", en realidad significa algo así como "ciertamente", "verdaderamente", "así es", "así ha de ser".
Nuestro "amén" al final del Padrenuestro sirve para reforzar y reafirmar lo que ha salido de nuestros labios.
Hemos pronunciado desde dentro la oración enseñada por Jesús.
Ahora, al terminarla, decimos:
«Sí. Así es. Así ha de ser. Así quiero orar siempre. Así quiero vivir. Con una confianza total en Dios, nuestro Padre, glorificando su nombre, acogiendo su Reino, haciendo su voluntad, recibiendo de él el pan, el perdón y la fuerza para vencer el mal. Amén, sí, amén».
¡¡¡ Resurrexit !!!
NUESTRA LUCHA CONTRA EL MAL
No pedimos la ayuda del Padre solo para nosotros exclusivamente, sino para toda la humanidad.
Y lo hacemos de manera confiada y responsable.
Quien pide la liberación del mal ha de estar dispuesto a luchar contra él con todas sus fuerzas, siguiendo a Jesús, que no ofreció una doctrina teórica sobre el mal, sino que se entregó a hacer el bien y a liberar a las gentes del sufrimiento, de la injusticia y del pecado.
Para san Pablo, solo hay una manera de luchar contra el mal, y es «hacer el bien». Estas son sus exhortaciones:
«No te dejes vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien» (Rom 12,21).
«Miren que nadie devuelva mal por mal; al contrario, procuren siempre hacerse el bien unos a otros y a todos» (1 Tes 5,15).
«No pongan sus miembros al servicio del pecado como instrumentos de injusticia; ofrézcanse a Dios como muertos retomados a la vida, y pongan a su servicio sus miembros, como instrumentos de la justicia» (Rom 6,13).
El creyente lucha contra el mal con su confianza puesta en Dios Padre.
Él es «el que libra de todo mal» (Sab 16,8).
Es un «Dios fiel que nos ha llamado a vivir en unión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor» (1 Cor 1,9).
El que ora el Padrenuestro lo hace con esta convicción: «Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra?» (Rom 8,31).
La primera palabra del Padrenuestro es "Padre"; la última, el "mal".
El Padrenuestro es la oración confiada de un hijo que eleva su plegaria al Padre al verse amenazado por el mal.
«Padre, líbranos del mal».
Este es el grito que queda resonando en nuestro corazón.
El Padrenuestro tiende a convertirse en una oración que no tiene fin.
Es una oración circular, perpetua, cuyo final invita a comenzar de nuevo.
El que pronuncia de corazón esta última petición puede comenzar de nuevo a expresar al Padre los grandes deseos del comienzo: «Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad…».
Jesús concibió el Padrenuestro como una oración para ser pronunciada diariamente por sus discípulos, pues recoge y expresa el espíritu con el que ha de vivir su verdadero seguidor.
¡¡¡ Resurrexit !!!
ARRÁNCANOS DEL MAL
En cualquier caso, no es difícil entender nuestra petición.
Sabemos que la creación es buena; así nació de manos del Padre (cf. Gn 1,3). Pero constatamos con dolor la presencia oscura del mal: el pecado, la injusticia, el hambre, las desgracias, la enfermedad, la muerte…
El mal causado libremente por los hombres, el mal que tiene su origen en la
finitud del mundo, el mal misterioso y difuso que impregna el mundo y la
historia.
¿Por qué este mal?
¿De dónde proviene?
¿Qué sentido puede tener?
Esta es la gran pregunta que el ser humano no sabe responder.
En el Padrenuestro no nos dedicamos a especular.
Lo primero que nace en nosotros es un grito confiado al Padre:
«Líbranos del mal».
Lo hacemos sabiendo que somos responsables del pecado que hay en el mundo, pero también somos víctimas.
El pecado y la maldad no están solo en el corazón de las personas.
El pecado está ya encarnado en las estructuras y en la misma dinámica de la historia humana.
El mal se perpetúa en las instituciones, en los sistemas injustos, en las culturas y en las costumbres inmorales.
Podemos hablar de un pecado que nos desborda a cada uno, pero que está actuando contra el Reino de Dios y contra el hombre.
San Juan lo llama «el pecado del mundo» (Jn 1,29).
Al pedir a Dios que nos libre del mal, no le pedimos propiamente que nos libere del cautiverio o la esclavitud del mal.
Según el significado más preciso del término griego, pedimos que nos arranque del mal que nos acecha, que nos salve a tiempo del peligro, que no nos abandone al poder de ese mal que parece invadir la historia y penetrarlo todo.
El mal está ahí con todo su poder.
Pero la actitud del creyente no es de miedo, sino de confianza grande en el Padre.
Sabemos que Él ha actuado ya: «Nos arrancó del dominio de las tinieblas, para trasladarnos al reino de su HIjo querido, por quien obtenemos la redención, el perdón de los pecados» (Col 1,13).
Ya hemos sido salvados: «Jesús, el Cristo, se entregó por nuestros pecados para librarnos de este mundo perverso, conforme al designio de Dios, nuestro Padre» (Gál 1,4).
Pero, aunque no tiene la última palabra, el mal sigue actuando. La creación está todavía «aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios», vivimos con la esperanza de que un día «se verá liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rom 8,19-2).
Mientras tanto, seguimos pidiendo al Padre su protección salvadora.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL MAL
El término original se puede entender de forma personalizada:
"Líbranos del Malo»,
o de forma impersonal:
«Líbranos del mal»
¿Cuál es el significado preciso?
En los evangelios se habla con frecuencia del "Maligno", que lucha contra el reinado de Dios. Se le llama "el tentador" (Mt 4,3); "el enemigo" (Mt 13,39); "homicida y mentiroso" (Jn 8,44); "jefe del mundo" (Jn 12,31).
Es él quien "arrebata" la Palabra de Dios sembrada en el corazón de las personas (Mt 13,19), el que "siembra Cizaña" entre el trigo del Reino (Mt 13,25).
Esta presencia del Maligno es misteriosa y ambigua.
Por una parte, su poder está vencido; Jesús lo ve «caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).
Por otra, está entre nosotros, «aunque le queda poco tiempo» (Ap 12,12).
Hay muchos indicios para pensar que, en el Padrenuestro, originalmente se pide a Dios que nos libere de la fuerza y del poder hostil de este Maligno.
Pero también se puede entender de forma impersonal, como lo hace la versión popular y litúrgica actual: «Líbranos del mal, del pecado, de lo que se opone al Reino de Dios».
¡¡¡ Resurrexit !!!
LÍBRANOS DEL MAL
La última petición es un grito de socorro dirigido a Dios, nuestro Padre.
Un grito conciso y apremiante.
«Líbranos del mal».
Solo Mateo añade esta petición que, sin duda, tiene gran relación con la petición anterior, aunque posee su propia entidad.
Hemos de entender bien este grito final al Padre del cielo.
No le pedimos a Dios que nos libere de los males, problemas y dificultades de cada día, para poder vivir de manera más tranquila y despreocupada.
Lo que pedimos al Padre es que nos libre del mal que nos puede alejar del Reino de Dios y de la vida.
Estos días reflexionaremos cuatro momentos:
¡¡¡ Resurrexit !!!
CARTA APOSTÓLICA ROSARIUM VIRGINIS MARIAE
DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II AL EPISCOPADO,
AL CLERO Y A LOS FIELES
SOBRE EL SANTO ROSARIO
María modelo de contemplación
10. La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable.
El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial.
Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún.
Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo.
Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos.
Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (Lc 2, 7).
Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él.
Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: « Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? » (Lc 2, 48); será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf. Jn 2, 5); otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
MIRADA:
¡¡¡ Resurrexit !!!
VIGILAR Y ORAR
La actitud del creyente ante la tentación ha de ser doble, según Jesús: "Velar y orar".
Esto significa, antes de nada, tomar conciencia de nuestra propia debilidad.
No caer en el orgullo o la autosuficiencia, ni tampoco en la inconsciencia.
Saber que necesitamos vigilar y orar, es decir, mantener activa nuestra libertad personal y confiar en la gracia de Dios, nuestro Padre.
Vigilar significa ser lúcidos, mantenerse despiertos, vivir atentos.
Jesús llama a "velar constantemente".
Dios no sustituye nuestra responsabilidad.
Hemos de vivir sin relajarnos nunca ante el mal, combatiendo con todas nuestras fuerzas, reafirmándonos una y otra vez en la fe. «El que persevere hasta el fin, ese se salvará» (Mc 13,13).
Pero esta actitud vigilante ha de ir acompañada por la oración.
Nuestra debilidad es grande.
Solo con la fuerza de Dios en nosotros podemos vencer.
De esta confianza brota nuestra oración.
El mal no tiene la última palabra: «El mal en el mundo permanece subordinado a un plan superior, que es el de nuestro Padre».
El mal no es tan poderoso que Dios no lo pueda dominar.
¡¡¡ Resurrexit !!!
NO NOS DEJES CAER
En el texto original se pide a Dios literalmente que «no nos haga entrar en la tentación», como si fuera Dios mismo quien nos induce al mal.
Pero una tentación como la que hemos descrito no puede ser provocada por Dios: «Cuando uno se vea tentado, no diga que Dios lo tienta, porque Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie. A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y lo seduce» (Sant 1,13-14).
Al contrario, Dios es el que, en medio de las pruebas, da fuerzas para que las superemos: «Pueden confiar en que Dios no permitirá que sean puestos a prueba por encima de sus fuerzas; al contrario, junto a la prueba, les proporcionará fuerzas suficientes para superarla» (1 Cor 10, 13).
Esto es precisamente lo que pedimos a Dios.
Aunque la formulación original puede resultar equívoca, el sentido es claro.
Pedimos a Dios que «no nos deje ceder a la tentación».
No suplicamos no ser tentados, sino no sucumbir, no caer en la trampa que se nos tiende en la tentación.
Que la tentación se resuelva con éxito por nuestra parte.
Que, cuando llegue la tentación, Dios nos dé fuerzas e impida que caigamos derrotados.
Es la misma idea que aparece en la oración de Jesús: «No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno» (Jn 17,15).
De esta manera, rezando el Padrenuestro seguimos la invitación de Jesús: «Velen y oren para que no caigan en tentación, que el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mc 14,38).
Somos conscientes de la fuerza del mal, que amenaza siempre nuestra fe pequeña y frágil, pero acudimos confiados a Dios para pedir su protección bondadosa.
Aun en medio de la tentación y del mal podemos contar con Dios, nuestro Padre amado, y con su fuerza poderosa frente al mal.
¡¡¡ Resurrexit !!!
LA TENTACIÓN
La palabra griega que se encuentra en el original (peirasmós) puede significar "prueba", es decir, una experiencia que, incluso siendo dura y difícil, puede ayudar a crecer en el bien.
En la tradición bíblica se habla con frecuencia de estas pruebas.
Dios mismo le hace al pueblo caminar por el desierto durante cuarenta años «para probarlo y conocer lo que hay en su corazón» (Dt 8,2).
Los creyentes de Israel consideran este tipo de pruebas como algo positivo. Judit afirma: «Debemos dar gracias al Señor, nuestro Dios, que ha querido probarnos como a nuestros padres» (Jud 8,25).
Y un orante llega a dirigirse a Dios en estos términos: «Sondéame, Señor, y ponme a prueba, examina mi corazón y mis entrañas» (Sal 26,2).
Pero el término original puede significar también “tentación”: es decir, una incitación al mal.
Entendida así, se trata de una situación o de una experiencia encaminada a hacer caer en el pecado.
Sin duda, en la petición del Padrenuestro se está pensando en esta tentación de índole maligna.
Pero no se trata de las pequeñas tentaciones de cada día, sino de la tentación de rechazar a Dios, de cerrarnos a su amor, a su Reino y a su justicia, para sustituirlo por nuestro propio egoísmo.
Jesús habla mucho de "la tentación final", cuando llega la hora de Satán o del poder de las tinieblas, cuando puede entrar la duda total y la tentación del abandono.
Su exhortación es clara: «Velen y oren en todo tiempo, para que los libren de todo lo que ha de venir y puedan presentarse sin temor ante el Hijo del Hombre» (Lc 21,36).
Esta tentación final, de carácter escatológico, se concentra, por así decir, y se hace realidad para cada individuo en su propia vida concreta.
El mismo Jesús la ha vivido en el momento de su pasión, al experimentar el rechazo del pueblo, la infidelidad de los discípulos e incluso el abandono de Dios.
¡¡¡ Resurrexit !!!
NUESTRA DEBILIDAD
El ser humano es libre y, aun condicionado por no pocos factores, puede decidir la orientación de su vida. Pero, al mismo tiempo, es un ser radicalmente débil, amenazado desde dentro y desde fuera, expuesto a toda clase de peligros y riesgos que pueden arruinar su proyecto de vida.
De hecho, en toda persona conviven dos tendencias profundamente contradictorias.
Por eso, san Pablo habla de las obras que hacemos movidos por la "carne" y las actuaciones que brotan del "espíritu" (Gál 5,19-22).
El "misterio del mal" nos amenaza siempre.
En cualquier momento podemos caer en el egoísmo y la infidelidad.
San Pablo habla de una experiencia personal que cada uno podemos experimentar en nosotros mismos:
«Quiero hacer lo bueno, pero me encuentro letalmente con lo malo.
En lo íntimo, ciertamente, me gusta la Ley de Dios.
Pero en mi cuerpo percibo unos criterios diferentes que guerrean contra los criterios de mi razón y me hacen prisionero de esa ley del pecado que está en mi cuerpo» (Rom 7,21-23).
Desde esta estructura débil y siempre amenazada brota nuestra petición de ayuda.
¡¡¡ Resurrexit !!!
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Llegamos a la única petición que tiene una formulación negativa.
Conscientes de nuestra debilidad, pedimos al Padre ayuda y fuerza para no caer en el pecado.
Pero hemos de entender bien la petición.
No le suplicamos que nos libere de las tentaciones diarias, sino que no nos deje caer en la tentación radical y definitiva de rechazar el Reino de Dios y abandonar la fe en Jesucristo.
Mientras las oraciones judías acababan casi siempre con una alabanza a Dios, el Padrenuestro termina con un grito de socorro al Padre que queda resonando en nuestras vidas.
MÁS DE CINCO MIL HAMBIENTOS
Mt 14,13-21
En el evangelio del día de hoy, Mateo narra el milagro de la multiplicación de los panes.
Aquí nos dice que Jesús dio de comer a cinco mil hombres sin contar a las mujeres ni a los niños. Todos ellos estaban hambrientos. Es obvio que para quitar el hambre haya utilizado panes y peces porque éste era el alimento básico para la mayoría de los habitantes de la región.
Lo que no es tan obvio son algunos elementos que pasan desapercibidos y que me gustaría profundizar en esta reflexión.
El primer elemento que vale la pena mencionar es el lugar donde se encontraban: era una zona desértica que Jesús había buscado para sí mismo y para sus discípulos.
Sin embargo su propósito cambia porque la multitud lo sigue.
¡Qué frustración necesitar tiempo para estar solo y no conseguirlo!
Jesús tendría buenos motivos para estar enfadado con la muchedumbre por interrumpirlo.
En vez de ello, siente compasión, sana a los enfermos y, por si fuera poco, después los alimentará.
Nosotros, ¿sabemos ser comprensivos cuando nos interrumpen y cambian nuestros planes?
El segundo aspecto que necesitamos reflexionar es el actuar de los discípulos.
Notemos que ninguno de los evangelios nos dice cómo sucedió el milagro.
Parece que evitan dar pormenores para que no perdamos de vista que, junto con Jesús, los discípulos tienen un papel protagónico.
En efecto, cuando llegó la tarde, son ellos quienes sugieren a Jesús que despida a la multitud.
Era lo más lógico porque, para llegar a Jesús, la gente había tenido que recorrer una larga distancia y no había aldeas cercanas con negocios para encontrar alimento.
Además, necesitaban regresar a sus hogares, lo que implicaría otra larga caminata.
Lo hermoso de este pasaje es que los apóstoles se han percatado de una necesidad y, como María en las bodas de Caná, se la presentan a Jesús.
A diferencia de María, los apóstoles van con Jesús presentándole la solución: “despide a la multitud…”.
Es un grave error porque han olvidado que el Maestro y Señor es Jesús.
Nosotros, cuando vamos con Jesús
¿lo buscamos para que nos ayude a encontrar solución a nuestras dificultades o, más bien, queremos convencerlo de hacer nuestra voluntad?
La respuesta de Jesús habrá dejado atónitos a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Seguramente habrán pensado que era una tarea descabellada.
Pero en realidad no habían comprendido que quien daría de comer era Jesús.
Es cierto, Jesús proveerá del alimento pero, sin lugar a dudas, necesitará de la colaboración de los discípulos.
Este aspecto necesitamos subrayarlo, pues los evangelistas nunca presentan a Jesús actuando como un superhéroe que hace las cosas por sí mismo; por el contrario, requiere de nuestra ayuda para que los milagros se lleven a cabo.
Apreciemos que para realizar el plan de Dios es necesaria la intervención tanto de Jesús como la disponibilidad de nosotros.
Sin estas condiciones el milagro no se realiza.
¿Te has puesto a pensar en los milagros que Jesús ha realizado con tu ayuda?
Tal vez en este domingo convenga detenerse y valorarlo.
Finalmente, me parece que así como Jesús pidió a los discípulos alimentar a la multitud, de la misma manera lo pide a cada uno de nosotros.
La orden “denles ustedes de comer” también nos incumbe.
Después de habernos saciado con su Palabra y de habernos llenado de su Amor, Él nos invita a dar ese mismo alimento a la multitud hambrienta.
Hay más de cinco mil que siguen esperando ser alimentados.
¿Te animas a distribuir el pan y los peces que Jesús nos da?
P. Tony Escobedo, c.m.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL SENTIDO DE NUESTRA PETICIÓN DE PERDÓN
Para entender bien nuestra petición de perdón, hemos de tener en cuenta varios aspectos.
Es clarificador tener ante nosotros la enseñanza de la parábola del siervo sin entrañas (Mt 18,23-35). Aquel siervo es perdonado por su señor, sin merecimiento alguno, de una suma incalculable (diez mil talentos).
Pero, mientras está pidiendo perdón para sí, su corazón no se abre a la compasión y, de hecho, cuando se encuentra con un compañero que le debe una cantidad mínima (cien denarios), no lo perdona.
Así declara el señor: "Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste, ¿no debías haber tenido compasión de tu compañero, como la tuve yo de ti?» (Mt 18,32-33).
El perdón queda entonces anulado. La parábola concluye de forma clara: «Lo mismo hará con ustedes mi Padre del cielo, si no perdona de corazón cada uno a su hermano» (Mt 18,35).
El que reza el Padrenuestro lo hace consciente de que Dios le ha ofrecido ya en Cristo gratuitamente su perdón total.
Ahora bien, el perdón de Dios y la eliminación del pecado en nosotros es un acontecimiento que solo se puede producir por puro amor.
No es posible acoger el perdón de Dios si no es abriéndonos a ese amor perdonador y creando en nosotros la misma actitud.
Quien acepta el perdón de Dios, se transforma y vive perdonando.
Por el contrario, quien guarda rencor y sigue pidiendo cuentas a los demás, es que no se ha transformado y no ha acogido el perdón de Dios.
Nuestra oración no puede ser hipócrita.
No podemos ser inhumanos y resistirnos a perdonar precisamente cuando estamos invocando para nosotros la misericordia de Dios.
No podemos adoptar dos posturas diferentes: una ante Dios Padre, para pedirle perdón y misericordia para mí, y otra ante el hermano, para rechazar todo perdón.
Si no perdonamos es señal de que nuestro corazón permanece cerrado al amor y, en esa misma medida, cerrado a recibir el perdón de Dios.
En realidad, nuestro perdón no precede al perdón de Dios, sino a nuestra petición de perdón.
Nuestro perdón no es una condición para que Dios nos perdone, sino para que nuestra petición sea sincera.
Si podemos decir «como nosotros perdonamos…» es porque hemos recibido ya el perdón de Dios.
Porque hemos sido perdonados por el Padre podemos perdonar a los hermanos, y porque podemos perdonar a los hermanos nos está permitido implorar a Dios sinceramente su perdón definitivo.
Pronunciar sinceramente esta petición del Padrenuestro exige vivir en una actitud práctica de perdón, renunciando a toda venganza, perdonando incansablemente «hasta setenta veces siete» (Mt 18,22), amando incluso a los enemigos y rogando por los que nos persiguen para «poder ser hijos de nuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45).
¡¡¡ Resurrexit !!!
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS
El perdón de Dios aparece vinculado al perdón que nosotros concedemos a los hermanos.
Pero, ¿cómo hemos de entender esta relación?
¿Es nuestro perdón condición indispensable que se requiere para que Dios nos conceda su perdón o más bien es consecuencia o fruto del perdón que Dios nos ha concedido previamente?
Es claro que Jesús ha advertido que para recibir el perdón de Dios se requiere que nosotros perdonemos a los hermanos. Insiste en ello al hablar de la oración: «Cuando oren, perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre del cielo les perdone sus culpas» (Mc 11,25).
Pero es una idea que aparece en su predicación una y otra vez:
«No juzguen, y Dios no los juzgará; no condenen, y Dios no los condenará; perdonen, y Dios los perdonará» (Lc 6,37). La encontramos también en las bienaventuranzas: «Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos» (Mt 5,7).
Al exponer el Padrenuestro, Mateo insiste de manera especial en la necesidad de este perdón al hermano. Inmediatamente después de la oración del Padrenuestro, Jesús declara: «Si perdonan sus culpas a los demás, también su Padre del cielo los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus culpas» (Mt 6,14-15).
Pero además se afirma que, al hacer su oración al Padre, el discípulo tiene que haber concedido ya su perdón al hermano: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mt 6,12)
Es lo mismo que se dice al hablar de la ofrenda: «Si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda» (Mt 5,23-24).
Todo esto nos puede inducir al error.
Nuestro perdón al hermano no es algo previo que hemos de hacer para merecer el perdón de Dios.
El perdón del Padre es absolutamente gratuito, sin merecimiento alguno por nuestra parte: "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, cuando estábamos muertos por las culpas nos dio vida juntamente con Cristo -por gracia han sido salvados- y con él nos resucitó» (Ef 2,4-6).
Por otra parte, nosotros, con nuestro perdón al hermano, no podemos ser el modelo para que Dios a su vez nos perdone a nosotros.
Al contrario, es su perdón el que suscita en nosotros la capacidad de perdonar y de reproducir hacia los hermanos la misma actitud que el Padre tiene con nosotros.
Así se entienden las exhortaciones entre los primeros cristianos:
«Sean bondadosos y compasivos los unos con los otros. Perdónense mutuamente como Dios los perdonó en Cristo» (Ef 4,32).
«Del mismo modo que el Señor los perdonó, perdónense también ustedes» (Col 3,13).
¡¡¡ Resurrexit !!!
PERDÓNANOS
Desde esa profunda convicción nace nuestra súplica: "Perdónanos".
Dios Abbá, nuestro Padre querido, es un Dios de perdón.
Esa es la experiencia de los creyentes a lo largo de toda la tradición bíblica: «Tú eres el Dios del perdón» (Neh 9,17). «Junto a ti se encuentra el perdón» (Sal 130,4).
El Dios experimentado en Israel invita a la confianza:
«Es compasivo y clemente, paciente y misericordioso; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo…; como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente cariño por sus hijos, siente el Señor cariño por sus fieles; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro» (Sal 103,8-13).
Jesús se presenta como el Enviado por Dios para proclamar y hacer realidad el perdón infinito e insondable del Padre. Su mismo nombre "Jesús" indica que «Él salvará a su pueblo de los pecados» (Mt 1,21).
«Él ha venido no a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mc 2,17).
Él es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (1n 1,29).
Y su sangre «es derramada para el perdón de los pecados de todos» (Mt 26,28).
Lo sorprendente de Jesús es que, a diferencia de los profetas y del mismo Bautista, ofrece el perdón de Dios como un regalo absolutamente gratuito e ilimitado. Dios perdona sin límites, no solo a los pecadores que hacen penitencia, también a publicanos y prostitutas, también a gentiles y paganos.
Dios perdona, además, sin exigir penitencia previa. Su perdón es pura gracia. Esto es lo que escandaliza a los fariseos. Y Jesús responde a las críticas insistiendo una y otra vez en sus parábolas en la bondad insondable de Dios Padre (parábola del hijo prodigo; parábola de la oveja perdida; parábola de la dracma perdida = Lc 15,1-32).
A este Dios gritamos:
"Perdónanos".
¡¡¡ Resurrexit !!!
NUESTRA DEUDA CON DIOS
¡¡¡ Resurrexit !!!
PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN
Esta petición del perdón aparece literalmente en los evangelios de otra manera. En Mateo se emplea la terminología de la deuda: «Perdónanos nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mt 6,12).
¡¡¡ Resurrexit !!!
UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO
Comunicado de la Universidad Pontificia de México
Acerca del Debate en la Suprema Corte de Justicia
sobre la despenalización del Aborto
27 de julio de 2020
En medio de la coyuntura social marcada por la contingencia sanitaria del Covid-19 y la inestabilidad económica que el cese de actividades ha provocado, en la Suprema Corte de Justicia se discutirá en dos días el proyecto presentado a la Primera Sala por el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, mediante el que se pretende deslindar de sanción penal a quiénes participen en una interrupción de embarazo durante el período previo al fetal. En concreto, con la propuesta se determinará si es necesario reformar el código penal de Estado de Veracruz por ser "discriminatorio" ya que contempla el delito de aborto en cualquier etapa del embarazo. La Universidad Pontifica de México, a través de su Centro de Estudios de Familia, Bioética y Sociedad, desea expresar unas consideraciones sobre esta grave materia, que no sólo tendría la consecuencia de suprimir la vigencia del derecho a la vida que se encuentra a la base del Estado de Derecho, sino que sentaría un precedente para otras entidades federativas que abriría la puerta a considerar el aborto como un derecho de la libertad de las mujeres para que no sean discriminadas ni violentadas.
Todo parece indicar que el proyecto jurídico no contempla los datos científicos sobre lo que se pretende legislar ni las consecuencias éticas del mismo. Se busca sostener que negar la posibilidad a una mujer de interrumpir su embarazo, incluso en la etapa embrionaria, es un acto discriminatorio. Es evidente que el uso jurídico de las nociones "embrión" y "feto" se pretende mantener en el nivel superfluo, de tal manera que no tiene el menor interés por atender la investigación científica sobre lo que son estas realidades, que ni se reducen a un cúmulo de células a-sistémicas o desorganizadas, ni son una parte u órgano del cuerpo de la madre. Esta omisión es irresponsable por el calado que un proyecto como ese tiene. Porque al sostener la dependencia biológica del desarrollo del embrión dentro del cuerpo de su madre se niega la respectiva diferencia ontológica del embrión respecto de su madre. Sin embargo, esto no es precisamente así. Si bien, el desarrollo del embrión requiere de la sede del cuerpo de su madre, esto no significa que el embrión no tenga ya la conformación característica de la especie a la que pertenece, esta dependencia no significa que la configuración estructural del embrión no sea ya la de la especie humana. Previo a la discusión sobre la posibilidad de que exista un acto discriminatorio debe imperar la consideración del estatuto biológico-ontológico del embrión. Asimismo, la consideración jurídica de lo que es un embrión y de la relación que tiene con el cuerpo de la madre que lo sostiene, debería de estar fundada en los avances de última hora sobre su estatuto biológico, para no caer en la falacia de legislar solamente en función de la consideración del embrión como un órgano del cuerpo de la madre, en cuyo caso, no tendría sentido alguno hablar de aborto. En esta coyuntura el Derecho y la Ciencia de estar en una constante y profunda comunicación, so pena de terminar discurriendo superflua y, por ende, ideológicamente sobre un tema crucial que nos atañe a todos.
La tarea de legislar es propia de las Cámaras, por lo que sería un abuso pretender tergiversar el sentido y el alcance de la protección jurídica de la vida humana, especialmente no nacida, por la vía de una sentencia judicial y sin que medie un debate serio al respecto. Debate que en medio de la crisis sanitaria y social que estamos viviendo es difícil de sostener, por lo que tal iniciativa parece fuera de lugar en este momento, independientemente de los graves errores en que ha incurrido la elaboración de la propuesta tal como han señalado muy diversas organizaciones civiles y de juristas.
La Universidad Pontificia de México, fiel a su misión de iluminar a la sociedad con la luz del Evangelio, meditado racionalmente y en diálogo con las culturas actuales, no puede dejar de condenar como gravemente discriminatorio para la persona humana no nacida en estado embrionario o fetal, que eventualmente también puede ser una mujer, el considerar su vida menos valiosa que el de una mujer adulta. Por otra parte, el interés general de la sociedad no está suficientemente garantizado, cuando se reconoce el "derecho a suprimir la vida" de los individuos más vulnerables de nuestra comunidad a quienes deberían ser sus principales custodios, las madres, los médicos y demás personas involucradas en la realización de un aborto.
Hacemos votos para que, en esta grave hora de nuestro pueblo, en que tantas vidas humanas se han perdido a causa de la Pandemia del Covid-19, en muchas ocasiones por falta de servicios de salud eficientes, y cuando los médicos y demás personal sanitario han honrado su profesión arriesgando sus propias vidas para salvar las de otros, que no demos pasos atrás en la construcción de una civilización digna del ser humano, querido y amado por sí mismo por el Creador.
¡¡¡ Resurrexit !!!
LAS PARÁBOLAS DE LA ALEGRÍA
Por el Pbro. Dr. Tony Escobedo
(Religioso Vicentino)
XVII Domingo Ordinario (Mt 13,44-52)
Hoy vamos a reflexionar sobre dos parábolas que sin lugar a dudas podemos llamar “Parábolas de la Alegría”.
La primera parábola es la del tesoro escondido.
La parábola está ambientada en un lugar donde las guerras eran numerosas y el vandalismo era un constante peligro.
Por esta razón, muchos preferían enterrar sus posesiones más valiosas (oro, plata, joyas…) para tenerlas seguras.
El entierro proveía la mayor seguridad, pero no ofrecía garantías fiables porque quien enterraba sus objetos preciados podía morir llevándose a la tumba el secreto de su escondite.
En otras ocasiones acechaban peligros que obligaban a huir a lugares lejanos y, al no tener posibilidades de regresar, se perdía por completo el tesoro oculto.
Por estas razones, desde ese entonces y hasta el día de hoy, existen personas que se dedican a buscar estas riquezas.
Era algo tan frecuente que incluso el libro del Deuteronomio (Dt 22,3) estipula que se debe regresar al propietario aquello que se ha perdido.
En la parábola del evangelio, sin embargo, el personaje que encuentra el tesoro actúa con astucia y, sin revelar lo que ha encontrado, compra la propiedad entera.
La adquiere porque, según la mentalidad de la época, el propietario del campo también es propietario de todo lo que se encuentra bajo tierra.
Así, se desprende de sus pertenencias con inmensa alegría pues sabe que al adueñarse de la finca también será dueño de lo que ha encontrado.
La segunda parábola es la de la perla. Por una parte, la parábola nos recuerda que desde antiguo esta joya ha sido considerada como uno de los bienes más preciados.
No sorprende, por tanto, que el comercio de perlas siempre haya sido muy lucrativo.
Lo que desconcierta de la parábola es que el mercader no haya comprado este objeto para revenderlo más adelante.
Él quiere la perla porque, por su misma profesión, sabe que nunca conseguirá algo semejante.
No está pensando en venderla, pero podemos suponer que si lo hace será por una necesidad extrema y que lo hará contra su voluntad.
Estas dos parábolas muestran que el hombre del campo y el mercader actúan movidos por la alegría que brota desde las entrañas más profundas de su ser.
Ellos no venden sus posesiones porque estén obligados a hacerlo, al contrario lo hacen porque sus corazones los empujan hacia algo más valioso.
Parece increíble que no se hayan puesto tristes por vender todo lo que tenían y que habían adquirido con sacrificio y dedicación.
Ellos van detrás de lo que han descubierto sabiendo que encontrarán su verdadera felicidad.
Su actuar es completamente opuesto al del joven rico que se fue muy triste porque no se atrevió a dejar sus posesiones.
Estos dos hombres fueron como los discípulos que dejaron todo para seguir a Jesús.
Nos enseñan, por tanto, que quien encuentra el Reino de los Cielos es muy feliz.
Hoy podemos preguntarnos
¿existe en nosotros un deseo similar por “adquirir” el Reino de los Cielos?
¿Irradiamos la alegría de ser los herederos del campo con el tesoro?
En relación a esta alegría también podemos preguntarnos
¿cuántas horas hemos reído a lo largo de nuestra vida?
¿Hemos reído lo suficiente?
Recordemos que también con la alegría se alaba a Dios.
Tal vez, durante estos días, podamos proponernos hablar de Jesús enfatizando bien la alegría que Él nos trae.
No podemos olvidar que el Evangelio consiste en la proclamación de Buenas Noticias en lugar de malas.
¡¡¡ Resurrexit !!!
REGALO DE DIOS Y TRABAJO DEL HOMBRE
La vida y cuanto la alimenta es regalo de Dios, pero también fruto del trabajo humano.
El pan no cae milagrosamente del cielo.
Dios está en el origen de la vida, de Él provienen la fuerza y la energía que lo mueve todo, pero es necesario el trabajo del hombre.
La vida es regalo de Dios, nosotros no podemos crearla de la nada, pero somos nosotros quienes estamos llamados a trabajarla, transformarla y mejorarla.
Por eso, el pan, símbolo de la vida y de cuanto la alimenta, es una realidad sagrada que, en muchos pueblos y culturas, es tratado con respeto y veneración.
Los abuelos trazaban sobre el pan una cruz antes de partirlo y cómo nos hacían recogerlo y besarlo con respeto si alguna vez se nos caía al suelo.
Los abuelos nos enseñaron a extender la mano y hablarle a Papá Dios diciéndole: “dame pan”.
El pan no se tira ni se trata de cualquier manera, pues está asociado al misterio de la vida.
El pan es signo del amor de Dios que alimenta las vidas de sus hijos e hijas, pero también símbolo del trabajo de hombres y mujeres que, solo con esfuerzo y sudor, lo arrancan de la tierra.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL PAN DE LA VIDA ETERNA
El término griego epiousios, que por lo general se entiende como el pan cotidiano, el pan para el día que "está existiendo", también puede ser traducido como el pan "de mañana".
Entonces pediríamos a Dios el pan del futuro, el del banquete final, el pan de la vida eterna.
No es fácil saber el sentido exacto de esta expresión.
Ciertamente, Jesús pudo referirse al pan de la vida eterna.
En diversas parábolas compara el Reino definitivo de Dios con un banquete (cf. Mt 22,1-14; Lc 14,16-24).
Declara dichosos a quienes ahora pasan hambre, porque un día serán saciados (cf. Lc 6,21).
Anuncia que de todas partes vendrán a «sentarse a la mesa» con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de Dios (cf. Mt 8,11).
A los discípulos que perseveran con él en las pruebas les promete que «comerán y beberán a su mesa en el Reino» (Lc 22,30).
Por eso, un día uno de los comensales que estaba comiendo con Jesús exclamó: «Dichoso el que pueda comer en el Reino» (Lc 14,15).
En nuestra petición también puede y debe entrar este anhelo del Reino definitivo. Desde ahora deseamos el pan del Reino, el pan de la fiesta final. "Dánoslo ya", "que llegue ya el Reino de Dios definitivamente".
Queremos conocer ya el pan de la vida eterna.
¡¡¡ Resurrexit !!!
NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE
Al pedir a Dios pan, estamos reconociendo nuestra completa dependencia de él, no solo en el nivel del sustento material.
Necesitamos también el pan de la Palabra de Dios para alimentar nuestro espíritu, pues «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).
Al pedir el pan de cada día, pedimos también el Evangelio, la Palabra de Dios que alimente nuestro vivir diario.
Pero, para el cristiano, el verdadero pan es el mismo Cristo. «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed» (Jn 6,35).
Solo Cristo puede saciar el hambre del corazón humano.
Nuestra petición puede ser más concreta todavía, pues Cristo nos alimenta, sobre todo, desde el pan eucarístico: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6,51).
La petición de pan adquiere así una riqueza extraordinaria.
Los diversos sentidos de esta petición pueden resonar simultáneamente y ser captados y vividos por quien pide al Padre el pan de cada día.
Pedimos el sustento material y el alimento espiritual, todo lo que necesitamos para vivir como seres humanos.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL PAN DE CADA DÍA
Le pedimos a Dios el pan para el día de hoy (Mateo), el pan de cada día (Lucas), el pan indispensable que necesitamos para subsistir hoy, en el momento presente.
Lo pedimos, por tanto, solo para hoy, no para mañana.
Sabiendo que cada día lo necesitamos, pero sin la preocupación por acumular bienes para el futuro.
Esa es la advertencia de Jesús: «No anden agobiados pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir (…) No se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio» (Mt 6,31-34).
Es la oración que hacía ya el sabio del libro de los Proverbios: «No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan» (Prov 30,8).
No pedimos a Dios riquezas ni bienestar, sino lo necesario para alimentarnos día a día, cubriendo nuestras necesidades fundamentales.
Esta petición, bien entendida, encierra mucho más que una demanda de la ración de pan para cada jornada.
Implica todo un estilo de vivir de manera sobria y confiando plenamente en el Padre.
Es la actitud de quienes han descubierto el Reino de Dios como su único absoluto y no saben vivir para enriquecerse.
Esta petición contiene tal densidad evangélica que solo la pueden pronunciar de corazón los que viven sirviendo a Dios y no al Dinero (Lc 16,13), los que "buscan el reino de Dios y su justicia" sabiendo que todo lo demás «se dará por añadidura» (Mt 6,33), «los que lo venden todo» al descubrir el valor del Reino de Dios (Mt 13,44-45), los que «no llevan bolsa ni alforja» (Lc 10,4) mientras caminan anunciando el Reino. Los que viven esta forma de vida entienden la petición del pan de cada día.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL PAN NUESTRO
Pedimos el pan "nuestro", de todos, no el pan mío.
No es solo mi necesidad particular y exclusiva la que me mueve a dirigirme a Dios, sino las necesidades de todos mis hermanos, los hombres y mujeres de la tierra.
Está muy lejos del espíritu de Jesús pedir al Dios Abbá, Padre amado de todos, pan para mí, olvidándome o desentendiéndome de los demás.
Nuestra oración es siempre en plural.
Pedimos a Dios el pan que cada ser humano necesita para vivir.
Esta petición de pan para todos nos está urgiendo a la conversión.
No me puedo preocupar solo de mi pan.
No tengo derecho a pensar solo en mi satisfacción y bienestar material, olvidando a esos millones de seres hambrientos y desnutridos que no tienen ni siquiera lo necesario para vivir.
El pan que comemos explotando a los pobres u olvidando a los hambrientos no es un pan bendecido por Dios.
No tiene la dignidad propia de quienes se sienten hermanos.
Mientras no lo compartamos con el hambriento, no es un pan de Dios, nuestro Padre.
Mientras haya alguien que siga pasando hambre y no tenga nada para comer, el pan que yo me guardo o acumulo es un pan injusto.
Por tanto, al hacer esta petición no podemos ignorar la llamada de los profetas: «Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne» (Is 58,7).
Tampoco la parábola de Jesús: «Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber» (Mt 25,35).
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL PAN
Pedir pan es gesto propio de pobres que no tienen lo que necesitan para vivir.
En la lengua materna de Jesús, el pan significaba "alimento" en general, pues era el alimento básico y esencial de los israelitas.
La vida depende del pan.
El ser humano no puede subsistir sin alimentarse.
«El hombre o la mujer son mucho más que el cuerpo, pero no existen sin el cuerpo; la vida humana es mucho más que el pan, pero no se puede hacer nada sin el pan».
Pedimos, pues, al Padre, lo necesario para vivir, el alimento indispensable del que depende nuestra vida.
No nos bastamos a nosotros mismos.
Necesitamos constantemente de alimento.
Reconocemos así nuestra dependencia radical de Dios, incluso para nuestro sustento material.
La vida y cuanto la alimenta proviene, en último término, de Dios.
En él ponemos nuestra confianza:
«Si a alguno de ustedes su hijo le pide pan, ¿le va a dar una piedra? No. Entonces, cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que le pidan» (Mt 7,9-11).
Cuando pedimos pan a nuestro Padre Dios, le estamos pidiendo algo bueno y necesario, lo que necesitamos para vivir.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Felipe Monroy 20 Julio 2020
La salida de una mujer de su comunidad religiosa a la que ha dedicado su vida es un proceso complejo, doloroso, que trastoca tanto la psique como los hábitos que se hubieron adquirido en la congregación. Para esa mujer que ha seguido el camino de Jesús junto a una nueva familia, la separación de la comunidad es un momento que no debería vivir en soledad ni incertidumbre y, sin embargo, parece ser la norma.
La investigadora Olivia Sedeño Omaña, exreligiosa ella misma, ha realizado una tesina con entrevistas directas a más de 60 mujeres que han salido de la vida religiosa; las experiencias y voces de estas hijas de la Iglesia revelan vacíos institucionales, canónicos, pastorales y hasta de compasión cristiana para el momento en que dejan su comunidad.
“La salida de una mujer de la vida religiosa -por cualesquiera que fuesen las causas- supone un gran cambio de vida, una fuerte experiencia que requiere acompañamiento y solidaridad; sin embargo, las personas que salimos de la vida consagrada parece que desaparecemos”, comparte en entrevista con VCNoticias.
Para Sedeño, la vida consagrada pasa por diferentes crisis actualizadas en el mundo contemporáneo, las cuales tornan cada vez más frecuente la salida de sus miembros: “Sin embargo, ni formal ni informalmente hay claridad sobre el tipo de acompañamiento que se debe dar a mujeres que regresan a la vida secular, no hay pistas en los cánones de la Iglesia ni en la operatividad de las congregaciones. Y esto deja a un indefinido número de mujeres en la invisibilidad”.
En su investigación ‘Proceso de acompañamiento integral después de la salida de la vida consagrada femenina’ presentada para obtener la licenciatura de Ciencias Religiosas en la Universidad Pontificia de México, Sedeño se pregunta cuáles son las principales causas que llevan a una mujer a salir de la comunidad y qué sucede con esas mujeres después de su salida.
Olivia formó parte de una comunidad religiosa durante nueve años y, en el momento de salir experimentó en carne propia la ausencia del acompañamiento en un mayúsculo de su vida. “Por ello, me preguntaba cómo viven otras mujeres esta experiencia, a qué desafíos se enfrentan con este cambio de vida; y también cuál es el papel de la Iglesia ante esta situación”.
Uno de los principales retos de la investigadora fue acercarse al fenómeno. No hay estudios previos, no hay bibliografía al respecto, tampoco hay organizaciones que atiendan a estas mujeres, una realidad a la que la Iglesia católica no le ha prestado suficiente interés:
“Fue muy difícil encontrar información; por eso hicimos encuestas y trabajo de campo. No hay antecedentes. Mi asesor de tesis revisó materiales, publicaciones y trabajos de la vida consagrada y no encontró nada sobre el tema”.
Ni la Conferencia del Episcopado Mexicano, ni la Conferencia de Superiores Religiosos y Religiosas de México tienen estadísticas de las mujeres que salen de la vida consagrada ni de las que reciben acompañamiento. Sólo existe una estimación del arzobispo José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica de la Santa Sede, quien estima que las salidas de la vida religiosa podrían ascender a tres mil personas por año. Pero no es todo: Muchas congregaciones religiosas no cuentan con un apartado en sus normas, estatutos o reglamentos sobre qué hacer cuando una hermana deja la comunidad.
“Revisé diez estatutos de congregaciones; sólo una tiene alguna pista sobre la salida de una hermana. Una congregación que sí especifica su obligación de apoyo a la hermana cuando sale, establece un apoyo económico por lo menos de un año en lo que se ubica. Pero no habla de acompañamiento durante y después de la salida, para su adaptación, su transición a una nueva vida”.
Para Sedeño, la vida religiosa femenina es un sector muy descuidado a pesar de que son identificadas positivamente por su obra y acción en la sociedad mexicana; la investigación y el futuro interés que pueda despertar en la propia Iglesia la anima a imaginar un centro de auxilio, un espacio institucionalizado que pueda proveer acompañamiento a las mujeres cuando salen de una comunidad.
“Es un sector muy descuidado. Y quizá podríamos aceptar que la sociedad las descuide; pero, que la Iglesia sea indiferente a estas personas, no es positivo. Porque se trata de una bautizada, una hija de Dios, porque independientemente de las causas por las que has salido de la comunidad puedes tener un cambio de rumbo. Creo que la Iglesia se perfila para eso, para apoyar a cada uno de sus hijos, a sus integrantes, por el bien de la humanidad”.
“Tres son las principales causas para la salida de una mujer de la vida consagrada: un mal discernimiento vocacional, cuestiones afectivas -que van desde dificultades de la vida comunitaria hasta historia de vida personal- y el activismo”.
Sedeño explica que, en muchos casos, la incorporación a alguna comunidad religiosa puede estar motivada por un mejoramiento de su condición de vida o una experiencia que les entusiasmó sin mucho discernimiento de las exigencias de la vida consagrada: “Entonces, la vida consagrada se puede convertir en una alternativa para poder alcanzar intereses personales y, al obtenerlos, no hay más que dos opciones: una, que se llegue al acomodamiento y se viva en la comunidad sin pertenecer plenamente a este estilo de vida; y otra, ya teniendo los beneficios necesarios, salir de la congregación”.
Otra causa puede estar vinculada a heridas en la historia de vida personal, cuestiones generacionales en la comunidad, cuestiones afectivas no resueltas e incluso causas psicológicas que algunas religiosas podrían tener; es decir: conflictos de difícil resolución.
“Me he encontrado conflictos muy fuertes. Una hermana, por ejemplo, tenía 25 años en la comunidad; y, de pronto, recibe la dispensa para que se retirara de la comunidad, no le dieron una explicación. Simplemente había un conflicto con las religiosas”.
No todos los casos de conflicto terminan así; sin embargo, Sedeño cree que no se deben menospreciar los conflictos en la comunidad pues pueden derivar en dolorosas salidas. En ocasiones, el conflicto no es dentro de la comunidad sino promovido desde fuera: “Encontré algunos casos en que la familia obligó a algunas a salir de la comunidad. Una de ellas comentó: ‘No supe qué hacer, ni cómo defender mi deseo de permanecer en la congregación’. Por supuesto, en estos casos es la comunidad la que se frustra por no poder ayudar a la hermana que tiene la vocación pero que, por causas familiares, tuvo que salir”.
Otros conflictos provienen de la propia religiosa: causas psicológicas entre las que no se puede descartar la depresión o conflictos emocionales: “Una hermana nos confió: ‘Yo me enamoré de alguien, pero no me atrevía a comentarlo a la superiora porque me correría’. Otra: ‘Estoy enferma, necesito estudios médicos, pero si lo digo me pueden correr’. Hay miedo”.
El temor a abandonar la comunidad es comprensible, no sólo por el radical cambio de vida sino porque, al no existir parámetros claros para la salida, hay espacio para situaciones irregulares: “En ocasiones, algunas no han podido sacar sus papeles de la comunidad. Entrevisté a una chica que salió de la vida consagrada y la congregación no le dio sus papeles. No podía trabajar o hacer trámites”.
Aunque infrecuentes, Sedeño pudo rastrear y compilar información de violencia y abuso como factores de salida: “En la investigación recibí dos casos, uno de violencia y abuso cometida por un sacerdote; y, el otro caso, un conflicto entre hermanas. Esto revela que no sólo hay conflictos de abuso psicológico, también hay violencia física o acoso”.
La última causa identificada por Sedeño es el activismo de las religiosas, el burn-out: “El activismo es uno de los errores más comunes y graves en la vida consagrada porque el pensamiento eficientista ha penetrado en las congregaciones relegando la vida interior. Por el exceso de actividad se puede caer en el abandono de la persona; religiosas que descuidan su salud y su bienestar, su alimentación, descanso, condición y cuidado físico corporal, dejadez ante la enfermedad, cansancio crónico debido al exceso de trabajo, mala o poca alimentación, ayunos prolongados que derivan en un deterioro en la persona y enfermedades que terminan siendo irreversibles.
“Una entrevistada comentó: ‘Yo sí quería estar aquí, pero me cansé’. Y es que son muchos los encargos dentro de la congregación, muchas labores y el cuerpo no responde. Se trata de mujeres con vocación que se desgastaron en la labor. En aquel caso, la religiosa de 45 años era la más joven de la comunidad, tenía que encargarse de todo porque sus hermanas ya eran ancianas. Es frecuente que en comunidades envejecidas todo el trabajo se cargue en pocos hombros”.
El escenario futuro para Olivia Sedeño es motivar la necesidad de una instancia eclesial que atienda y vigile protocolos para la vida consagrada respecto a la salida de la comunidad: “Si se formaliza este tipo de servicio puede hacer bien a la Iglesia, a la congregación religiosa y, sobre todo, a la persona”. Un desafío mayúsculo toda vez que sólo 5 de las 10 comunidades religiosas consultadas por Sedeño apoyaron la investigación.
“El impacto de la salida es muy fuerte. Hay mujeres que sufren tanto, que incluso piensan en el suicidio. Algunas salen resentidas y están en contra todo el tiempo de la vida consagrada… Me encontré un caso drástico, de una chica que tuvo que abandonar la casa religiosa en medio de la noche bajo la lluvia, otra que estuvo 15 años en una comunidad y en el momento de salir le regalaron libros para que los vendiera y sobreviviera; otra, tras veinte años de dedicar su vida a Dios en esa comunidad, le dieron mil pesos para salir adelante… algunas podrían tener motivos para odiar la vida consagrada, pero creo que la mayoría que hemos salido tenemos fe y cariño a la vida consagrada, porque nos da experiencias de Dios invaluables”.
De allí la necesidad de una instancia y estancia especializada para mujeres que salen de la vida religiosa, para que dejen de ser invisibles, para que vivan la comunión de ser hijas de una Iglesia que las sigue amando.
LA PARÁBOLA DEL TRIGO BUENO Y DE LA CIZAÑA
Ante una situación desagradable, solemos hacernos estas preguntas:
¿por qué permite Dios tanto mal?
¿Por qué no castiga a los malhechores que cometen grandes injusticias?
Jesús trata de responder a esas preguntas con una de las tres parábolas de hoy. Observemos que no se trata de una respuesta teórica, más bien Jesús busca hacer pensar a sus oyentes narrando hechos de la vida cotidiana. En esta reflexión comentaremos la parábola del trigo y la cizaña.
La cizaña es una planta bastante conocida en nuestros días al igual que en tiempos de Jesús. Su nombre científico es lolium temulentum (popularmente conocida como “falso trigo” o “cizaña embriagante”).
Es de utilidad decir alguna palabra sobre esta planta para comprender mejor la parábola: la cizaña regularmente crece en las mismas zonas donde se siembra trigo y se considera una maleza de ese cultivo.
En sus primeras etapas de desarrollo se parece mucho al trigo y por eso es casi imposible diferenciarla. Será más fácil distinguirlas cuando hayan crecido, sin embargo, en ese momento la raíces de las plantas estarán entrelazadas de tal forma que será imposible quitar la cizaña sin destruir parte del trigo. Se requiere por tanto, esperar hasta la cosecha y la trilla para poder separarlos, tal como lo dice el propietario del campo en el evangelio de este domingo.
Es indispensable separar la cizaña porque es algo venenosa ya que suele contaminarse de un hongo tóxico que se acumula en el grano. Cuando se consume, provoca vértigos y malestares y tiene efectos similares a los de un narcótico. Además, la harina de la cizaña tiene un gusto amargo y desagradable. Por si fuera poco, separar el trigo de la cizaña es un trabajo de mucha paciencia porque los granos se asemejan tanto en forma como en tamaño, distinguiéndose solamente en que los granos de la cizaña suelen ser de color gris.
La parábola advierte abiertamente que en todas partes encontraremos tanto gente buena como mala. También señala lo difícil que es distinguir los unos de los otros. Creo que en este domingo podemos preguntarnos:
¿por qué se parecen tanto el buen grano y la cizaña, o bien, por qué es tan difícil distinguir a una persona con buenas intenciones de otra que no las tiene?
¿Emitimos prejuicios tomando como referencia principal la apariencia?
¿Qué hace el trigo para poder sobrevivir acompañado de la cizaña?
Ante la presencia inevitable de la cizaña
¿qué nos toca hacer para no llenarnos de su amargura o desazón?
Jesús nos indica que podemos dar fruto a pesar de estar rodeados de un ambiente tóxico. De hecho fue parte de su misión porque estuvo rodeado de pecadores y jamás se contaminó. No nos desanimemos ante la presencia de la cizaña. Tengamos nuestra confianza en que, a pesar de todas las dificultades, siempre puede haber una buena cosecha de granos si nos dejamos ayudar por Jesús.
P. Tony Escobedo, c.m.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Ayúdenme a bendecir al Buen Dios que sigue creyendo en nosotros, los seres humanos.
Bendecimos a nuestro Padre Dios por el don de su presencia en los ministerios en la Iglesia. Lo bendecimos por cada una de las laicas y laicos, por la Vida Religiosa, por los Sacerdotes César Ramírez López; Leonel Serrano de la Cruz; Rogelio Bautista García; Victor Manuel Monreal Santacruz y su servidor Ramón García Reynoso que hoy hace 23 años fuimos ordenados presbíteros.
Que Dios siga bendiciendo a la Iglesia que peregrina en Torreón con abundantes servidores santos.
Ayúdennos a decir al Padre Bueno:
Continuamos con nuestra meditación del Padre nuestro.
Los grandes deseos expresados hasta ahora ante Dios:
no excluyen, sino despiertan, estas peticiones que responden a las necesidades más básicas del ser humano:
A primera vista, la primera petición parece la más sencilla: “danos pan”. Sin embargo, ofrece diversas dificultades de interpretación y encierra una densidad de contenidos que es necesario captar para orar al Padre desde el espíritu de Jesús.
En estos días estaremos meditando esta petición en seis momentos. Seis reflexiones en torno al pan:
Padre, concede a tus sacerdotes, que seamos buen pan para los demás.
La bendición de Dios Bueno Padre-Hijo-Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Con esta petición comienza la segunda parte del Padre nuestro.
Hasta ahora la atención estaba centrada en Dios:
Ahora la atención se dirige hacia nosotros mismos:
Los grandes deseos expresados hasta ahora ante Dios no excluyen, sino despiertan, estas peticiones que responden a las necesidades más básicas del ser humano.
A primera vista, la primera petición parece la más sencilla. Sin embargo, ofrece diversas dificultades de interpretación y encierra una densidad de contenidos que es necesario captar para orar al Padre desde el espíritu de Jesús.
En estos días estaremos meditando esta petición en seis momentos. Seis reflexiones en torno al pan:
¡¡¡ Resurrexit !!
EN OBEDIENCIA FIEL AL PADRE.
No es posible decir de corazón «hágase tu voluntad» sin adoptar una postura de obediencia al Padre en la vida diaria.
"No basta decirme: "Señor, Señor", para entrar en el reino de Dios; no, hay que poner por obra la voluntad de mi Padre del cielo” (Mt 7,21).
El modelo es el mismo Jesús. El objetivo de su vida es precisamente hacer la voluntad del Padre: «He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6,38).
Es lo único que Jesús persigue día a día: No busco mi voluntad, «sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30).
Esta voluntad del Padre no es un peso que tenga que soportar por obligación, una ley que pesa sobre él, sino lo que alimenta su vida y alienta su ser: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (IJn 4,34).
Esta fidelidad al Padre lo mantiene siempre en comunión con Él: “El que me ha enviado está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él”. Esta obediencia no siempre es fácil. Jesús experimentó en su propia carne lo duro que es a veces mantenerse fiel a la voluntad del Padre. «Aun siendo Hijo, sufriendo aprendió a obedecer» (Heb 5,8).
Pero en medio del sufrimiento mantuvo firme su actitud de obediencia: "Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26,42).
Jesús es el camino a seguir. Hacer la voluntad del Padre nos introduce en una relación nueva y especial con Él: «El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre» (Mt 12,50). Vivir la voluntad del Padre exige discernir los caminos de Dios y preguntarnos cuál es aquí y ahora, en concreto, su voluntad. Como dice san Pablo, "distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12,2).
Se trata de «llegar al pleno conocimiento de su voluntad con toda la inteligencia y el saber que procura el Espíritu» (Col 1,9). Todo esto no puede ser fruto de nuestro esfuerzo.
Es Dios quien lo puede realizar en nosotros. «Dios es quien obra en nosotros el querer y el actuar» (Flp 2,13).
Él está en el origen de todo. Únicamente con nuestras fuerzas no podemos nada. Es Él quien «realiza en nosotros lo que es agradable a sus ojos» (Heb 13,21).
Por eso le pedimos que sea Él quien cumpla su voluntad en nosotros. Y lo hacemos con el mismo espíritu de María: «Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,38).
¡¡¡ Resurrexit !!!
EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.
Cuando en el lenguaje bíblico se habla de "cielo y tierra", se quiere indicar la totalidad de cuanto existe, la creación entera.
Por eso se dice que el Señor “hizo el cielo y la tierra" (Sal 54,3) o que es “Señor del cielo y de la tierra" (Mt 11,25).
Pedimos, por tanto, a Dios, que se haga su voluntad en todo lugar y siempre.
Que nadie se cierre a sus designios, que su voluntad de salvación lo abarque todo.
Pero, como hemos visto en la invocación inicial, el "cielo" es el lugar propio de Dios, mientras que la "tierra" es el espacio de los seres humanos. Según esta perspectiva, pedimos que se haga realidad entre los hombres lo que ya se da en Dios.
La decisión está tomada ya en el "cielo" (Dios), pero tiene que ejecutarse en la "tierra" (entre los hombres). Esto es lo que expresamos: realícese en la tierra el designio que tú has decidido en el cielo; hágase entre nosotros lo que tienes decidido en tu corazón, Padre, Abbá.
Es conocido el comentario de Orígenes: «Si se hiciera la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo, la tierra ya no sería tierra…, entonces seríamos cielo».
¡¡¡ Resurrexit !!!
QUE EL PADRE HAGA REALIDAD SUS PLANES DE SALVACIÓN.
Hemos de tomar clara conciencia de lo que pedimos.
No invocamos a Dios para que cambie y cumpla nuestros deseos; si oramos es, precisamente, para cambiar nosotros, escuchando los deseos de Dios.
No le pedimos a Dios que cambie su voluntad para hacer la nuestra; pedimos que "se haga su voluntad", que es, en definitiva, nuestro verdadero bien.
Esto significa reconocer que lo decisivo no es nuestra voluntad.
El conocimiento de la existencia y los proyectos que tenemos los hombres son limitados, a veces incluso equivocados.
Lo importante es su voluntad de salvación.
La fe en Dios Padre despierta en nosotros «una entrega humilde a un designio más trascendente, que nos envuelve a cada uno y a toda la creación».
Esto se traduce en aceptar los caminos, a veces misteriosos, de Dios, renunciando a nuestra propia voluntad y deseos.
Estar dispuestos a asumir acontecimientos y experiencias que no entenderemos y que no coincidirán con nuestras expectativas.
Sin embargo, hacer la voluntad de Dios no significa anular nuestra voluntad o disminuirla, sino orientarla hacia nuestro verdadero bien.
No hemos de olvidar que, al amarnos, Dios no busca su propio interés, sino únicamente nuestro bien y nuestra dicha.
A Dios lo único que le interesa somos nosotros.
Nos crea solo por amor y buscando nuestro bien.
Su gloria consiste en que el ser humano viva y alcance su plenitud.
Por eso, cuando decimos “hágase tu voluntad” no estamos renunciando a nuestros intereses y a nuestro propio bien.
Estamos pidiendo nuestra salvación, la de todos.
¡¡¡ Resurrexit !!!
LA VOLUNTAD SALVÍFICA DE DIOS.
La "voluntad de Dios" es aquello que Dios quiere que se cumpla y se haga realidad. El sustantivo thélema no designa el acto de querer (thélesis), sino el objeto del querer, aquello que se quiere.
Es cierto que en la tradición bíblica se habla con frecuencia de las exigencias de la Alianza y de los "caminos" que Dios quiere que el pueblo siga fielmente. Pero todo ello está orientado a la salvación querida por Dios para todos.
Ese es el "misterio de su voluntad" (Ef 1,5) revelado plenamente en Jesucristo. Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (l Tim 2,4).
En el evangelio de Juan se afirma una y otra vez que esa es la voluntad del Padre: “Esta es la voluntad del que me ha enviado: que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resuciteresucite en el último día. La voluntad de mi Padre es que todos los que vean al HIJO y crean en él tengan vida eterna” (Juan 6,39-40).
Este es el único designio de Dios: «Dios no envió a su HIJO al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él» (In 3,17).
Con esta petición, “hágase tu voluntad”, repetimos y reforzamos la anterior: “Venga a nosotros tu reino”. Este es nuestro gran deseo, repetido una y otra vez: que el Reino de Dios vaya creciendo y llegue cuanto antes a su plenitud.
Que el proyecto salvador de Dios se haga realidad. Que nadie se pierda, y menos los pequeños, pues «no es voluntad de su Padre del cielo que se pierda uno de estos pequeños» (Mt 18,14).
¡¡¡ Resurrexit !!!
El miedo, la esperanza y la paciencia del sembrador
XV Domingo Ordinario (Mt 13,1-23)
La parábola del sembrador describe una actividad cotidiana en el Israel de la época de Jesús. La siembra tenía lugar cuando llegaban las lluvias en otoño (por noviembre o diciembre) y la cosecha venía algunos meses después (en abril o mayo).
Tal vez podemos sorprendernos al leer que el sembrador aventaba la semilla en el camino, en las rocas o en las espinas. Pareciera que es algo ridículo o irracional.
¿Por qué tanto desperdicio?
Recordemos que en la antigüedad la técnica agrícola no estaba muy desarrollada y no se contaba con la maquinaria sofisticada que tenemos actualmente.
En aquel tiempo, primero solía lanzarse la semilla sobre todo el terreno sin saber exactamente donde estaba el suelo bueno y fértil y sin poder adivinar donde estaba la roca porque en la superficie no se veía.
Después, con herramienta muy simple se araba la tierra para que la semilla quedase enterrada. Luego se esperaba una buena lluvia para que la hiciera germinar y crecer.
La parábola muestra que el sembrador vive de esperanza: cuando siembra, sabe perfectamente que en cualquier lugar del terreno hay una parte fértil que no lo desilusionará.
Nosotros, ¿tenemos puesta la esperanza en la Divina Providencia?
Sembrar era una actividad indispensable para la sobrevivencia pues del éxito de la siembra dependía la vida del sembrador y la de su familia. Se sembraba para recoger el grano con que se prepararía el pan durante todo el año; también se debía tener en cuenta que era necesario almacenar una parte considerable para poder sembrar el año próximo.
Con esto podemos entender que la gente del campo tenía miedo a no ver crecer el grano, a no verlo llegar a la madurez o a no recoger lo suficiente para poder comer hasta la cosecha del año siguiente.
¿Podemos ponernos en las manos de nuestro Señor aún con los miedos e inseguridades que sentimos?
Para el sembrador, la paciencia es de suma importancia. El grano no germina de inmediato ni da fruto de un día para otro. El resultado del trabajo tardará en llegar. Por eso podemos decir que la parábola describe un proceso largo que supone también un logro importante después de superar una serie de dificultades y fracasos iniciales.
Como el sembrador, nosotros somos personas de espera. Casi siempre estamos esperando:
esperamos el nacimiento de un bebé que está gestándose en el vientre materno;
esperamos las lluvias para iniciar la temporada de siembra;
esperamos a estar maduros como seres humanos para decidir lo que será de nuestra vida.
En cosas tan cotidianas también esperamos:
esperamos si vamos a consulta con el doctor,
si vamos al trabajo esperamos en el tráfico,
en la parada de autobús esperamos,
incluso en este tiempo de pandemia esperamos en casa…
¿no será que este tiempo de esperar a que pase la pandemia sea como el grano de trigo que está esperando a germinar y a dar buen fruto?
Cuando las condiciones de salubridad sean adecuadas para salir ¿qué tanto fruto daremos: treinta, sesenta o cien?
¿Cuáles son los fracasos y dificultades que debemos superar con entusiasmo los sembradores del siglo XXI?
P. Tony Escobedo, c.m.
¡¡¡ Resurrexit !!!
IV Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
LA VOLUNTAD SALVÍFICA DE DIOS
Este deseo solo se encuentra en el evangelio de Mateo.
En realidad, no añade nada nuevo a los dos deseos anteriores, pero expresa algo que aún no había sido nombrado: la "voluntad de Dios".
De hecho, el reinado de Dios solo se puede abrir camino si los hombres se muestran dóciles y obedientes a su voluntad de reinar entre ellos.
Hemos de entender bien este deseo.
Algunos pueden entender la voluntad de Dios como un conjunto de leyes y normas que Dios impone y que el hombre ha de cumplir; entonces estaríamos pidiendo que el mundo no se alejara de la moral revelada por Dios.
Otros pueden pensar, más bien, en un designio misterioso e insondable que no es fácil conocer, pero que hemos de aceptar con fe.
Otras veces tal vez se quiere descifrar esa voluntad divina para saber si coincide con la propia.
¿Qué pedimos, en realidad, en el padrenuestro?
¿Qué es lo que realmente quiere Dios?
¡¡¡ Resurrexit !!!
III. VENGA A NOSOTROS TU REINO
Entrar en el reino
Ese Reino de Dios está en proceso.
Está ya aquí, pero todavía no ha llegado a su plenitud.
Ha sido sembrado en la tierra, y tiene que ir creciendo.
Sus comienzos son humildes, casi insignificantes, pero está destinado a tener un alcance universal.
El bien ya actúa en el mundo, pero todavía no ha vencido del todo al mal. El Reino es un don que hemos recibido, pero también es una promesa que esperamos ver realizada. De ahí nuestro grito: "Venga tu Reino": que la "semilla" siga creciendo, que la "levadura" siga fermentando; que lo comenzado en Cristo siga desarrollándose.
Gritar desde dentro esta petición solo es posible cuando uno está dispuesto a entrar en la dinámica del Reino. Sí anhelamos el Reino hemos de escuchar la llamada de Jesús: "Busque el reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura" (Mt 6,33).
Entrar en el Reino de Dios exige adoptar una actitud de "niños" que acogen al Padre, Abbá, pues «los que son como ellos tienen a Dios por Rey» (Mt 19,14). Exige también vivir con el espíritu de las bienaventuranzas, pues «de ellos es el reino de Dios» (Lc 6,20).
Pero, además, el anhelo del Reino de Dios impulsa y compromete a trabajar para que ese Reino de Dios sea acogido. Esto significa trabajar por un mundo más fraterno y solidario, construir unas relaciones más humanas, instaurar la paz y promover la reconciliación, reaccionar contra las injusticias, mantener siempre viva la esperanza en Dios, sin caer en el pesimismo o la desesperanza, pedir ardientemente la venida del Reino.
Siguiendo a Jesús, también nosotros estamos llamados a realizar gestos liberadores, creadores de vida, que puedan ser percibidos como buena noticia por quienes sufren:
«Por el camino, proclamen que el reinado de Dios ya está llegando. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron, denlo gratis» (Mt 10,7-8).
Los gestos pueden ser diversos:
ofrecer esperanza a quienes no tienen nada que esperar de esta sociedad,
acoger a quienes no encuentran sitio ni acogida en lugar alguno,
defender a quienes no pueden defenderse ante los poderosos,
hacer justicia a quienes son tratados injustamente,
recordar a quienes son olvidados y marginados,
ofrecer perdón y posibilidad de rehabilitación a los culpables.
Allí donde se vive y se trabaja con este espíritu, está llegando el Reino de Dios.
Quien anhela el Reino no pierde la esperanza ni olvida la acción de gracias: «Gracias, Señor Dios, soberano de todo, el que eres y el que eras, por haber asumido tu gran poder y haber empezado a reinar» (Ap 11,17).
Aunque no veamos realizado su Reino tal como deseamos, nosotros sabemos que Dios lo orienta todo hacia la salvación final. Dios es «el que es, el que era y el que está a punto de llegar» (Ap 1,4).
¡¡¡ Resurrexit !!!
III. VENGA A NOSOTROS TU REINO
El reino de Dios esta llegando
Toda la actuación de Jesús se concentra en la venida de este Reino de Dios. Jesús vive convencido deque con él, con su mensaje y su actuación, el Reino de Dios comienza a hacerse realidad. Dios está ya llegando. El Reino de Dios comienza a abrirse camino entre los hombres. La vida está siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios. Esta es la gran noticia que nos obliga a todos a cambiar. Así resume el evangelista san Marcos el mensaje central de Jesús: “El tiempo se ha cumplido, ya llega el reinado de Dios. Conviértanse y crean la Buena Noticia” (Mc 1,15).
Este reinado de Dios no llega con la espectacularidad que muchos contemporáneos de Jesús esperaban, sino de una manera humilde, sencilla y casi oculta. El Mesías o Enviado de Dios no viene a instaurar un reino poderoso de carácter político. Su modo de hacer presente el Reino de Dios es introducir en la vida de los hombres justicia, verdad, salud, perdón. “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,44).
Por eso, este reinado de Dios es como una "semilla" que se ha sembrado en el mundo para ir creciendo (cf. Mc 4,26-32), como un trozo de "levadura" que ha sido introducido en la historia humana para ir transformándola (cf. Mt 13,33).
La fuerza salvadora de Dios está ya actuando, pero es como un "tesoro escondido" que hay que saber descubrir (cf. Mt 13,44) o como una "perla preciosa" por la que merece arriesgar todo lo demás (cf. Mt 13,45).
A primera vista, todo esto del "Reino de Dios" puede parecer todavía algo insignificante, como un pequeño "grano de mostaza" (Mc 4,31), incluso puede parecer que fracasa, pues la semilla puede correr suertes diversas, según la acogida o la resistencia que encuentre al caer en diferentes terrenos (cf. Mc 4,3-9). Pero Jesús invita a sus seguidores a descubrir en lo más profundo de la historia humana la fuerza humilde pero poderosa de Dios, que conduce ya al mundo hacia su salvación: "Ustedes están ya en el secreto de lo que es el reinado de Dios" (Mc 4,11).
El propio Jesús, con su actuación sanadora y su lucha contra el mal y el dolor, ofrece signos de que el reinado de Dios está llegando: "Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia" (Mt 11,5).
Si Jesús va expulsando el mal y haciendo la vida de los hombres más sana, más liberada y dichosa, esto indica que Dios está venciendo el mal con el bien y está implantando su Reino: "Si yo expulso demonios por el Espíritu de Dios (Lucas = el dedo de Dios), es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes" (Mt 12, 28 = Lc 11, 20).
La llegada del Reino de Dios es la mejor noticia que podía escucharse en el mundo, pues el que quiere reinar entre los hombres no es un dictador, sino un Dios-Padre, Abbá, que lo único que busca es el bien y la dicha de todos. Si Dios reina, reinará entre los hombres la fraternidad, la comunión y la amistad.
Acoger a Dios como único Absoluto no conduce a la injusticia, la opresión y la mutua destrucción. Al contrario, es lo único que puede llevar a la humanidad a la convivencia fraterna y a la justicia para todos.
Según Jesús, los primeros que han de escuchar la buena noticia del Reino son los pobres: "El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para que dé esta Buena Noticia a los pobres" (Lc 4,18).
Los primeros beneficiados con la llegada del Reino de Dios son los indefensos, las víctimas de los poderosos, los marginados, los que no tienen sitio en la sociedad ni en el corazón de los demás. No es que estos sean mejores que nadie para merecer el Reino de Dios de forma privilegiada. La única razón es que son pobres y están necesitados de justicia y amor. Por eso es bueno para ellos que se imponga el reinado de Dios y su justicia.
Si Dios reina en el mundo, en esa misma medida ya los poderosos no reinarán sobre los débiles, los ricos no abusaran de los pobres, los varones no dominaran a las mujeres, los pueblos del Primer Mundo no explotarán a los del Tercero. Por otra parte, si reina Dios y su justicia, ya no reinarán entre los hombres como señores absolutos el dinero, la fuerza, las armas, el bienestar o el poder. No se podrá dar a ningún cesar lo que es de Dios (Cf. Lc 20,25). No se podrá servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero.
¡¡¡ Resurrexit !!!
III. VENGA A NOSOTROS TU REINO
La utopía del reino de Dios
Cuando en Israel se organizó la monarquía, no por eso Dios dejó de ser el soberano del pueblo, el auténtico Rey de Israel. Por eso se le aclamaba con himnos como este: «A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra. A ti, Señor, la realeza y el dominio sobre todas las cosas» (1 Cr 29,11).
Los reyes de Israel estaban sometidos a Dios y debían cumplir su voluntad.
Por eso, nada tiene de extraño que, al comprobar que tampoco los reyes actuaban con justicia y bondad, se despertara en el pueblo la esperanza de que Dios mismo enviaría un día a su "Ungido" o Mesías, descendiente de la familia real de David, para que instaurara el verdadero "Reinado de Dios", haciendo realidad una utopía tan vieja como el corazón humano: la desaparición del mal, de la injusticia y la opresión, del dolor y de la muerte.
El "Reino de Dios" traerá consigo la verdadera justicia y la paz, la salvación y la felicidad. Entonces desaparecerán el pecado y las injusticias, y se promoverá la liberación y la dignidad de todos.
Esto es lo que anuncia el Libro de la consolación de la profecía de Isaías: «¿Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias, que anuncia salvación, que dice a Sión: "Ya reina tu Dios"» (Is 52,7).
El Reino de Dios es, sobre todo, una buena noticia para los pobres y los maltratados injustamente. Dios no puede reinar sino haciendo justicia a aquellos a quienes nadie se la hace, ni siquiera los reyes de la tierra.
Solo Dios puede garantizar la defensa de los débiles: «Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el tirano, se terminó el cínico» (Is 29,19-20).
Así canta el salmista: «El librará al pobre que pide auxilio, al afligido que no tiene protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres; él vengará sus vidas de la violencia, su sangre será preciosa a sus ojos» (Sal 72,12-14).
Así pues, el deseo de que venga el "Reino de Dios" recoge el anhelo de que llegue un nuevo orden de cosas que solo Dios puede introducir. Solo él puede imponer entre los hombres la justicia verdadera. Solo él puede traer al mundo la paz y la salvación. Solo él puede destruir el pecado y eliminar la iniquidad.
¡¡¡ Resurrexit !!!
III. VENGA A NOSOTROS TU REINO
Evitar ideas erróneas sobre el reino
No hemos de identificar el reino de Dios con el cielo, lugar de recompensa y disfrute eterno con Dios. San Mateo habla del “reino de los cielos”, pero es para designar el “reino de Dios”, evitando usar explícitamente el nombre divino.
Jesús no está pensando en un reinado de Dios que se realiza en la otra vida, más allá de la muerte.
El reinado de Dios es algo que está en marcha y acontece ahora. Es cierto que la plenitud del reino se dará al final, pero el crecimiento del reino de Dios, la acogida, la entrada en el reino, tienen lugar ahora. Por eso, al decir «venga a nosotros tu reino», no estamos pidiendo ir al cielo.
Estamos gritando que el reino de Dios se haga realidad entre nosotros, que llegue su justicia, que se imponga en el mundo su señorío.
Tampoco hemos de entender el reino de Dios como algo interior, que se realiza por medio de la gracia en el alma de los creyentes, sino como un proceso llamado a transformar la vida entera.
La idea de un reino de Dios en el interior de las personas proviene, sobre todo, de la interpretación que muchos Padres hicieron de Lc 17,21: “el reino de Dios ya está dentro de ustedes”. La exégesis actual entiende: “El reino de Dios ya esta entre ustedes” (La Biblia de La Casa de la Biblia).
Asimismo, la nueva versión española de la Biblia de Jerusalén, que traduce "dentro de ustedes", lo entiende, sin embargo, así: “Hay que optar por él, no es acontecimiento puramente externo».
Naturalmente, la conversión al reino de Dios implica una vida interior, pero la llamada a "entrar en el reino" no es una invitación a intensificar la vida espiritual, sino a tomar una decisión que compromete a toda la persona.
Por eso, cuando decimos «venga a nosotros tu reino», no pedimos que Dios reine interiormente en los corazones, sino que transforme la realidad entera del mundo y la vida material, espiritual y social de los hombres, para que sea más conforme con los designios de Dios nuestro Padre.
Tampoco hemos de confundir el reino de Dios con la Iglesia como si el reino de Dios solo se realizara dentro de la institución eclesiástica y creciera y se desarrollara en la medida en que crece y se desarrolla esta.
La Iglesia está al servicio del reino de Dios y trata de anunciarlo y promoverlo, pues es "sacramento" o signo de la presencia de Dios entre los hombres, inaugurada por Cristo y en Cristo. Pero el reino de Dios no se identifica con las fronteras de la Iglesia visible; Dios reina donde reina su amor y su justicia. Por eso, cuando decimos «venga a nosotros tu reino», no pedimos que crezca y se extienda la Iglesia, sino que el reino de Dios llegue al mundo entero y también a la Iglesia.
¡¡¡ Resurrexit !!!
III. VENGA A NOSOTROS TU REINO
Este grito, «venga a nosotros tu reino», ayuda a concretar y comprender mejor el deseo anterior de la santificación del nombre de Dios.
Para Jesús, la venida del Reino de Dios lo es todo:
No es extraño que, al enseñar a sus discípulos a orar, le salga este deseo desde lo hondo de su ser: «Padre, venga tu reino».
Esta terminología monárquica nos puede resultar hoy un tanto extraña. Incluso la podemos entender mal. Pero, si queremos comprender bien el Padrenuestro, hemos de ahondar en esta expresión.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Nuestro compromiso
En esta sección, reflexionaremos, día a día, los siguientes elementos:
Nuestro Compromiso
No puede salir de nosotros este deseo ardiente de ver el nombre santo de Dios reconocido y santificado si en nosotros no hay un deseo de vivir de "manera santa", dando gloria a Dios en nuestra propia vida, «llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios» (Flp 1,11).
Esta es la idea de Jesús: nosotros santificamos y glorificamos el nombre del Padre haciendo "obras buenas". «Alumbre su luz a los hombres; que vean el bien que hacen y glorifiquen a su Padre del cielo» (Mt 5,16).
Concretamente, "santificar el nombre de Dios" significa para nosotros respetar a Dios, aceptar su presencia misteriosa en nosotros; dejarle a Dios ser Dios, sin pretender manipularlo; hacerle sitio en nuestra vida, en nuestro pensar, sentir y actuar, sin obstaculizar su acción salvadora en nosotros; acogerlo como origen y destino último de nuestra existencia; amarlo como Abbá, Padre querido.
Significa, por lo tanto, no hacernos otros dioses, desterrar toda idolatría, reconocerlo como único Señor, sin rendir nuestro ser al dinero, al poder, al sexo o a cualquier otro ídolo; poner solo en Él nuestra esperanza, confiar solo en su nombre.
Pero el nombre concreto de Dios es Abbá, Padre. Por eso, santificar su nombre es vivir como verdaderos hijos suyos, acogiendo a todos como hermanos; crear en el mundo unas relaciones más santas, justas y humanas; reaccionar contra todo lo que destruye la dignidad y los derechos de las personas; trabajar por una vida más digna y feliz para todos, pues «lo que da gloria a Dios es un hombre lleno de vida». Así decía San Ireneo: «La gloria de Dios es que el hombre viva».
Sin embargo, nunca lograremos ver en esta tierra un mundo santo, perfecto y justo, donde Dios sea acogido como Padre y donde los hombres y mujeres se amen plenamente como hermanos.
Nunca veremos hechos realidad el amor, la justicia y la paz, que tanto deseamos. Por eso, al decir «santificado sea tu nombre», nuestro deseo se abre a una esperanza última y definitiva cuando "Dios sea todo en todos" (1 Cor 15,28).
¡¡¡ Resurrexit !!!
Que Dios santifique su nombre
En esta sección, reflexionaremos, día a día, los siguientes elementos:
Que Dios santifique su nombre
Este deseo nace en nosotros porque el nombre de Dios, "Abbá", no es santificado ni glorificado.
No se le deja a Dios ser Padre de todos.
Su nombre de "Padre" no es reconocido.
Se le ofende violando a sus hijos e hijas.
Su nombre de Padre es despreciado, ignorado o rechazado cuando en el mundo crecen los odios y las injusticias.
"Santificado sea".
Esta fórmula en forma pasiva es una manera de indicar que el sujeto de esa acción es Dios, sin tener que mencionarlo explícitamente.
Entonces, el orante pide a Dios que sea Él mismo el que santifique su nombre, el que se haga reconocer por todos.
La gloria de Dios es algo demasiado grande para que solo nosotros con nuestras fuerzas la podamos hacer realidad.
Nosotros le exponemos al Padre nuestro deseo ardiente de que su nombre santo de Padre sea conocido, reconocido, venerado, agradecido y ensalzado.
Es él quien, antes que nadie, tiene que santificar su nombre, no nosotros.
Así aparece ya en el profeta Ezequiel: «Yo santificaré mi gran nombre, profanado entre las naciones, profanado allí por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy Yahvé, cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad ante ellos», (Ez 36,23).
Por eso le decimos a Dios: «Padre amado, santifica ese nombre tuyo».
Repetimos así la oración de Jesús: "Padre, glorifica tu nombre" (Jn 12,28). Este es nuestro primer deseo: que la gloria de Dios llene la tierra, que Dios sea Dios, que su bondad, su amor y su justicia salvadora lo penetren todo, que su nombre de Padre, profanado por los hombres, sea glorificado.
Que se imponga su amor de Padre entre unos hombres y mujeres cada vez más hermanos.
¡¡¡ Resurrexit !!!
La santidad de Dios
En esta sección, reflexionaremos, día a día, los siguientes elementos:
La santidad de Dios
Cuando nosotros hablamos de "santidad", de ordinario pensamos en la "perfección moral" que una persona ha alcanzado en un grado notable.
En la tradición bíblica, sin embargo, la santidad es, antes que nada, el modo de ser propio de Dios. Solo Dios es realmente "santo". El es distinto de todo cuanto existe. Es incomparable. Él es Dios y no hombre (cfr. Os 11,9).
No es prolongación de nuestro mundo. Es completamente otro, insondable, trascendente.
Su modo de ser y de actuar no pueden ser comparados con nada ni con nadie. En concreto, él ama y busca la justicia como ninguno. Aborrece la iniquidad; defiende a los débiles; su misericordia no tiene fin: su acción salvadora es insondable. Así pues, la santidad de Dios es fundamento y exigencia para vivir de manera santa.
Lo mismo se dice en las primeras comunidades cristianas: «Igual que es santo el que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta, porque la Escritura dice: "Seréis santos, porque yo soy santo"» (1 Pe 1,15-16).
Es la idea de Jesús: «Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mt 5,48); misericordioso» (Lc 6,36).
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL NOMBRE DE DIOS
En esta sección, reflexionaremos, día a día, los siguientes elementos:
El nombre de Dios
En la cultura bíblica, el nombre no es solo un término para designar a una persona o un objeto.
A Abrán, Dios le cambia su nombre y lo llama Abrahan. porque será “padre de una multitud" (Gn 17,5).
A Simón, hijo de Jonás, Jesús le cambia el nombre y lo llama "Pedro", porque será "la piedra" sobre la que edifique su Iglesia (Mt 16,18). El nombre indica realmente el ser, la naturaleza íntima de esa persona o ese objeto.
El nombre de Dios sigue siendo un misterio. «Soy el que soy… este es mi nombre para siempre» (Ex 3,14-15).
Pero el pueblo de Israel va experimentando que Dios es amor salvador: «Envió la redención a su pueblo, confirmó su alianza para siempre; su nombre es sagrado y digno de respeto» (Sal 111,9).
El nombre de Dios les recuerda, sobre todo, su bondad. «Las obras del Señor son todas buenas (…) No cabe decir: "Esto es peor que aquello", pues todo a su tiempo demuestra su bondad. Y ahora de todo corazón y a boca llena cantad himnos y bendecid el nombre del Señor» (Eclo 39, 33-35).
El recuerdo de su nombre solo puede despertar agradecimiento: «Bendice al Señor, alma mía, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, no te olvides de sus beneficios» (Sal 103,1-2).
María, que vive esta espiritualidad bíblica, canta así su agradecimiento: «Porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo» (Lc 1,49).
El nombre de Dios expresa, pues, la actuación amorosa de Dios en medio de los hombres, su presencia salvadora y liberadora. Por eso, los creyentes confían solo en su nombre: «Nuestro auxilio está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 124,8). Por eso invocan el nombre de Dios: «Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, por causa de tu nombre» (Sal 79,9).
El verdadero creyente pone toda su confianza en el nombre de Dios. Ese nombre lo es todo para él: «Yo esperaré en tu nombre, porque es bueno» (Sal 52,11), «Celebraré tu nombre, porque es bueno» (Sal 54,8).
Toda la bondad, el amor salvador y la ternura bienhechora que encierra el nombre de Dios se nos ha revelado de manera definitiva en Cristo. «Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17,26). Este es el Nombre sagrado de Dios que deseamos sea santificado, proclamado, reconocido.
¡¡¡ Resurrexit !!!
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Después de la invocación inicial, vienen expresados tres grandes deseos.
El primero de todos está formulado de manera breve y concisa: «Santificado sea tu nombre».
No se trata de una petición más.
Es el primer deseo que nace de Jesús,
«la principal preocupación y la aspiración más ardiente de su alma».
Para él, el objetivo de todo es la "gloria" de Dios, que el "Nombre de Dios" sea santificado.
Solo quien descubra el contenido hondo de esta extraña fórmula podrá pronunciar el Padrenuestro con el espíritu de Jesús.
En esta sección, reflexionaremos, día a día, los siguientes puntos:
¡¡¡ Resurrexit !!!
DIOS PADRE Y MADRE
Cuando invocamos a Dios como Padre no estamos pensando en ninguna determinación sexual.
«Dios no es varón porque se hable de él como Padre, ni es mujer porque se hable de él como Madre».
No hay más motivo para emplear el masculino que el femenino cuando hablamos de Dios. Dios Padre no representa lo masculino frente a una Diosa-Madre que representara lo femenino.
Cuando invocamos a Dios como Padre, lo único que queremos expresar es que Dios es principio y origen de nuestro ser, y que ese misterio último que origina, sostiene y fundamenta el universo es un misterio de amor insondable.
Por ello, tan legítima es la imagen femenina de Dios como la masculina. La misma tradición bíblica no teme representar a Dios con imágenes femeninas, incluso dentro de una sociedad patriarcal. Así se puede leer en la segunda y tercera parte del libro de Isaías:
«Escuchadme, casa de Jacob, resto de la casa de Israel, con quien he cargado desde el vientre materno, a quien he llevado desde las entrañas…» (Is 46, 3).
«¿Acaso puede olvidar una mujer a su hijo de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella llegase a olvidar, yo no te olvidaré» (Is 49,15).
«Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (Is 66,13).
Por eso, aunque a muchos pudieron sorprender las palabras de Juan Pablo I, en realidad no representaban novedad especial. Esto fue lo que dijo: «Dios es Padre; más aún, es Madre. No quiere nuestro mal; solo quiere hacernos bien a todos».
Tal vez, en medio de una sociedad que sigue configurada por el varón, sea conveniente superar el uso obligado y casi exclusivo de un lenguaje patriarcal que puede estrechar y empobrecer nuestra experiencia de Dios.
Él está por encima de cualquier lenguaje humano, pero los nombres que le damos tienen su importancia, ya que de ellos depende, en buena parte, lo que representa para nosotros.
Probablemente, confiarse a un Dios de entrañas maternales puede hoy ayudar a más de uno a vivir una experiencia más rica y entrañable del Misterio de Dios.
¡¡¡ Resurrexit !!!
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO
EL PADRE DEL CIELO
Dios es nuestro Padre amado, bueno con todos, cercano a cada uno, pero no hemos de confundirlo con un padre cualquiera. Nos lo advierte el mismo Jesús: «No llamen a nadie "Padre" suyo en la tierra, porque uno solo es su Padre: el del cielo» (Mt 23,8-9). Un Padre íntimo y cercano, pero trascendente. Un Padre "que está en el cielo".
Según la concepción bíblica, "la tierra" es el espacio en el que viven los seres humanos y "el cielo" es el lugar de Dios.
Así dice el salmista: «El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres» (Sal 115,16).
El cielo es símbolo de la trascendencia y la inmensidad de Dios: «¿Es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y en lo más alto del cielo, ¡cuánto menos en este templo que te he construido!» (1 Re 8, 27), dice el rey Salomón después de edificar para Yahvé el primer templo de Jerusalén.
Dios "está en el cielo". No está aquí, en la tierra, siempre a mano para utilizarlo cuando lo necesitemos.
No rezamos a Dios para que nos defienda de la dureza de la vida y nos resuelva los problemas. Lo que le pedimos es saber actuar y vivir desde su gracia, su bondad y su verdad.
Es sabido que, para Sigmund Freud, la religión es una «neurosis infantil colectiva»: los hombres buscan en Dios un «sucedáneo del padre», alguien que los acoja y proteja. Por eso la religión crea, en su opinión, una dependencia infantil neurótica y, de la misma manera que para madurar y ser adultos hay que «matar al padre» haciéndose uno padre de sí mismo, así también los hombres tienen que liberarse de Dios para asumir su propia responsabilidad y ser dueños de sí mismos.
Sin embargo, orar a un Padre del cielo no infantiliza. Jesús no tiene nada de niño débil e infantil que vive buscando el consuelo y la protección de Dios. Su obediencia al Padre no lo infantiliza, sino que le hace responsable para asumir su propia misión hasta el fondo.
Dios es nuestro Padre querido, pero está en el cielo, no en la tierra. No nos acompaña para sustituirnos en la solución de nuestros problemas. Está en el cielo, remitiéndonos a nuestra propia responsabilidad, dejando la construcción del mundo en nuestras manos.
Por eso, invocar al Padre del cielo no crea dependencia infantil, no "castra" nuestra personalidad. Al contrario, el creyente encuentra en ese Dios el mejor estímulo y fundamento para vivir responsablemente la fraternidad universal.
Ese "Padre del cielo" es fuente de autonomía, libertad y responsabilidad para construir un mundo más humano y fraterno.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Quien a ustedes recibe a mí me recibe y también a Aquél que me ha mandado (Mt 10,40)
(Pbro. Dr. Trinidad Lomelí Ochoa. Arquidiócesis de Morelia)
El evangelio de hoy (Mt 10,37-42) nos habla de las radicales exigencias del evangelio que Jesús y sus apóstoles predicaron, tanto que deben anteponerse a los vínculos familiares si es que éstos indujeran a estar en contra del mensaje de Jesús Salvador, según el dicho: “El que ama a su padre o su madre más que a mí, no es digno de mí…”, no indica oposición al decálogo “honra a tu padre y a tu madre” (Ex 20,12).
Además el discípulo debe estar dispuesto a dar la vida, siguiendo a Cristo incondicionalmente, muriendo al egoísmo, a la mentira y al pecado: “Considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11).
Por esto quien así pierda la vida la encontrará, es decir, ganará la vida eterna. Y quien quiera conservar para sí mismo su vida, viviendo según sus caprichos, ese la perderá. Y, ya que el apóstol es representante de Cristo, y, como Cristo fue enviado por Dios Padre “El que a ustedes recibe, a mí me recibe y a aquél que me ha enviado”.
Uno de los signos humanos de la aceptación del mensaje de un profeta, justo o evangelizador es brindarle hospitalidad, que era un valor muy apreciado desde la antigüedad en casi todas las culturas.
La rica mujer de Sunem al hospedar en su casa al profeta Eliseo (2Re 4,8-16), “recibió recompensa de profeta”, pidiendo un hijo a Yahvé-Dios, para ella estéril y para su marido anciano. Y Lidia, al recibir a Pablo en su casa, adheriéndose a sus palabras recibió recompensa de apóstol (Hch 16,14-15), la acreditación de una fe firme y sobresaliente.
Otro aspecto que toca el evangelio de hoy es la recompensa para aquellos que hospeden a un profeta, justo aceptando su mensaje, o asistiendo a un “pequeño”. Como en todo tiempo, ha habido verdaderos y falsos profetas (Mt 7,15; 24,11.24), Mt 7,15-20 da los criterios para distinguir entre unos y otros.
En Mt 10,37-42 se habla de una hospitalidad con un valor espiritual, de fe, que rebasa la simple atención material a un pobre, viajero o forastero, necesitado de casa y comida, porque en la persona que se hospeda se “vislumbra” el rostro de Cristo mismo, como nos recuerda san Mateo 25, 40.45: “cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí le lo hicieron” y “cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo”.
Sobre todo los profetas, los justos y los pequeños revelan la presencia del Señor; no importan sus cualidades personales, basta que sean “enviados”; ni tampoco es importante lo que se les dé: basta un vaso de agua fresca. En recompensa de la aceptación del mensaje del profeta, del justo y de la ayuda a “los pequeños” se obtendrá la vida eterna.
Además de los profetas, san Mateo habla de “los justos”, - los cristianos (Mt 13,43.49; 25,37.46), en particular san José (Mt 1,19)-, refiriéndose a los que cumplen la voluntad de Dios, manifestada en el Evangelio. Según esto, es evidente que el justo por excelencia es Jesús, quien por ello entregó su vida (Mt 27,4.19.24). Por otra parte, tampoco quedará sin recompensa asistir a los pequeños o grupo de discípulos en proceso de maduración, aún débiles en la fe que podían escandalizarse con facilidad (Mt 18,6.10).
Vale la pena sacrificar todo por el seguimiento de Jesús y expresarlo externamente aceptando en tu casa al pobre, al justo y al profeta de hoy.
¡¡¡ Resurrexit !!!
SABIÉNDONOS HERMANOS
El Padrenuestro se reza en plural desde el comienzo hasta el final.
Jesús nos enseña a decir «Padre nuestro», no «Padre mío»
Quien invoca así a Dios no puede desentenderse de los demás.
No podemos presentarnos ante Dios solo con nuestros problemas y preocupaciones, ajenos a los demás hombres y mujeres.
En el Padrenuestro no se le pide a Dios nada solo para uno mismo, sino para todos.
El Padre- nuestro solo se puede rezar con un corazón grande y universal.
Dios es "nuestro", de todos. Nadie ha de quedar excluido.
Dios es Padre de toda la familia de seguidores de Jesús.
Pero es también Padre de todos, sin discriminación ni exclusión alguna.
Es el "Padre del cielo".
No está ligado a un lugar sagrado.
No pertenece a un pueblo o a una raza concreta.
No cabe en ninguna religión.
Es el Dios de todos.
«Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45).
«Es bueno con los malos y desagradecidos» (Le 6,35).
Rezar el Padrenuestro es reconocer a todos como hermanos y hermanas, sentirse en comunión con todos los hombres y mujeres, sin rechazar a nadie, sin despreciar a ningún pueblo, sin discriminar a ninguna raza.
¡¡¡ Resurrexit !!!
«DIOS, NUESTRO PADRE»
No es ni una fórmula banal ni una evidencia.
Es verdad que las imágenes del padre que proceden de nuestra infancia no dejan de actuar sobre nosotros; estructuran nuestra experiencia afectiva y también por consiguiente nuestra experiencia religiosa, mucho más hondamente de lo que a veces nos imaginamos.
Pero, ¿quién es ese Dios Padre?
Entre recitar un «padrenuestro» y rezar al Padre como lo hacía Jesús puede haber un camino muy largo, hasta descubrir cómo vivió Jesús su vida de hombre como hijo, desde el principio hasta el fin.
Ante todo hay que aceptar que él es Hijo, nacido de aquel a quien llama «Abba, padre mío».
Pero muchas veces se hace de Jesús un huérfano, una divinidad solitaria, ni verdaderamente Dios ni verdaderamente hombre, viviendo sólo para sí mismo. «Nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Para muchos cristianos, el camino de este descubrimiento es la oración: un camino que trazaron ya las palabras de oración que Jesús enseñó a sus discípulos.
Vuelta a las fuentes, para renovar nuestra oración y nuestra fe en Dios Padre. hasta encontrar la fuerza de las palabras tan sencillas del Padrenuestro.
Ambiente vital en donde Jesús y sus discípulos aprendieron a buscar al Unico, al Padre.
Ph.GRUSON
¡¡¡ Resurrexit !!!
EXPERIMENTAR A DIOS COMO PADRE
Han sido muchos los pueblos que han invocado a Dios como "padre" o como "madre". Con esta expresión intentan expresar su absoluta dependencia de Dios, pero también el respeto y la confianza que sienten ante Él. En estas religiones (Asiria, Egipto, Grecia, Roma) a Dios se le llama "padre" porque se le experimenta como "engendrador" y fuente de vida, y porque se le acepta como "señor" y principio de autoridad. Así hemos de entender el antiquísimo himno de Ur de Caldea donde a Dios se le invoca como «Padre, lleno de gracia y de misericordia en cuya mano descansa la vida de toda la tierra».
Esta intuición religiosa de tantos pueblos ha recibido luz nueva en la historia de Israel. Sin embargo, solo lentamente llegó el pueblo bíblico a representarse a Dios como Padre. No querían ensombrecer su experiencia de un Dios trascendente imaginando ligeramente a los seres humanos como hijos de un dios o una diosa al estilo de ciertas religiones del Próximo Oriente. Yahvé es un Dios cercano, Él guía a Israel, vive en estrecha alianza con su pueblo, pero no puede ser representado por imagen alguna, y su nombre es misterioso. Cuando Moisés le pregunta a Dios cómo se llama, Dios le contesta: «Soy el que soy… Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación» (Ex 3,14-15).
Sin embargo, la experiencia de sentirse pueblo elegido va a hacer emerger un clima religioso que hace posible designar a Dios como Padre. Israel es como una gran familia llamada a la vida por Yahvé, el Padre del pueblo.
En la tercera parte del libro de Isaías podemos observar un lenguaje nuevo: «Tú eres nuestro padre. Abrahán no sabe de nosotros, Israel no nos reconoce, tú, Señor, eres nuestro padre» (Is 63,16).
Algo más adelante, el profeta habla así: «Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano» (Is 64,7). Dios acompaña con su amor paternal la historia de Israel. Lo «ha llevado como a un hijo por todo el camino» (Dt 1,31), lo «ha educado como un padre educa a su hijo» (Dt 8,5). Según el profeta Oseas, ha sido así desde el principio: «Cuando Israel era niño, le amé, y desde Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1).
Es normal que el pueblo elegido saque algunas consecuencias. Ese amor paternal de Dios está pidiendo respuesta: «El hijo honra a su padre, el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honra?, y si señor, ¿dónde queda mi respeto?» (Mal 1,6). La misma queja resuena en el Deuteronomio: «¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó?» (Dt 32,6). El amor paternal de Dios está pidiendo, sobre todo, fraternidad: “No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No es un solo Dios el que nos ha creado? Entonces, ¿por qué nos traicionamos unos a otros profanando la alianza de nuestros padres?» (Mal 2,10).
A pesar de todos estos textos, en el Antiguo Testamento el nombre de "padre" dado a Dios no es determinante, sino solo un nombre entre otros muchos más frecuentes e importantes, como "señor", "juez", "rey", "creador". Solo Jesús revelará el contenido encerrado en la invocación a Dios como Padre.
Cuando un cristiano inicia su oración, lo primero que hace es situarse ante un Dios Padre. Dios es para nosotros Misterio trascendente y santo, pero Misterio de amor personal y concreto. Al orar, no nos dirigimos a "algo", no nos sumergimos en la "Energía cósmica" que lo dirige todo, no nos fundimos con la "Totalidad misteriosa del universo". Nosotros nos dirigimos a "Alguien" con rostro personal, atento a los deseos y necesidades del corazón humano. Dialogamos con un Padre que está en el origen de nuestro ser y que es el destino último de nuestra existencia. Cuando pronunciamos esta palabra "Padre", orientamos todo nuestro ser hacia el único que nos ama, comprende y perdona, pues somos sus hijos.
¡¡¡ Resurrexit !!!
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO
El Padrenuestro arranca con una invocación que le da un tono propio a toda la oración: PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO
Este grito inicial al Padre no es solo una invocación introductoria que precede a las diversas peticiones, sino que
Para nosotros, Dios no es un problema teórico sobre el que podemos hablar y discutir,
En los próximos días meditaremos cinco elementos para profundizar esta relación con Nuestro Padre.
¡¡¡ Resurrexit !!!
EL PADRENUESTRO Y LOS SALMOS
Si queremos orar el Padrenuestro con el espíritu de Jesús, hemos de reconstruir en lo posible la atmósfera espiritual de la que brotó su oración al Padre.
Para ello, nada mejor que ahondar en la tradición orante de los salmos.
Ellos constituyen el humus en el que creció la espiritualidad de Jesús y donde se alimenta esa oración, tan sublime como sobria, que ha quedado plasmada en el Padrenuestro.
Estoy convencido de que un creyente que ahonde en la espiritualidad de los salmos, aprenderá a rezar el Padrenuestro como Jesús y podrá experimentar que esa oración, repetida tantas veces de forma rutinaria y distraída, se convierte en manantial inagotable de vida y esperanza.
En estos tiempos de indiferencia y crisis religiosa, tentados por la mediocridad espiritual, enfrentados a nuevos retos y dificultades,
los cristianos hemos de seguir pronunciando con nuestros labios y con nuestro corazón esa oración que nos enseñó Jesús y que encierra su más preciosa herencia: «Padre nuestro que estás en los cielos».
Estos días estaremos comentando cada parte del Padrenuestro y nos detendremos a orar con algún salmo.
¡¡¡ Resurrexit !!!
LA ESTRUCTURA DEL PADRENUESTRO
(Cf. Jose Antonio PAGOLA, Padre nuestro.
Orar con el Espíritu de Jesús, PPC, Madrid 2020)
Es sencilla.
Arranca con una invocación que indica con claridad a quién va dirigida la oración: «Padre nuestro que estás en el cielo».
Tiene luego dos partes bien definidas que conviene distinguir, pues marcan dos actitudes básicas del orante:
Primera parte
Segunda parte
Nunca se han de separar estas dos partes del Padre- nuestro, pues forman una sola oración.
Es el mismo orante quien se dirige al Padre del cielo.
Primero, para expresarle sus deseos ardientes de ver realizada la obra salvífica del Padre.
Después, para presentarle las necesidades más urgentes de la humanidad. Los deseos sublimes de la primera parte serán realidad cuando el ser humano encuentre respuesta concreta a su necesidad de ser salvado de la precariedad, del pecado y del mal.
¡¡¡ Resurrexit !!!
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PADRENUESTRO
José Antonio PAGOLA
«Estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oren, digan: Padre…» (Lc 11,1-2). El Padrenuestro no es una oración más entre otras. Es la oración de los discípulos de Jesús. La oración que el Maestro enseña y deja como distintivo a sus seguidores. En ella podemos descubrir los deseos más íntimos de Jesús y sus aspiraciones más hondas.
No es extraño que los cristianos lo hayan considerado siempre como la síntesis del Evangelio. Breviarum totius Evangelii lo llamaba Tertuliano. En el Padrenuestro encontramos la enseñanza nuclear de Jesús, su mensaje de salvación, su programa de vida. Ahí está el Evangelio de Jesucristo, condensado en pocas palabras y traducido al lenguaje vital de la oración. Si captamos bien su contenido y su aliento, captaremos el mensaje más original de Jesús y su espíritu más hondo.
¡¡¡ Resurrexit !!!
«DIOS, NUESTRO PADRE»
No es ni una fórmula banal ni una evidencia.
Es verdad que las imágenes del padre que proceden de nuestra infancia no dejan de actuar sobre nosotros; estructuran nuestra experiencia afectiva y también por consiguiente nuestra experiencia religiosa, mucho más hondamente de lo que a veces nos imaginamos.
Pero, ¿quién es ese Dios Padre?
Entre recitar un «padrenuestro» y rezar al Padre como lo hacía Jesús puede haber un camino muy largo, hasta descubrir cómo vivió Jesús su vida de hombre como hijo, desde el principio hasta el fin.
Ante todo hay que aceptar que él es Hijo, nacido de aquel a quien llama «Abba, padre mío».
Pero muchas veces se hace de Jesús un huérfano, una divinidad solitaria, ni verdaderamente Dios ni verdaderamente hombre, viviendo sólo para sí mismo.
«Nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Para muchos cristianos, el camino de este descubrimiento es la oración:
un camino que trazaron ya las palabras de oración que Jesús enseñó a sus discípulos.
Vuelta a las fuentes, para renovar nuestra oración y nuestra fe en Dios Padre. hasta encontrar la fuerza de las palabras tan sencillas del Padrenuestro.
Ambiente vital en donde Jesús y sus discípulos aprendieron a buscar al Único, al Padre.
Ph.GRUSON
¡¡¡ Resurrexit !!!
MARIBEL Y BETO
Reflexionar qué ha sido para nosotros esta “pandemia desde el corazón”, nos lleva a pensar qué es el corazón.
Desde el vocablo hebreo LEB, que significa corazón, pero también entrañas, intimidad, útero, seno materno; ese que da vida, que alimenta y protege al embrión, nos lleva a la alegría de saber que Dios Padre, Nuestro Amoroso Padre nos muestra su inmensa ternura y misericordia a través de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, Nuestro Hermano y Amigo, que nos alimenta con su Palabra, sus obras, su inmenso amor; que nos cuida siempre y nos sigue dando vida a través de su Santa Eucaristía.
Que al igual que el Padre desde sus entrañas, desde lo más profundo de su ser; se compadece y estremece de nuestras necesidades, de aquellos que sufren, de aquellos que están enfermos, de los cautivos y oprimidos, de los ciegos, de los inválidos, de los extraviados, de cuantos hoy hemos dejado partir a un ser amado; porque no nos deja solos, siempre está ahí, a tu lado, guiando tus pasos, cuidando que no tropieces, amándote desde su propio corazón.
En esta Pandemia es Jesús, entraña amorosa del Padre, quien nos protege, nos cuida, nos lleva de la mano para sentirnos seguros en su seno, en sus entrañas.
En la Cruz nos hizo familia, nos hizo parte de su intimidad, de su confianza, de su fidelidad; ahora podemos conocerlo tan profundamente cuando nos acerquemos a Él, a la Eucaristía, a sentirlo en nuestros labios, en nuestro cuerpo, en nuestras entrañas y se va haciendo uno con nosotros, como Él es uno con el Padre.
Refúgiate en sus entrañas, no tengas miedo, en Él no hay más obscuridad, no hay más dolor, ni pena, ni lágrimas.
Permite a quien es el dueño de tu vida, tener el control de tus propias entrañas, de tus sentimientos y emociones, de tus enfermedades, de tus límites e inseguridades, de tus necesidades físicas, mentales y materiales; dale sólo el control de tu corazón y todo tu ser será resguardado en su Amoroso Corazón.
A Jesús le tiemblan las entrañas por el dolor de su pueblo, como entonces por los leprosos, los endemoniados, las viudas, los niños, las ovejas sin pastor, sin rumbo fijo, las perdidas, las que estaban en peligro y hoy… hoy le tiemblan las entrañas por esta pandemia, por sus hermosas ovejas, por ti y por mí. A quienes les dio un corazón puro, hermoso, lleno de virtudes y bondad a imagen y semejanza de Él mismo.
Oh, si supieras cuan hermoso es tu corazón, tan generoso, tan bondadoso, tan lleno de Él.
Silencio
Oración: Señor, ayúdanos a pasar de la pandemia a la elpidemia
¡¡¡ Resurrexit !!!
EN MEMORIA DE SOBEIDA SÁNCHEZ (+)
REYNA ISABEL ECHEVARRÍA SÁNCHEZ
LUIS ANTONIO CASANOVA GRACIA
BEBÉ FARID CASANOVA ECHEVARRÍA
LEYDA SÁNCHEZ CRUZ
ALEJANDRO MEZA MONOLA
ÍAN MEZA MONOLA
MÍA MEZA MONOLA
SOFIA CRUZ GUZMÁN
La pandemia ha venido a mostrarnos la fragilidad humana, debido a que ha provocado muertes, sufrimiento, soledad, hambre, miedo, depresión, ansiedad, psicosis, perdida de seres queridos. Está expuesta la debilidad de toda la humanidad.
Normalmente en el día a día no valoramos las cosas bellas de la vida, a nuestros seres queridos familia, amigos, compañeros de trabajo. Buscamos a Dios solo cuando estamos en momentos difíciles; no sabemos valorar ni agradecer las cosas que Dios nos ha dado.
La pérdida de mi madre por esta enfermedad, quien fue una gran persona, mujer, madre y esposa, ha provocado en mí la confianza y fe de que ella está con Dios, en paz y en su Gloria, teniendo la seguridad de que esta enfermedad que ha invadido el mundo, puede matar el cuerpo pero no nuestro espíritu, esa es la fe que nos da fortaleza.
Dentro de toda esta crisis la pandemia nos enseña también que nada es seguro excepto la muerte, sin embargo, de acuerdo a mi experiencia nos enseña a que queramos, abrazarnos, a tener más contacto con nuestros seres queridos, con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestros compañeros de trabajo, a valorar lo que tenemos y sobretodo buscar a Dios, ser agradecidos con Él y con la vida.
Esta pandemia nos debe dejar enseñanzas que nos hagan comprometernos como humanidad a vivir con plenitud, a servir, ser más humildes, mejores personas, generosas, a confiar y entregarnos a Dios, a reflexionar cómo hemos llevado nuestra vida.
Nos queda la esperanza que todo esto pasará y seremos personas renovadas en el espíritu.
El nacimiento de nuestro hijo, después de varios años que no habíamos podido tener hijos, nos regala a mi esposo y a mí, y a toda la familia, la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra. Que viva la vida. Vida que llena de consuelo y de esperanza nuestro corazón
Silencio
Oración:
Señor, ayúdanos a pasar de la pandemia a la elpidemia.
¡¡¡ Resurrexit !!!
FAM. SEDEÑO OMAÑA
Buen Dios, gracias por reconciliarnos.
Silencio Oración:
Señor, ayúdanos a pasar de la pandemia a la elpidemia.
¡¡¡ Resurrexit !!!
AURELIO JAIME LOZANO GOMEZ Y REYNA AMARO CÁRDENAS
En el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición denominados COVID-19
Gracias
Vamos a cuidarnos todos
Silencio Oración:
Señor, ayúdanos a pasar de la pandemia a la elpidemia.
¡¡¡ Resurrexit !!!
FAMILIA SILVA RESÉNDIZ
La realidad:
Estar en casa, conviviendo con la familia todo el día de todos los días a lo largo de esta contingencia, ha generado incomodidad, discusiones y diferencias que algunas veces se desbordan y generan distancia y heridas de muerte en el corazón y en el cuerpo.
La Fe:
Después de muchos meses sin recibir a nadie, hoy Jesús Sacramentado nos regala su presencia para recordarnos: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Y Jesús nos amó incondicionalmente. Nos perdonó y murió por todos, incluso por los que no estaban de acuerdo con Él. Y nos prometió que se quedaría junto a nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
La esperanza:
Por eso hoy, te damos gracias, Jesús, por la familia que tenemos. Gracias porque en cada uno de ellos estás tú.
El compromiso:
Queremos que te quedes entre nosotros desde hoy y para siempre, no solo en la casa física sino en la casa de nuestro corazón. Con tu presencia, transforma por favor, nuestras vidas para aprender a amarnos reconociéndote en los demás. Que tu Corazón Amoroso dirija desde hoy nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos para que podamos ser como tú.
Padre Santo, te damos gracias por la vida que nos das en familia durante este encierro para sentir más tu presencia.
Envíanos tú espíritu divino para que en unión con Jesús sacramentado y María santísima, sean Ustedes el modelo de familia en el que nos queremos convertir y ser desde ahora y para siempre.
Amén.
Silencio Oración:
Señor, ayúdanos a pasar de la pandemia a la elpidemia.
¡¡¡ Resurrexit !!!
Santo Tomás de Aquino
Al Salvador alabemos,
que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos
y canciones de alegría.
Alabémoslo sin límites
y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor,
que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy aclamamos a Cristo,
que es nuestro pan,
pues él es el pan de vida,
que nos da vida inmortal.
Doce eran los que cenaban
y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron,
y, después, todos los hombres.
Sea plena la alabanza
y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde
en todo un concierto santo.
Esto nuevo, siempre nuevo,
es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo
con reciente claridad.
En aquella última cena
Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos
el memorial de su vida.
Enseñados por la Iglesia,
consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen,
y dan fuerza en el camino.
Es un dogma del cristiano
que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino
queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos,
pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe,
entrarán al corazón.
Hoy celebramos con gozo
la gloriosa institución
de este banquete divino,
el banquete del Señor.
Ésta es la nueva Pascua,
Pascua del único Rey,
que termina con la alianza
tan pesada de la ley.
Bajo símbolos diversos
y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades
maravillosas, profundas.
Su Sangre es nuestra bebida;
su Carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino
Cristo está todo completo.
Quien lo come no lo rompe,
no lo parte ni divide;
él es el todo y la parte;
vivo está en quien lo recibe.
Puede ser tan sólo uno
el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes:
Cristo no se acabará.
Lo comen buenos y malos,
con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida
que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte
y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente
tiene la misma comida!
Si lo parten, no te apures;
sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento
entero late el Señor.
Cuando parten lo exterior,
sólo parten lo que has visto;
no es una disminución
de la persona de Cristo.
EI pan que del cielo baja
es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos.
¡No hay que tirarlo a los perros!
Isaac, el inocente,
es figura de este pan,
con el cordero de Pascua
y el misterioso maná.
Ten compasión de nosotros,
buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos
y condúcenos al cielo.
Todo lo puedes y sabes,
pastor de ovejas, divino.
Concédenos en el cielo
gozar la herencia contigo.
Amén.
¡¡¡ Resurrexit !!!
De la PAN-demia a la ELPI-demia
I N T R O D U C C I Ó N
Les invitamos a realizar una procesión.
El que sea virtual no quiere decir que no sea real.
Esta modalidad nos ayuda a hacer la procesión a lo más profundo de nuestro corazón, dejando que Jesús Sacramentado haga su altar en cada rincón de nuestro ser y en cada rincón de nuestras casas y en cada expresión de nuestras relaciones familiares.
El lema de esta procesión es el siguiente:
Pasar de la PAN-demia a la ELPI-demia
Pan-demia
En griego, pan significa todo;
demos significa pueblo.
Entonces quiere decir “todo el pueblo”.
Es lo que nos está ocurriendo.
Un virus provocó una enfermedad mundial.
Elpi-demia
En griego, elpidós significa esperanza.
Entonces, quiere decir “el pueblo esperanzado” o “la esperanza de todo el pueblo”.
Es lo que los creyentes en Cristo Jesús Vivo y Resucitado queremos suscitar, ESPERANZA EN TODOS: ELPIDEMIA.
Contagiar la esperanza, recuperar nuestra identidad de hijas e hijos de Dios, encontrar signos de vida en nuestro interior, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en nuestra amada Iglesia. A través de estas meditaciones en cada altar, queremos pedir a Dios que nos ayude a “contagiar la esperanza”.
Pasar de la pandemia a la ELPIDEMIA.
Nuestra procesión recorrerá los caminos de nuestra vida.
Haremos una estación en cada uno de los 5 altares que han sido preparados por algunas familias.
En su casa, en el altar preparado, han dibujado una Hostia o un Cáliz.
Ahí, simbólicamente se colocará el SANTÍSIMO SACRAMENTO.
El Padre Ramón ira recorriendo con el Santísimo, en representación de todos nosotros, esos cinco lugares.
En cada uno de ellos haremos una meditación que ha sido preparada también por algunos de nuestros familiares, partiendo de su propia experiencia vivida en este confinamiento, en este difícil momento que vivimos como humanidad.
Vayamos, y con esperanza recorramos nuestra vida…
Jesús el Señor, Pan Vivo, va delante de nosotros.
Intercalaremos algún canto entre estación y estación.
¡¡¡ Resurrexit !!!
PALABRA DEL DÍA JUEVES 11 DE JUNIO 2020
EL QUE COME DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE (Juan 6,58)
Jesús es el verdadero Pan.
Siempre nos sorprende Jesús con su manera de vivir tan cercana al ser humano.
Él se hizo hombre, de carne y hueso. Y pensó en la necesidad básica del ser humano: el pan, el alimento.
El mismo Señor que nos enseñó a pedirle pan a nuestro Padre Común, Él mismo se nos queda como pan.
Danos hoy nuestro pan de cada día, equivale a decirle a Abbá: Danos hoy a Jesús, Alimento verdadero, comida y bebida de salvación.
Que durante esta pandemia en la que no hemos podido comer el Cuerpo y beber la Sangre del Señor en el Sacramento, lo comamos en la participación comunitaria en el encuentro con su Palabra y con los hermanos, de manera especial los más vulnerables.
Repitamos con fe la Palabra-del-día:
EL QUE COME DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE
(Juan 6,58)
La bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo…
¡¡¡ RESURREXIT !!!
JESÚS, TÚ ERES MI PLENITUD
PALABRA DEL DÍA MIÉRCOLES 10 9 DE JUNIO DE 2020
JESÚS, TÚ ERES MI PLENITUD (cf. Mateo 5, 17)
El Pueblo de Israel caminó en su fe obedeciendo La Ley y a Los Profetas, es decir, la Palabra de Dios por Escrito que entonces tenían y veneraban.
Llegada la plenitud de los tiempos, Dios mismo envió
a SU PALABRA ENCARNADA en el vientre de María
(cf. Gálatas 4,4).
¿A quién vamos a ir, Señor?
solo tú tienes palabras de vida eterna
(Juan 6,68).
TÚ ERES LA PALABRA VIVA DE DIOS.
Sigamos profundizando en el Evangelio.
Evangelio significa BUENA NUEVA.
El evangelio no es solo un libro sagrado,
ante todo, el EVANGELIO ES UNA PERSONA.
Repitamos y vivamos la Palabra del día:
JESÚS, TÚ ERES MI PLENITUD
(cf. Mateo 5, 17)
La bendición del DIOS DE LA PLENITUD: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO
Esté con ustedes y les acompañe siempre.
María Santísima nos cuide y nos alcance la salud.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
SOY LUZ
PALABRA DEL DÍA MARTES 9 DE JUNIO DE 2020
Leemos en Génesis 1,1:
«Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica y las tinieblas cubrían el abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió».
Nos encontramos con esta tremenda realidad, expresada en cuatro palabras:
soledad-caótica-tinieblas-abismo.
En hebreo se usan unas palabras muy sonoras:
Estos tres términos hebreos presentan un cuadro negativo con el que contrastará la novedad de la intervención del Dios personal creando todo con su Palabra. Dios llama a la vida con su Palabra.
La luz [or] es la primera bienaventuranza del Dios que crea:
«Vio Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas»
(Génesis 1,4).
Por eso, es la realidad que guía toda la obra creadora de Dios: el cielo, el mar, la tierra, las plantas, los astros, los peces, las aves, los animales, el hombre «nacen a la luz».
El texto del evangelio que escuchamos hoy en Mateo 5,13-16, nos hace recordar el evangelio de Juan 8,12:9,5.
En Juan escuchamos que Jesús dice de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo" y en Mateo escuchamos: "Ustedes son la luz del mundo".
Que belleza, Jesús usa la misma palabra para nombrarse a sí mismo y nombrarnos a nosotros...
¡Nunca había gozado tanto que alguien me dijera... TOCAYO !!!
Jesús es luz,
nosotros somos luz.
Repitamos la Palabra del día: "soy luz".
¡¡¡ RESURREXIT !!!
Comenzamos el capítulo 5 de San Mateo, el Sermón del monte.
Jesús inicia su predicación con una bella palabra:
DICHOSOS, o también BIENAVENTURADOS.
Esto nos hace recordar el inicio de la Biblia, en el Génesis:
“Vio Dios que todo era bueno…” (Génesis 1,31).
Vio que todo era dichoso, bienaventurado.
Y también el Libro de los Salmos se abre así:
“Dichoso el hombre que confía en el Señor…”
(Salmo 1,1).
Desde siempre, el Señor quiere nuestra dicha, nuestra felicidad, nuestra bienaventuranza.
Releamos con atención Mateo 5, 1-12, texto de hoy, donde Jesús nos enseña las BIENAVENTURANZAS.
Y repitamos la Palabra del día: SOY DICHOSO. SOY BIENAVENTURADO
La bendición de Dios Bueno Padre, Hijo y Espíritu Santo…
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
GLORIA
PADRE Palabra CREADORA
HIJO Palabra ENCARNADA
ESPÍRITU SANTO Palabra COMPARTIDA
PADRE hijo HIJO hermano ESPÍRITU SANTO amigo
PALABRA DEL DÍA DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Juan 3,16-18
Palabra del día: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo que tanto ama al mundo”
(cf. Juan 3,15)
Saludo:
Buen día. Eres mi hijo, mi hermano, mi amigo.
Oración:
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
Cada mañana el Señor despierta nuestro oído para que lo escuchemos como discípulos.
(cf. Isaías 50,4)
PALABRA DEL DÍA SÁBADO 6 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Marcos 12,38-44
Palabra del día: “La viuda, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”
(Marcos 12, 44)
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Saludo:
Buen día. Yo no te dejaré jamás. Yo te doy todo lo que soy. Confía en mí. Y confía en las personas que pongo a tu alrededor. Ellos también quieren darse…
Oración:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día…
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
Sin la Palabra-del-día me falta la clave de lectura de mi persona, como si yo estuviera privado de inteligencia y fuera un ignorante; entonces el día se presenta vacío y sin sentido; los compromisos se convierten en factor de dispersión; las relaciones humanas se vuelven superficiales o ambiguas, la agitación nerviosa me roba la alegría.
PALABRA DEL DÍA VIERNES 5 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Marcos 12,35-37
Palabra del día: “La multitud lo escuchaba con agrado”
(Marcos 12,37)
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Saludo: Buen día. Cómo deseo que hoy me escuches. Abre tu oído y corazón a mi Palabra. Escúchame, te hará bien.
Oración:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día…
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
La Palabra-del-día es lo que da sentido y pone orden a lo que haré durante la jornada, lo que me infunde inteligencia y vuelve atento mi obrar.
La Palabra-del-día son los «buenos días» con los que Dios me saluda al despertar, como un mensaje siempre nuevo que no deja de transmitirme, día a día, su designio amoroso.
PALABRA DEL DÍA JUEVES 4 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Lucas 22,14-20
Palabra del día: “Con cuanto deseo he deseado celebrar esta Pascua con ustedes”
(Lucas 22,15)
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Saludo: Buen día, hoy tengo un deseo enorme de celebrar la Pascua contigo. Ven te invito de todo corazón.
Oración:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día…
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
La Palabra-del-día no sólo abre la jornada, sino que es anterior a cualquier otra cosa de mi agenda, de esa hilera de pensamientos que se amontonan en mi mente apenas me despierto y que se convierten al instante en preocupaciones.
PALABRA DEL DÍA MIÉRCOLES 3 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Marcos 12,18-27
Palabra del día: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”
(Marcos 12,27)
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Saludo: Recuerda que la Palabra del día son los buenos días con los que Dios te saluda al comenzar la jornada
“Buenos días N… no olvides que soy un Dios de vivos, no de muertos. Ánimo”
Oración:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día…
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
¿Qué es la Palabra del día?
(Cf. Padre Amedeo CENCINI, La vida al ritmo de la Palabra. Cómo dejarse plasmar por la Escritura, San Pablo, Madrid 2008, 19-23.
PALABRA-DEL-DÍA
Cada día la Palabra inaugura nuestra vida de creyentes, para dejar su marca en ella. Toda vocación es matinal: se renueva cada mañana.
La madurez espiritual o sintonía con los deseos de Dios nace y crece día a día precisamente a través de la lectura por excelencia en la vida del creyente, de las Sagradas Escrituras y, más en concreto, mediante la lectura de la Palabra-del-día.
PALABRA DEL DÍA MARTES 2 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Marcos 12, 13-17.
Palabra del día: “Maestro, tú enseñas con verdad el camino de Dios”
(Marcos 12,14).
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Saludo: “Buenos días, escucha a Jesús, Él habla de mi con toda Verdad”
Oración:
Por ejemplo:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día, repetirla durante la jornada y al llegar a la tarde-noche, registrar lo que Dios te regaló con esta Palabra del día: reto, paz, alegría, consuelo, dejarte un compromiso…
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!
PALABRA DEL DÍA
Retomamos el tiempo ordinario.
(Semana IX del año litúrgico, Ciclo A).
Se trata de un tiempo ordinario, no “rutinario”.
La palabra ORDINARIO viene de latín Ordinarius (que pertenece al orden, común, regular).
Y del sufijo: ario (pertenencia o procedencia).
Perteneciente al orden.
Si pudiéramos hacer una combinación arbitraria, y si me lo permiten, entre el hebreo y el latín, tendríamos un resultado muy bello:
El hebreo OR significa luz
El latín DíES significa día
ORDIES = luz del día
Por eso, esta combinación no gramatical, sino teológica me hace pensar en esta hermosa frase:
EL DÍA A DÍA ILUMINADO POR LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS
Dejarnos formar día a día por la Palabra.
Te invito en estos tiempos de pandemia, donde sigue el confinamiento y los cuidados que hemos de tener y a la vez la esperanza de salir adelante, para que juntos nos acerquemos al Evangelio.
Te propongo esta semana LA PALABRA DEL DÍA
La Palabra-del-día son los «buenos días» con los que Dios me saluda al despertar, como un mensaje siempre nuevo que no deja de transmitirme, día a día, su designio amoroso.
¿En qué consiste en concreto el ejercicio que propongo?
PALABRA DEL DÍA LUNES 1 DE JUNIO DE 2020
Evangelio del día: Marcos 12, 1-12.
Palabra del día: “A mi hijo si lo respetarán” (Marcos 12,6).
Ejercicio: Repetir el texto evangélico.
Oración:
Por ejemplo:
Ejercicio:
Anotar la Palabra del día, repetirla durante la jornada y al llegar a la tarde-noche, registrar lo que Dios te regaló con esta Palabra del día: reto, paz, alegría, consuelo, dejarte un compromiso…
Les estaré acompañando esta semana para ejercitarnos juntos en
la PALABRA DEL DÍA.
La Bendición de Dios Bueno: Padre, Hijo y Espíritu Santo
les acompañe siempre.
¡¡¡ RESURREXIT !!!